CAPITULO XXXV

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Un mes después...

Despedida, una despedida para mí significa tristeza. Sabía que este día llegaría, pero jamás me imaginé que fuera tan pronto.

- Te extrañaré - me abrazó Anny.

Nos encontramos en el aeropuerto. Hoy salía el vuelo de las chicas hacia Londres, a una semana de entrar en la universidad y ya necesitaban estar allí.

- ¿Quién dice que yo no? - dije irónicamente.

- Yo sé que sí, mi Lis - habló Anny- cuídate mucho, acuérdate de comer, de dormir bien y...

- Sí, sí, ya me quedó claro mamá - puse los ojos en blanco.

- Eso espero, hija - soltamos una sonora carcajada.

- ¿Piensas despedirte solo de ella? - Bella señaló a Anny.

- No es mala idea - me encogí de hombros.

- Mejor vamos a despedirnos, que ya tenemos que hacer el check-in - dijo Gris.

No es Gris si no pone el control, pensé.

- Bien, te voy a extrañar mamá Lía - Dhara se lanzó a los brazos de mamá Lía. Si también vino a despedirlas no podíamos dejarla.

- Yo también, Dhara - mamá Lía dio palmadas en su espalda.

- Quiero agradecerte mamá Lía por acogernos en tu casa, por pasar el verano con nosotras, el mejor de hecho. Y por ser la segunda mamá de todas nosotras- habló de pronto Bella.

- Bueno, esto me lo esperaba de cualquiera de ustedes, pero vaya que es un halago bien recibido. Todas tienen mi número, me pueden llamar cuando necesiten a alguien con quien charlar - guiñó su ojo.

Vaya, qué raro era. Bella no era muy expresiva, pero debo decir que me gusta más esta versión de ella. Es bonito ver cómo se dirige a los demás de esa manera. Bella es única y sin duda peculiar.

- Mamá Lía, gracias por el mejor verano. Quiero una abuela como tú- dijo Dhara.

- Todas queremos una- exclamó Bella. 

- Gracias por todo, Mamá Lía. Te extrañaremos mucho, igualmente para ti, Lis-dijo Gris.

- Ahora sí nos vamos, cuídense - anunció Anny.

Cogieron sus maletas y se perdieron entre la multitud. En ese momento supe que no había vuelta atrás. Mis amigas se fueron, mis primeras amigas en años. Las extrañaría mucho, ¿cómo no hacerlo? Justo cuando nos íbamos del aeropuerto, escuchamos a Anny gritar desde lejos: "Avísanos cuando tomes tu vuelo".

Mi vuelo con destino a Los Ángeles aun no estaba planeado; tal vez eso signifique que pasaré unos días más en esta ciudad y en este país que me han abierto sus puertas.

- ¿Tomamos un helado?- me preguntó Mamá Lía.

- Está bien- respondí. Caminamos unas cuantas calles hasta llegar a la heladería.

Al entrar, resonó la campana. Nos acercamos al mostrador.

- ¿Qué sabor de helado desean?- preguntó una chica de cabello corto y lentes.

- Yo quiero uno de vainilla. ¿Y tú, Mamá Lía?- la miré a los ojos.

- Fresa. Voy a ir a sentarme en la mesa de allá- respondió. Yo solo asentí.

Pedí los helados y en cuestión de segundos los tuve en mis manos. Me dirigí hacia la mesa que Mamá Lía me había indicado, que daba hacia la calle.

- Aquí tienes - me senté.

- Gracias. ¿Tus padres han hablado contigo?

- No, no creo que lo hagan. Ellos no quieren saber nada de mí.

- Todavía no entiendo por qué no te apoyaron o te creyeron en lo que te sucedió, solo te culparon por...

Por eso, porque se engancharon en mi error, pero lo hice por desesperación, pensé.

- Olvídalo, a pesar de todo, este ha sido mi mejor verano en años. No lo echemos a perder por culpa del pasado - hablé.

- Tienes razón. Antes de que cortemos este tema, quería decirte... - la interrumpí.

- No, Mamá Lía, no sigas.

- Primero escucha lo que te diré: tus hermanos están bien y han preguntado mucho por ti - me llevé el helado a la boca.

- Me alegro - fue lo único que logré decir.

- ¿Cuándo te irás? Oye, no pienses que te estoy corriendo de mi casa. Solo que pronto comenzarás en la universidad.

- Pienso pasar unos días más aquí. Antes de irme, quiero despedirme de este lugar, igual que de Londres.

- Eso quiere decir ¿que harás escala? - preguntó Mamá Lía. Yo solo asentí.

Sí, lo haré. Pasaré por las calles de Londres, pero sobre todo veré mi casa por última vez. Aunque tal vez no me atreva a volver a poner un pie adentro, me despediré de ellos, de esto. Desde lejos.

Charlamos hasta cansarnos y querer volver a casa. Al llegar, Mamá Lía se encerró en su habitación y yo subí a la mía. Busqué mi maleta en el armario, la coloqué en la cama y la abrí. Encontré lo que buscaba, lo dejé en el escritorio y salí de la habitación. Toqué la puerta de Mamá Lía y me abrió.

- ¿Qué pasa, Lis? - preguntó.

- ¿Tienes una impresora? - esta vez pregunté yo.

- Sí, está en el cuarto de invitados - me señaló la puerta que estaba al frente de mi habitación - ¿Para qué la necesitas?

- Solo tengo que imprimir unas cosas importantes para mi viaje - mentí - Te quiero, Mamá Lía.

Me di la vuelta, casi corriendo entré a mi habitación, agarré mi móvil y comprobé que no había borrado los mensajes que ese tal "H" me mandó. ¡Gracias al cielo!

Me dirigí hasta aquella habitación que me indicó Mamá Lía, conecté mi celular a la impresora y comencé a imprimir todos los mensajes. No eran muchos, pero mejor algo que nada ¿no creen? No sabía exactamente qué haría con ellos, pero estaba segura de que en algún momento me servirían. No sabía cuándo ni cómo, pero seguro me serían útiles...

Escudos para el CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora