CAPITULO XXI

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Qué resaca tan fuerte llevo, no recuerdo a qué hora llegué anoche, solo sé que bebí mucho. Me levanté de la cama con precaución y el dolor de cabeza me golpeó. Me llevé una mano a la cabeza para aliviarlo. Bajé la mirada y vi que todavía llevaba puesto el vestido. Me despojé de él y fui directo al cuarto de baño. Al mirarme en el espejo, vi que mi maquillaje estaba corrido.

- Qué horror - me llevé las manos a la cara.

Abrí la llave de la ducha y me quedé bajo el agua durante unos segundos antes de empezar a enjuagarme todo el cuerpo. Dejé que el agua me recorriera y luego cerré la llave. Me envolví en una toalla y salí del cuarto de baño. Al entrar a la habitación, me encontré con mamá Lía en ella.

- ¡Lis, por fin estás despierta!

- Sí, mamá Lía, y con un terrible dolor de cabeza. ¿Qué hora es?

- Son las doce del mediodía- dijo mientras buscaba algo en uno de los cajones de la habitación.

- Es muy tarde. Déjame ponerme algo cómodo y presentable para empezar a hacer las maletas.

- Está bien, todavía tenemos tiempo. Tómate esta aspirina- me la tendió junto con un vaso de agua.

- Gracias- me la llevé a la boca y luego tomé un sorbo de agua. Dejé el vaso a un lado y fui hasta el armario, me puse una camiseta ancha y unos shorts cortos. Dejé mi cabello suelto.
Saqué mi maleta que estaba debajo de mi cama y la dejé sobre esta. Empecé a descolgar toda mi ropa, tenía que llevar lo necesario ya que no iba a volver, ya que después del verano mi nuevo destino sería Estados Unidos.

-Ya tengo mi maleta lista-  habló mamá Lía. Estaba sentada en mi escritorio.

- Perfecto. ¿Mis padres están en casa?- pregunté.

-Sí, están abajo con los gemelos.

Al menos podré despedirme de ellos, pensé. Agarré la última muda de ropa, la dejé en la maleta y la cerré. La bajé de mi cama y la dejé en el suelo. Espero estar haciendo lo correcto.

- Mamá Lía, ¿por qué no bajamos las maletas, me preparó algo de comer y nos vamos?

- Me parece bien-  habló mamá Lía. Arrastré las maletas fuera de la habitación. Al volver, me encontré a mamá Lía llorando.

-¿Por qué lloras?- me arrodillé y le limpié las lágrimas.

-Siento que esto lo debimos haber hecho hace mucho tiempo. Ahora fueras una chica muy alegre a la que la vida golpeó, pero que llegó a superarlo.

Tenía razón, siempre la tenía. Pero como una vez mamá Lía me dijo, yo me aferraba a algo inexistente y no me arrepiento de ello. Lo que sí me arrepiento es de no poder ser querida por ellos.

- Y quiero decirte que yo siempre te creí, yo te apoyaba y te sigo apoyando- me sujetó por los hombros.

- Pero después te lo contaré todo con detalles. Yo te daré las respuestas de algunas de tus dudas.

Le creí, mamá Lía jamás me mentiría. Nos dimos un fuerte abrazo. Salimos de la habitación y bajamos las escaleras. Llevaba una maleta en cada mano. Estaban muy pesadas, pareciera que tuvieran piedras adentro. Las dejé en el salón y mis padres se encontraban allí.

- Hasta que por fin te despiertas- habló mi papá.

- Lis, en la cocina te dejé un sándwich preparado- dijo mi mamá.

- Gracias, mamá.

Entro a la cocina, agarro el sándwich que estaba en el microondas y le doy el primer bocado. Fue como si resucitara. Entonces escucho gritos. Dejo el sándwich apenas mordido en la mesa y voy directo al salón. Entonces escucho.

- Qué bueno que se va, una carga menos- habló mi papá.

-¿Cómo puedes decir eso, Loghan?- le reclamó mamá Lía- ¡Es tu hija!

- Ella-  me señaló- dejó de ser mi hija cuando me arrebató a mi única familia. Me quitó lo único que me quedaba en esta tierra.

Y solo me bastó eso para empezar a llorar. No me lo podía creer. No le importaba lo que yo había pasado en esa casa. No le importa nada. Solo se lamenta por lo que pasó con ese tipo, más no por lo que pasó su hija.

- ¿En serio todavía lo consideras familia después de lo que le hizo a tu hija?- gritó mamá Lía.

- Solo son alucinaciones de Lis, mamá.

- Milen, ¿me haces el favor y te callas? Porque no tolero tu ignorancia. ¡Yo no te crié para esto!.

- No importa, déjalo, mamá Lía. Nada los hará cambiar de parecer. Quería despedirme de ustedes, pero ya veo que no se pudo.

- ¿Para qué te querrías despedir de nosotros? Si no eres nadie- me dolían sus palabras, claro que me dolían. Llevaban años haciéndolo, años en los que decían que yo no era su hija. Para ellos, sus únicos hijos eran los gemelos. Mi papá sacó su billetera de sus pantalones y me tendió dinero.

- Toma, esto será lo último que recibirás de nosotros- dijo mi papá.

- Más cínico no puedes ser, Loghan- habló mamá Lía.

- No lo necesito, padre. Mejor ahorralo, que tú sí lo vas a necesitar bastante.

Agarré las maletas y salí por esa puerta. Ese mismo día me juré que no volvería a pisar Londres. Mamá Lía estaba unos metros detrás de mí, y me senté en la parada para esperar el transporte público. Mamá Lía se sentó a mi lado.

- ¿Nos vamos por avión? Así llegaremos más rápido a Windsor- propuso mamá Lía.

- Está bien- acepté.

Mamá Lía no me habló durante todo el camino hacia el aeropuerto, y se lo agradezco. Ya estábamos en el avión. El vuelo duraba una hora, así que no me pareció mala idea dormir un rato. Una hora después, ya nos encontrábamos en esa linda ciudad. Estábamos esperando las maletas para poder irnos a casa. Yo lo consideraba mi hogar.

- Lis, lo que pasó hace una hora- comenzó mamá Lía.

- No te preocupes, mamá Lía. Ya no le demos más importancia al asunto. Ya salieron las maletas- respondí.

Las recogimos y pedimos un taxi. Dejamos las maletas en el maletero y nos montamos. La casa de mamá Lía no quedaba muy lejos, solo estaba a unos pocos minutos y se encontraba muy céntrica. Durante el trayecto, visualicé el lindo paisaje, los árboles con sus hojas verdes, el cielo despejado y bonitos monumentos. Y en un parpadear de ojos, ya estábamos en la casa de mamá Lía.

Me bajé del auto y hice lo mismo con las maletas. Las arrastré hasta la puerta de entrada y me quedé ahí parada mientras mamá Lía rebuscaba en su bolso las llaves. Nada había cambiado desde la última vez que vine, todo seguía igual. Abrió la puerta y me indicó que pasara.

- Puedes dejar tu maleta en tu antigua habitación.

- ¿Te dejo la tuya en tu habitación?- pregunté.

- No, cariño. Eso lo hago yo- me sonrió mamá Lía, quitándome su maleta. Yo solo asentí.

No era una casa muy grande, pero apenas entrabas en ella, ya sentías lo acogedora que era. Subí las escaleras y abrí la puerta de aquella habitación. No había tocado nada de las cosas que había dejado ahí. Todo seguía en su sitio. Dejé la maleta a un lado de la cama y me tiré en ella.

Y desde aquí supe que el tiempo que pasaría allí estaría cargado de una gran compañía. Me volvería a sentir querida. Por eso me dedicaré a disfrutar cada minuto que me quede en esta ciudad. Cerré lentamente los ojos y me quedé dormida profundamente.

Escudos para el CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora