CAPITULO XLVIII

17 0 0
                                    

No me gustaba doblegarme ante nadie, y mucho menos ante ellos, pero me tragué mi orgullo. Hice todo lo que me pidieron. Necesitaba encontrar fuerzas, así que me digné a comer y dormir adecuadamente. Entra Heth y el despreciable de Harold.

- Lis, ¿cómo va todo por aquí? - preguntó Harold.

- Bastante bien - respondí.

- Ves, si te portas bien, todo fluye naturalmente - se burló Heth.

Imbécil, pensé.

- Lo sé - respondí con la cabeza baja.

Tenía que darles la razón en todo. Tenía que comportarme como una buena chica. No podía tirar todo por la borda por mis desequilibrios emocionales.

- Nunca te había dicho que me fascinan tus ojos - dijo Harold.

No, no otra vez con eso. Retrocedí unos pasos hasta chocar con la pared. Negué con la cabeza una y otra vez, tratando de bloquear los malos recuerdos. No quería recordar, no quería llorar. "Me destrozó la vida" era lo único en lo que podía pensar una y otra vez.

- ¿Qué pasó? Si te lo había dicho antes. Ay, qué pena hacértelo recordar nuevamente.

- Lo que pasa padre es que nuestra  Lis no entiende de humor- soltaron una sonora carcajada.

- Cierto, para aliviar un poco el ambiente, vamos a jugar un poco - dijo Harold.

Se acercó más y más hasta llegar donde me encontraba. Me deslicé por la pared mientras él me miraba desde su altura con malicia...

- Pareces un poco asustada. Mejor jugaremos. Heth, déjanos solos.

- A sus órdenes, majestad.

Al salir Heth, nos quedamos completamente solos, lo cual me aterraba. Estar en soledad no significaba nada bueno, al menos no para mí. Él me observó por un momento, como si fuera un cazador acechando a su presa. Luego chasqueó los dedos y las luces se apagaron por completo.

- Para hacer el juego más interesante, corre y si yo te atrapo, harás todo lo que te pida.

Sabía que escapar era imposible, solo me quedaba correr por todo el sótano y rogarle a Dios que no me atrapara. Me levanté del suelo y corrí en todas direcciones, pero fue en vano, ya que él era más rápido que yo. Sus brazos rodearon mi cuerpo, y un sentimiento que ya conocía invadió mi ser: asco.

- Te atrapé. Ahora serás mía por esta noche - susurró en mi oído...

(...)

Pasaron muchos días sin que Groomer se reportara. Estoy empezando a pensar que solo me ilusioné al creer que algún día escaparía de este asqueroso y mugriento lugar. Lloré por creer en alguien de nuevo, por ser tan ingenua. Me estoy cansando de las mentiras y promesas vacías.

De repente, se escucharon pasos a lo lejos y me preparé para lo que iba a suceder, pero no pasó nada. Solo se escucharon unos golpes tenues en la puerta, entonces recordé lo que Groomer me había dicho hace unos días. No lo recuerdo exactamente, pero sé que esto era el...

¡Maldición, es el llamado!

Me levanté rápidamente del colchón y fui hacia el panel de control al lado de la puerta. Tenía que ingresar tres dígitos en él, pero había un problema: no los recordaba. Pasaron varios minutos y finalmente lo recordé.

- Carajos, es el 334 - exclamé, ingresando los dígitos rápidamente. Las puertas se abrieron.

Observé a mi alrededor en la oscuridad y solo vi una escalera. Me acerqué, pero alguien tapó mi boca y me arrastró a otra sala. Pataleé y emití sonidos ahogados.

- Shh, baja la voz o nos descubrirán - dijo Groomer.

- Casi me matas del susto - susurré, llevándome una mano al pecho.

- No podía dejarte subir esas escaleras, estás loca - respondió.

- Bueno, en mi defensa, no sabía qué hacer después - me encogí de hombros.

- No importa - me miró de arriba a abajo.

- ¿Qué?

- Necesitas ropa - se volteó y buscó en un cajón. Me dio una bata para dormir.

- No pienso ponerme eso, quién sabe qué persona lo usó antes.

Groomer puso los ojos en blanco.

- Vamos, no hagas eso ahora, la necesitarás.

Después de pensarlo unos minutos, finalmente accedí y me puse la bata de dormir. En ese momento, sonó una ruidosa alarma y me tapé los oídos.

- Mierda, ya se enteraron - dijo Groomer.

- ¿De qué? - pregunté.

- Que escapaste - me miró, con obviedad.

Abrió otro de los cajones y sacó dos armas.

- Toma - me pasó un arma. Yo la tomé.

- No sé cómo usar esto - anuncié.

- Claro que sí lo sabes.

Se escucharon pasos acercándose y nuestras miradas se encontraron, entonces hablamos al unísono. Y sonreímos.

- Que comience este misterioso solaz.

Que comience...

Escudos para el CorazónWhere stories live. Discover now