CAPITULO XXIV

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Ya habían pasado varios días desde que llegué a casa de Mamá Lía y ayer me lo contó absolutamente todo. Me dijo que cuando se lo conté a mis padres, ellos no lo creyeron, pero se lo comentaron a Mamá Lía y ella sí lo creyó desde el principio, por eso le quitaron la comunicación conmigo.

En ese entonces vivíamos en diferentes continentes y no podía hacer mucho. Intentó poner una y mil denuncias en Londres, pero como era de esperarse, mi papá, con sus conexiones, las mandaba a eliminar. Después de enterarse de lo que hice, decidió viajar a los Estados Unidos y contratar un buen abogado para que el día que se llevó a cabo mi juicio, primero me hicieran una evaluación psicológica antes de determinar la decisión. Gracias a eso, duré un año y medio en un psiquiátrico. Después de lo que pasó, me dijo que investigó durante años. Jess se suicidó dos años después, supongo que por el cargo de conciencia, y sobre su hijo no se sabía mucho, solo que de alguna forma extraña era millonario y estaba estudiando en la universidad. Pero no pudieron seguir investigando porque le perdieron el rastro. Es astuto, sin duda.

No sé si estaba preparada para escuchar eso, pero en cierta manera fue bueno. Porque Jess lo sabía y me dejaba expuesta a su marido. A pesar de que han pasado varios años, no he podido olvidarlo. Lo recuerdo como si fuera el primer día en que todo sucedió. Quizás lo que hice no fue la mejor forma de solucionarlo, pero no me arrepiento de ello.

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