Capítulo 11

2.9K 390 99
                                    

La mañana del sábado era especial para pasear por el muelle, sentir la brisa sobre su rostro, admirar el mar y perderse en todos sus recuerdos, incluso navegar para despejar su mente, pasar todo un día en medio de esas aguas sin que nadie la moles...

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

La mañana del sábado era especial para pasear por el muelle, sentir la brisa sobre su rostro, admirar el mar y perderse en todos sus recuerdos, incluso navegar para despejar su mente, pasar todo un día en medio de esas aguas sin que nadie la molestara.

Pero su barco no estaba pronto, y aunque quiso preguntarle a ese pobre hombre que llevaba todo su brazo vendado cuándo creía que estaría listo, no se atrevía siquiera a acercarse. No luego de lo que hizo León.

Sus manos hormigueaban ante la sensación de regocijo que amenazaba con subir por su cuerpo e instalarse en su pecho en señal de orgullo, de que pudo contra el nefasto negocio que ese sujeto quiso hacer y aprovecharse de su dinero.

Y ahora lo tenía allí, trabajando gratis.

Pero tan pronto como insinuó lo que estaba sintiendo, lo hizo un lado. Jamás se regocijaría en la miseria de nadie, ella no era así. Las malas maneras se lo dejaban a León, a quien no había dudado de ponerse de su lado frente a ese sujeto.

Solo porque le gusta alardear de su poder.

Nada más.

Descansando en aquel banco frente a su pequeño barco, inhaló profundo y exhaló relajada, tranquilizando su mente, disfrutando de ese día tan cálido y sereno. Era una dosis imposible de ignorar, la calma que siempre la abrazaría cuando necesitaba huir de sus recuerdos, de su trabajo, y ahora de lo que se estaba convirtiendo su vida.

—Que día tan agradable ¿cierto?

Aquella voz la hizo abrir sus ojos somnolientos.

—¿William? —le sonrió a su cliente favorito sin poder evitar la emoción. Nunca lo había visto por el muelle.

—Eh, no me mires así. Sé lo que estás pensando —la señaló con cariño, de ese que emanaba sin siquiera evitarlo, de ese cariño paternal del que siempre careció, pero añoró tanto —. Necesitaba salir un poco, tengo miedo de convertirme en un vampiro encerrado.

Stella rio con sinceridad, disfrutando de su compañía, de que fuera él quien le sacara una risa.

—¿Cómo has estado? Hace días no vas por la pastelería.

—Pendiente de mí, supongo que tiene que ver con que me extrañas.

—Siempre —suspiró —. Los pasteles de menta están esperando por ti.

—Que nadie los compre —advirtió en su faceta de gruñón.

Le daba ternura. Incluso como tiraba su cabeza hacia atrás de cara al sol. Stella lo admiró con nostalgia, cientos de preguntas merodeaban por su cabeza. ¿Dónde estaba su familia? ¿Dónde vivía?

—Espero que sigas haciéndole caso al médico, Will.

—Él espera lo mismo.

Stella soltó otra risa contagiándolo y apoyó su cabeza en su hombro. Su aroma hizo que sus ojos se cristalizaran sin entender el motivo, era un sentimiento tan fuerte, le recordaba al de su abuelo.

Reputación macabra © (Markov IV)Where stories live. Discover now