Capítulo 25

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—No

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—No...no lo sé, creo que lo he visto en la pastelería.

Eleanor frunció sus labios, su mirada anclada en el rostro de su padre plasmado en una foto.

—No hace mucho tiempo que falleció. Seguramente estuviera recorriendo cada pastelería en busca de los mejores postres. Luego de jubilarse no tenía mucho por hacer —sonrió con nostalgia.

Stella asintió con su cabeza.

De por sí ya su vista era borrosa, su cabeza daba vueltas, y quizá si era William, quizá era una coincidencia solo por el nombre, o quizá era ella que se llenaba de excusas para no pasar otra vez por el rechazo y las miradas de esa familia. ¿Quién iba a creerle? ¿Quién iba a ponerse en sus zapatos y entender que algo como eso podía ser cierto?

Stella resopló y cerró el álbum.

—Puede ser que lo haya visto hace un tiempo —comentó jugueteando con sus dedos —. Lo siento, Ele. No quería incomodarte con mi pregunta...

—Tranquila —rechistó —. Mi padre se movía por todos lados, no me extrañaría que lo conocieras.

Stella le regaló una sonrisa que intentaba esconder su incomodidad, su desconcierto, esa incertidumbre de no saber si podía o no abrir la boca y someterse a una nueva realidad que no podría aceptar.

—¿Dónde vamos a dormir? —preguntó Enzo al acercarse a la mesa con una de sus hermanas en brazos. Eleanor se marchó con él, dejándolos solos.

Aquella joven intentó ponerse de pie y salir de su comodidad, pero el firme agarre de León en su cintura la hizo quedarse en su sitio.

—¿Estás bien? —cuestionó admirando su perfil.

—S...sí.

Por el rabillo del ojo lo vio alternar su mirada en el álbum y en ella. No se tragaba sus respuestas, era como si pudiera ver más allá de lo que ella quería mostrar, convencerse.

No le agradaba la manera en la que podía leerla. Lo mejor era esperar novedades por parte de su cuñado, si logró comunicarse con Lea para conocer el paradero de William, tal como se lo pidió.

Eran muchas coincidencias...los pasteles de menta, la tos, la foto.

Pero las coincidencias en esa familia no ocurrían, todo era fríamente calculado. No podía gritarles a los cuatro vientos que su padre probablemente se aparecía en su pastelería desde hace tiempo.

¿Por qué a ella? ¿Por qué le aparecía a ella?

Necesitaba pruebas, algo, por más minúsculo que fuera que le dijera que no se trataba del mismo William, aunque en su ser ya aceptaba lo que ocurría.

No quería hacerlo en voz alta.

No esta vez.

—¡Tío! ¡Mi madre ha dicho que dormiré con ustedes!

Reputación macabra © (Markov IV)Where stories live. Discover now