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Inclinó la cabeza descifrando de qué iba esa sonrisa socarrona en sus labios mientras limpiaba la sangre en su mejilla. Había sido un golpe fuerte, lo admitía. Su mano sintió la tensión, pero no lo demostró, aun así, Zafer se movía provocándolo, y eso lo fastidiaba. ¿Qué era lo divertido? ¿El golpe? ¿O acaso los dos eran demasiado masoquistas que no podían detenerse hasta que el dolor se viera reflejado en el rostro de alguno?
León alzó sus hombros y flexionó su cabeza a ambos lados golpeando sus guantes. Desde una esquina Sergei lo contemplaba con seriedad, quizá preguntándose qué tanto iba a demorar.
Solo necesitaba borrarle esa estúpida sonrisa del rostro y así irse. Sus brazos se tensaban ante la expectativa, pasó su lengua por sus dientes sintiendo el sabor de su sangre. Si, había recibido un golpe que lo llevó contra las cuerdas, pero eso no le molestó mas que la incertidumbre de esa sonrisa que llevaba Zafer cada vez que recibía un golpe.
Era como si supiera algo que él desconocía, y lo usara para su propia diversión.
Se acercó en dos zancadas rabioso y golpeó su mejilla provocando que su rostro girara. Pero la sonrisa seguía ahí, molestándolo, torturándolo, jugando con su propia mente. Incluso esta vez escuchó su risa pese a las voces de los presentes.
—¿De qué carajos te ríes? ¡Eh! —gritó alzando su mentón a escasos centímetros de su contrincante.
Zafer sacudió su cabeza y apretó sus labios aguantando su entusiasmo. Con un brazo rodeando su abdomen, pues el dolor en sus costillas provocado por un nuevo golpe lo hizo retorcerse.
Oh, pero la sonrisa estaba ahí.
—Malditos turcos —escupió sobre el suelo sintiendo su cuerpo prendido fuego y la sangre escurriéndose por su mejilla.
—Hey s—
Ni siquiera le permitió terminar con sus explicaciones, León volvió a golpearlo esta vez con mayor fuerza. Una, dos, tres veces hasta que la presión en sus hombros se alivianara. Pero eso no ocurría, cada vez era peor, cada vez lo golpeaba con mas rabia preso de las imágenes en su cabeza, de ese juego macabro que aparecía cada vez que perdía la razón, cada vez que la imagen de Stella con su nuevo collar luciendo sobre su pecho lo aniquilaba. Cada vez que rememoraba sus lágrimas cuando su padre se lo obsequió.
¿Por qué lloraba?
¿Por qué lo tenía que mirar de esa forma como si le importara?
¿Por qué a él le importaba la razón de su llanto? ¿Por qué sentía que debía romperle la cara a Zafer hasta saciar su rabia?
¿Por qué el rostro de Caroline cada vez se borraba más de su mente y aparecía el de Stella y esa maldita pastelería?
—¡León!
¿Por qué ahora sus negocios iban mejor cuando estaba alejado de su familia?
