Capítulo 21

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—Hay alguien que quiere verte

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—Hay alguien que quiere verte.

Lea apareció sobre la puerta de la cocina asomando apenas su cabeza.

—¿Alguien como quién? Estoy ocupada —señaló los papeles en su pequeño escritorio, esos que llegaron de la Junta tras sus averiguaciones por adquirir el local de al lado.

Alguien como tu cuñado, el rubio, alto, grande, apuesto, cuarenta y tantos tal vez —bromeó soñadora.

¿Emilio?

Enseguida se levantó de su silla sin saber si era cierto, pero también con la necesidad de averiguar qué buscaba su cuñado apareciéndose por primera vez. Oh, no ¿Querría bajar a los túneles? ¿Cómo lo haría si no estaba León? Ninguno sabía que por esa pastelería estaba la entrada, León se encargo de abrir otra en el casino.

Eran tantas las posibilidades que sus manos comenzaron a temblar.

—¿Estás bien? ¿Quieres que llame a León o su otro hermano el que siempre anda por aquí?

Stella atisbó una sonrisa intentando tranquilizarse.

—No, no. Seguro sea algo sobre la familia.

—¿Y por qué no se comunica con León? Mira como te pones de solo saber que uno de ellos está en este lugar —acarició su brazo.

—Porque León no responde sus llamadas hace semanas. Supongo que viene a mi por eso. No te preocupes —aseguró dejando su delantal sobre el perchero.

Se abrazó a si misma, alzó su mentón y salió hacia la pastelería encontrándose con su cuñado admirando todo el minúsculo espacio que aun les quedaba libre. Stella se resguardó detrás de la caja registradora, algunos clientes entraban y William también lo hizo. Sonriéndole, Stella le aseguró con solo mirarlo que en unos minutos le daría sus pasteles de menta.

—Emilio —carraspeó para que volteara.

De manos cruzadas en su espalda, Emilio giró ante su llamado.

—Que lugar tan...llamativo —indicó meciendo su cabeza.

¿Qué significaba? ¿Qué era de su agrado?

—Gracias.

—Aunque está quedándote chico. Deberías ampliar hacia el local vacío que tienes al lado —aconsejó con solvencia, pero tranquilo.

Stella frunció el ceño levemente. Era la primera vez que le dirigía la palabra de una manera amena, reconociendo su lugar en la familia sea falso o no.

—Es lo que estoy tratando de hacer. Averiguar si tiene dueños —tamborileó sus dedos en el mostrador. La incertidumbre de no saber cuál era el motivo de su visita la traía nerviosa.

Emilio se movió con elegancia dejando que los clientes sean atendidos, pero ninguno parecía ignorar su presencia. Era como si el local se hiciera más diminuto solo por su llegada.

Reputación macabra © (Markov IV)Onde histórias criam vida. Descubra agora