Capítulo 32

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Irse de aquella cabaña era lo que tanto ansió por días, cruzar el portón sin temer que los guardias volvieran a meterla como si no pudiese escapar de él

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Irse de aquella cabaña era lo que tanto ansió por días, cruzar el portón sin temer que los guardias volvieran a meterla como si no pudiese escapar de él.

Ahora cruzaba en una camioneta y nadie intentaba detenerla, nadie la perseguía por el bosque, nadie la devolvía a los brazos de aquel hombre. Ahora iba sentada al lado del Pakhan sin emitir palabra alguna. Sentía su garganta seca, su cuerpo cansado, y su pecho convertido en un nudo que amenazaba con asfixiarla.

Sus valijas iban detrás casi sin poder cerrarse debido a la cantidad de ropa que León había comprado. Ropa que ya no necesitaba usar porque no tenía eventos que atender, ni noches que pasar en el casino a su lado mostrándose como una pareja a punto de casarse.

Pese a que no quedaba lugar en su equipaje, lo sentía liviano, o quizá era la sensación de vacío en su mano. Sus dedos acariciaron el pequeño lugar que por semanas ocupó una joya fabricada de mentiras.

Hoy ya no estaba, ahora volvían a ser manos vacías sin nada que resaltase. Por instinto acarició su cuello. Apenas una vez lo había usado, pero bastó para sentir su piel arder.

Otra joya que no le pertenecía y que había dejado atrás.

Volvía a su vida como tanto anheló, a su pequeño apartamento, a su pastelería. Volvía a la normalidad.

—¿Qué va a pasar ahora? —se atrevió a preguntar tras largos minutos en la carretera.

Donovan guardó su teléfono y alzó su mirada. Era claro que no estaba de humor, lo había oído discutir con Emilio antes de salir.

—Volverás a tu casa y a tu trabajo.

—Si, pero me refiero a todos esos guardias que estaban cuidando el lugar —explicó cruzada de brazos. Sentía tanto frío que ni siquiera recordaba haber tomado un abrigo del armario.

—Se irán y dejaré a los míos vigilándote —aseguró con solvencia, su voz seria, contundente.

Vigilándote, no cuidándote. Ahora pasas a ser otra clase de objetivo, el que puede hablar, traicionar.

Stella asintió despacio, no iba a quejarse cuando él había acudido a su llamado.

—Si lo que quieres saber es qué pasará con la entrada de los túneles que aparece en tu pastelería, se cerrará, y la cláusula de manejar el cincuenta por ciento por ser esposa de León ya no tiene efecto. No tendrás nada que te ate a esta organización. Harás tu vida, y los guardias pasarán desapercibidos hasta que sea necesario.

Sus palabras hicieron eco en su cabeza, ya no había nada más que dudas, incertidumbre, preguntas sin respuestas que Mailo puso en su cabeza.

"Tu padre apostó tu pastelería a los rusos a cambio de dinero. Te ha apostado a ti y uno de ellos debía casarse contigo. Esa pastelería no es tuya."

Reputación macabra © (Markov IV)Where stories live. Discover now