Capítulo 28

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El desayuno se transformó en todo lo que era su vida en esos momentos; un completo caos

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El desayuno se transformó en todo lo que era su vida en esos momentos; un completo caos. Sus sobrinos apenas podían quedarse quietos. Ethan se paraba en su silla queriendo más mermelada luego de que su madre le dijera que no.

—Ethan, a tu silla —ordenó Emilio contundente sin sacarle los ojos de encima, y eso fue suficiente para que también Elliot dejara de jugar con sus cubiertos.

León masticó en silencio sobre la cabecera. Su mente estaba en otro sitio ignorando el caos que era su familia.

Stella no había salido a desayunar, y las miradas de su cuñada estaban puestas sobre él indicándole que no se tragaba el cuento de que había amanecido con dolor de cabeza.

León le sonrió con su taza de café en sus labios, pero Eleanor no paraba de alternar su cabeza entre la mesa y el pasillo. Y es que llevaban una hora desayunando y la tensión latente que amenazaba con explotar por todos lados debido a dos razones; la ausencia de Stella, y la necesidad de Emilio por hacer preguntas de lo ocurrido con los italianos.

—Sobró café y un poco de pastel —aludió Enzo sin necesidad de aclarar a qué se refería. Su madre lo acompañaría en su idea.

—Lo apartaremos para Stella.

—¿Se lo llevó ahora?

Ay, Enzo...Enzo.

—Esperaremos a que se sienta mejor —sugirió Eleanor limpiando las mejillas de una de sus hijas.

—Tal vez se sienta mejor si desayuna.

León arqueó una ceja ante la insistencia de su sobrino.

—¡Le golpearé la puerta! —añadió Ethan dispuesto a formar parte de cualquier cosa que le prohibiera quedarse quieto.

—No, cariño. Dejemos a Stella descansar.

La dulzura con la que le hablaba su madre bastó para que ninguno se pusiera de pie.

—Seguro que debe extrañar su pastelería...—continuó ella acariciando la mano de su hija con inocencia —. No es fácil pasar de una vida normal a esta donde debes encerrarte cada vez que dos hombres deciden sacarse las cabezas y poner toda una familia en peligro.

Emilio soltó los cubiertos en su platillo y carraspeó incómodo.

—¿Algo que quieras contarnos, cuñada? —alardeó León apoyando su mentón sobre sus manos.

—No creí haber nombrado a nadie, pero es curioso que hayas saltado primero que tus hermanos —aludió achicando sus ojos en desconfianza.

—Siempre dándole alas a esa cabecita tuya, eh —le sonrió tétrico.

A esas alturas debería tener en claro que los únicos que no le dejarían desayunar en paz no serían únicamente sus sobrinos cuando Eleanor era quien los potenciaba.

Reputación macabra © (Markov IV)Where stories live. Discover now