Capítulo 27

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Lo menos que esperó Stella fue oír su fría carcajada haciendo vibrar su frágil cuerpo sobre aquellas fuertes piernas

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Lo menos que esperó Stella fue oír su fría carcajada haciendo vibrar su frágil cuerpo sobre aquellas fuertes piernas. Ni siquiera trató de quitar el cuchillo de su cuello, o sacarla de encima. Iba tan relajado, como si disfrutase de la estupidez más grande que pasó por la cabeza de esa pelirroja, pero con ninguna intención de negar las acusaciones.

Stella bajó el cuchillo, observando la diversión de ese hombre como si hubiese dicho el mejor chiste de todos.

Él pasó una mano por su rostro refregándolo, como si estuviese cansado, y suspiró relajado.

—¿Qué quieres que te diga, solnyshka? —preguntó.

El cambio en su rostro fue abismal, espeluznante. Ahora la miraba serio, su rostro oscureciéndose con una maldad que jamás podría pertenecerle a otra persona que no fuese él.

Stella entre abrió sus labios con la clara intención de interrogarlo, de no dejar que se escapara con cientos de excusas.

—Lo maté, si —espetó sin emoción alguna.

Aquella joven sintió su piel erizarse, su corazón detenerse ante la carencia de empatía en ese hombre. ¿Siempre había sido así? ¿Por todo ese tiempo pasó por alto que León Markov era un hombre frío, macabro incapaz de ponerse en el lugar de los demás?

Su vista comenzó a nublarse obligándola a salir de su regazo, pero las manos como pinzas la anclaron a él. Stella se quejó ante la presión en sus caderas, ante la nula movilidad.

—¿Quieres que te diga las razones? ¡Eh! —bramó entre dientes desconociendo el momento de intimidad donde la vio llorar minutos atrás.

—Suéltame —sollozó removiéndose sin éxito.

—¿Quieres que te relate cómo abrí su cuerpo y arranque su tráquea? ¿Eso es lo que quieres?

Stella sintió que sus extremidades no respondían, su respiración atascándose en su pecho. Sorprendida de que en ningún momento intentó ocultar lo que hizo, la impunidad estaba en cada palabra.

Las palabras de Ethan resonaron en su cabeza, todo el tiempo resaltando con fascinación lo que su tío les hacía a sus víctimas. Pero su padre...Dios, era impensado imaginárselo. Hacía tantos años que no lo veía, que ni siquiera sabía de él. Por más que él la sacó de su casa, que se quedó con cada recuerdo de su madre, jamás sería una persona que le desearía la muerte a otra, que anhelara sentir sus manos manchadas de sangre. Esa no era ella.

—Déjame salir —pidió tratando de soltar sus brazos que ahora eran capturados por aquellas fuertes manos.

—Mejor hablemos primero de qué hizo tu queridísimo padre para terminar como terminó. ¿Quieres hablar, eh? ¿es eso? —refutó cada pregunta con austeridad —. Hablemos con la verdad —dictaminó decidido a relatarle cada segundo de tortura que sufrió su padre. Podía ver las ansias en aquellos ojos oscuros, la apatía con la que pensaba decírselo.

Reputación macabra © (Markov IV)Where stories live. Discover now