Capítulo 14

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—Te ayudo

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—Te ayudo.

—No —demandó León a Enzo quien ya amagaba a acomodar la enorme tela del vestido de Stella.

Había algo en esa situación que no le agradaba, la manera en la que su sobrino la miraba, o la manera en la que él sentía celos de un adolescente. Era una idiotez, aun así, no podía ignorar esa sensación barriendo por su pecho. La odiaba, detestaba saberse incomodo de esa forma, y era por eso que su humor ya rozaba el límite.

Stella salió del auto y pasó sus manos por su falda intentando que tantas capas de tela lucieran mejor. De reojo observó a León agacharse en cuclillas y acomodar las puntas de la tela, su entrecejo fruncido probablemente detestando lo que estaba haciendo, aunque esa imagen de tenerlo así la hizo tragar en seco. Una sensación pesada y desconocida barrió por su cuerpo mientras él tiraba su saco negro hacia atrás con fiereza y se ponía de pie.

Stella alcanzó a ver dos cuchillos debajo de su saco, y una pulsera en su mano. Lo cual no era extraño cuando usaba siempre sus anillos y ese collar con esa pintoresca cruz colgando.

Jugueteó con sus manos sin saber donde dejarlas, la majestuosa mansión ante ellos iba decorada de pies a cabeza, y ni hablar del jardín con todos los arreglos florales y luces para celebrar la ceremonia.

Ahí estaría su catering, ante todas esas personas que no paraban de entrar y salir del jardín. Dios, eso no la dejaría tranquila en toda la noche, observaría sus rostros, los primeros bocadillos que escogieran, sus muecas al degustarlos, sus...

León sujetó su mano entrelazando sus dedos.

Por primera vez.

Sin ni siquiera darle tiempo de procesarlo porque la había dejado sin palabras.

No, no.

No quería saberlo.

Cerró sus ojos negada a la primera imagen que pudiera llegarle.

Pero no llegó nada, ni un atisbo de lo que podría ser el alma de ese hombre, sus pecados o su futuro. Nada.

Entreabrió sus ojos y miró su perfil; su fiera mirada al frente con su mentón en alto, como si nada de lo que estaba pasando lo afectaba de la misma manera que a ella, como si la forma en la que su mano atrapaba la suya no fuese...perfecta. La justa medida.

Stella prefirió no decir nada.

Respiró hondo y mostró su mejor sonrisa apenas cruzaron el portón.

Inmediatamente las miradas recayeron en ellos, y es que esta vez venían acompañados de los hijos de Eleanor y eso ya dejaría por sentado la seriedad de su relación. Esos niños no iban a estar cerca de cualquier persona sin que fuese cercana a la familia. Era la primera muestra de credibilidad que sacarían los invitados, la gente que León necesitaba convencer.

Reputación macabra © (Markov IV)Kde žijí příběhy. Začni objevovat