Capítulo 35

2.4K 387 131
                                    

Era el segundo round de la noche, tal como Mailo se lo había dicho la música retumbaba en la abarrotada sala, mezclándose con risas elegantes, esas que con solo oírlas daban a entender que provenía de alguien adinerado, y conversaciones de negocio...

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Era el segundo round de la noche, tal como Mailo se lo había dicho la música retumbaba en la abarrotada sala, mezclándose con risas elegantes, esas que con solo oírlas daban a entender que provenía de alguien adinerado, y conversaciones de negocios, posiblemente planeando una nuevo acuerdo o alianza de los italianos.

Luces de colores parpadeaban en el techo de la inmensa sala, logrando un ambiente vibrante y festivo. ¿Qué celebraba Mailo? Por más que tratara de leer los gestos de los invitados, oír algunas conversaciones nada le indicaba el motivo de esa fiesta.

En medio de la barra, Stella se tambaleaba ligeramente casi sin notarlo, sus mejillas encendidas por el alcohol y las emociones que bullían dentro de ella.

—¿Qué crees que estén hablando Mailo y ese viejo?

Lea se encontraba casi de la misma forma, aunque de ambas era la que menos había bebido.

—¿Negocios? —retrucó frunciendo el ceño, llevando su mano a su nuca. Su piel pegajosa la incomodaba, y junto a la picazón en su cuerpo ante la adrenalina de saber que él estaba merodeando por el mismo lugar tentando a su propio destino, creía que iba a darle un pico de ansiedad.

—Tal vez deberíamos buscar posibles inversores —aludió Lea perspicaz provocando que Stella reprimiera su risa.

—¿Inversores para qué? Si nosotras no tenemos nada que ofrecer en este ambiente.

—Lo sé, pero tal vez alguno podría invertir en la pastelería y con eso poder ampliar hacia el local de al lado.

Stella soltó una bocanada de aire. Había olvidado que aquel asunto seguía detenido, pero tampoco era el último, ya ni siquiera había pasado por el muelle, ni sabía cómo estaba su pequeño barco, ni encontraba las ganas de perderse por horas en el mar como siempre le había gustado de pequeña.

Era como si su vida se hubiese detenido por la llegada de León, por sus enredos, por los estragos que ambos hicieron, por haberlo seguido en toda esa mentira y haber salido peor gracias a que no supo contener lo que sentía.

Todo lo que una vez fue, esa mujer que se levantaba todos los días para sacar su negocio adelante, que brilla con una sonrisa a cada cliente, que por las tardes cuando cerraba disfrutaba de la brisa del mar sobre su rostro y regresaba a su apartamento tranquila, ya no existía.

Nada de eso existía.

León se había arrebatado todo, y ella lo permitió. Porque por más que quisiera odiarlo, detestar como su cuerpo respondía con solo saber que compartían el mismo sitio, sus sentimientos resurgían con fuerza.

Odiaba sentir lo que sentía, odiaba ser la única que se atreviera a convivir con ese manojo de sentimientos que la asfixiaban con el paso del día, pero más odiaba que él saliera impune de como la hacía sentir.

Había jurado alguna vez tenerlo de rodillas.

Había jurado que toda esa oscuridad con la que se camuflaba iba a desaparecer.

Reputación macabra © (Markov IV)Where stories live. Discover now