Capítulo 26

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Podía sentir el olor apenas desde el portón

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Podía sentir el olor apenas desde el portón. Ese olor que lo obligaba a escupir en el primer metro cuadrado de aquel jardín. Jamás supo desde cuando había comenzado su odio o repulsión a todo aquel que no fuese parte de su clan, al extranjero que venía y quería usurpar lo que ellos tomaron primero. Pero ahí estaba, en territorio de los italianos acompañado de un turco.

Zafer tiró el cigarrillo al suelo y lo piso con su bota. Desde que habían salido llevaba una sonrisa de burla en su rostro, y no hacía falta conocerlo a fondo para saber que se regocijaba en el desastre que haría León, ansiándolo. Era lo que ambos compartían al dirigir el casino y enfrentarse cada semana en el ring; la necesidad de ver sangre, suya o de la persona que recibiría su golpe.

Y algo le decía a Zafer que esa noche habría mucha.

—Entonces tus hermanos no saben que estás aquí. Será buen regalo una caja con tu cabeza —canturreó frente a la camioneta escoltada por sus guardias.

—Puedes quedarte afuera antes de que termines orinándote encima —refutó admirando todo el recinto, atento a la cantidad de vehículos en la mansión.

—¿Y perderme lo que harán estos italianos contigo? —chasqueó su lengua acomodando su abrigo.

León tensó su mandíbula. No podía quejarse, gracias a Zafer estaba frente a la casa de los italianos. Ya esperaban por ellos, era claro darse cuenta gracias al incremento de guardias.

El portón se abrió en dos permitiéndoles la entrada.

Ambos caminaron a la par. Ni en sus mejores sueños podría imaginarse que se metería en otro territorio sin sus hermanos, pero ninguno de ellos estaba el tanto. Donovan había sido claro en aquella llamada; enviar a Zafer solo y averiguar qué tramaban, pero León era conocido por influenciarse por sus impulsos.

Subieron los escalones de esa mansión. Zafer se detuvo al darse cuenta que caminaba solo.

—Tienes un problema con escupir todo el tiempo —demandó sacudiendo su cabeza.

León trotó los escalones desprendiendo los primeros botones de su camisa. Sentía la tela adherida a sus brazos soportando la tensión, la adrenalina que lo sofocaba de solo enfrentar a Mailo.

Zafer carraspeó meciendo su cabeza en una especie de saludo hacia el guardia, mientras que León dejó salir una risa en cuanto abrieron la puerta de la mansión. Mordió su labio y negó con su cabeza rendido a las estupideces de los italianos.

Sobre una larga mesa estaban todos ellos. Pero sabía a quién mirar, a ese mismo sujeto de anteojos a la derecha de la cabecera que lo observaba con la misma intensidad que él.

Como el gran patriarca y líder del clan italiano; Vittorio Montanari, setenta años y sin ánimos de retirarse y dejar su puesto a su primer hijo.

En cada rincón de esa sala se apostillaban los guardias, y ninguno se atrevió a detenerlo cuando él tiró la silla de la otra punta de la mesa y se sentó sin que nadie lo invitara.

Reputación macabra © (Markov IV)Where stories live. Discover now