Capítulo 31

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Era la tercera ronda, quizá la cuarta de esa noche, pero Emilio parecía no querer levantarse del banco hasta que pudiera ganarle a Iván pese a las burlas de León por saber que su guardia era mejor que su hermano

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Era la tercera ronda, quizá la cuarta de esa noche, pero Emilio parecía no querer levantarse del banco hasta que pudiera ganarle a Iván pese a las burlas de León por saber que su guardia era mejor que su hermano.

Sergei miraba la mesa de brazos cruzados, no había querido participar y solo se limitaba a beber de su botella de cerveza. No había otra cosa que hacer en esa cabaña, y antes que estar solo prefería perder el tiempo en un juego de cartas, aunque fuese de espectador, y beber la cuarta botella.

—Por esa razón no tienes casinos —se mofó León con su vaso de vodka frente a la mueca de enojo de Emilio quien no paraba de sacar billetes y anclarlos en la mesa.

—Tengo que dirigir una empresa antes que sentarme en un casino a jugar cartas —aclaró imperioso.

León meció su cabeza dándole la razón. Lo corporativo y administrativo solo lo entendía Emilio y claro, su esposa. En cambio, lo suyo eran las calles, los casinos y mantener el orden, aunque su propia vida fuese un desastre.

—Moy ser —mencionó Iván avisándole que era su turno.

Con una sonrisa burlona, León ojeó sus cartas y alzó su mirada hacia Emilio. Éste lo observaba expectante deseando que no terminara la partida y tuviese que soportar su ego por las nubes.

León lanzó las cartas y Emilio resopló peinando su cabello hacia atrás.

—Necesito un cigarro —rezongó poniéndose de pie de esos incomodos asientos que adornaban el jardín.

—Pero Emilio...si pareces que te vas a poner la llorar.

León lo provocaba de brazos abiertos causando la risa de sus guardias.

—Eres un tramposo.

—Eh, eh —rechistó señalándolo con su vaso —, aprende a perder. No eres bueno en esto, acéptalo.

Sergei sacudió su cabeza observándolos. No era la primera vez que un juego de cartas generaba disputa, de hecho, varias veces terminaron a los golpes, pero eso eran años atrás, años donde ninguna mujer estaba aún en esa familia.

—¿Fuego? —le preguntó Emilio acercándose. Sergei buscó en su bolsillo y lo extendió —. Se te ha caído —indicó hacia sus botas militares, esa pintoresca vestimenta que solo alternaba entre tres colores.

Agachando su cabeza se percató del papel blanco doblado sobre sus botas. Rápidamente lo levantó y volvió a guardar, sin levantar sospechas. Tampoco era como si sus hermanos fueran a sacar las cabezas de sus ombligos y preguntaran.

—¿Sergei? ¿Apuestas o te quedarás como un poste? —cuestionó León volviendo a barajar.

Para su sorpresa aquel joven asintió y tomó el lugar de Emilio balanceándose un poco.

—Vaya, quien diría que tienes veinticinco años y sabes jugar cartas.

—Cierra la boca —exigió sacando dinero de su chaqueta y redoblando la apuesta.

Reputación macabra © (Markov IV)Where stories live. Discover now