03.- Manada

362 40 0
                                    

03.- Manada

|Bakugo POV|

El chico pelirrojo me miraba confundido, casi como si no supiera de qué hablo. Pero yo lo había visto, hace poco, caer al agua cuando trataba de advertirle que no debía estar aquí. Por eso había tomado mi forma humana para buscarlo antes de que se ahogara en el lago, ¡pero no estaba por los alrededores!

Y ahora aparecía detrás de mí, confundido, y con la ropa ligeramente mojada.

-Oye, emm......-

-Bakugo.- completé.

-Bien, Bakugo. No sé de qué hablas, pero créeme, no es seguro estar aquí.- comentó, acercándose a mí.

-¿Por qué no?-

-Porque hay lobos.- dijo, tomándome por la muñeca y sacándome del agua.

-Lo sé. Pero no son peligrosos.-

El pelirrojo soltó una risita irónica, rodando los ojos con fastidio.

-¡Oh, claro, son super mansos! Por eso han estado desapareciendo personas últimamente ¿no?-

Lo tomé del cuello, estrellando su cuerpo contra un árbol cercano. ¡¿Quién diablos se creía este maldito extra para hablar así sobre MI manada?! Gruñí de rabia.

-No hables sin saber, pelos de mierda.- dije, soltando mi agarre al escuchar un aullido cercano. ¡Me estaban llamando!

-Joder, casi me asfixias.- se quejó el pelirrojo, tosiendo.

-Será mejor que te vayas.-

-¿Qué...?¡Pero si......!

Pude ver el miedo y la sorpresa plasmados en el rostro del pelirrojo cuando me vió transformarme en lobo frente a sus ojos. ¡Incluso se había caído de la impresión! Y aunque agaché mis orejas a modo de sumisión para mostrarle que no era peligroso, él se levantó dando traspiés y comenzó a correr por donde había llegado.

-Bakugo ¿acaso estás jugando al escondite?- escuché en mi cabeza la irritante voz bromista de Mirio, el Beta de mi manada... y mi amigo.

-Déjame en paz. Solo vine al lago a pensar un rato.- gruñí, comenzando a caminar rumbo al sur, donde estaba la manada.

-¡¡¿QUÉ...?!!- chillé de dolor, agachando la cabeza, por semejante grito. -¡Según los vigilas había un grupo de humanos allí!-

Me ahorré mis comentarios al respecto, siguiendo mi camino sin mencionar palabra alguna; escuchando a Mirio hablar sobre lo imprudente que fui al ir a un lugar lleno de humanos que, según él, pudieron matarme. Pero yo me asegure de comprobar que no fueran cazadores o algo, no soy idiota.

Caminé sin prisas hasta llegar al pie de la montaña, donde apenas puse mis patas en el lugar, un lobo notoriamente más alto que yo y de pelaje rubio intenso se me lanzó encima, gimoteando y frotando su mejilla con la mía. ¡Dios, Mirio era un jodido exagerado!

-¡No estás herido ¿verdad?!¡¿VERDAD?!- preguntó con insistencia.

-¡¡QUE NO, CARAJO!!- gruñí, mostrando mis colmillos, logrando que se alejara de mí. -Cada día estás más molesto.-

-Qué cruel eres.- gimoteó, agachando sus orejas con fingido pesar. -Sabes que me preocupo por t......-

-¡Vaya! Así que nuestro futuro líder se dignó a aparecer.- gruñí, enojado, al reconocer esa jodida voz.

Detrás de Mirio, venía un lobo de pelaje azabache y ojos azules al que odiaba con todo mi ser. ¡Dabi! Era el miembro más nuevo de la manada y no confiaba nada en él, y por como erizaba los pelos de su lomo, Mirio tampoco.

-¡Vete al diablo, Dabi!- escupí, lanzando un mordisco al aire; dejándole claro que, si se acercaba, iba a atacarlo.

Él solo sonrió antes de seguir su camino, pasando descaradamente a mi lado, rozando su cuerpo contra el mío. Y, si no hubiera sido porque Mirio se puso en medio, le habría arrancado la maldita cabeza de un mordisco.

-Déjalo, Bakugo. No lo vale.- susurró Mirio, empujándome para que caminara. Y así lo hice, dejándome arrastrar por él a una pequeña cabaña de madera.

Mirio toma su apariencia humana; un chico alto y robusto, de cabello rubio y ojos azules. Y, tras acariciarme la cabeza, me indica que pase; por lo que lo imito, tomando mi forma humana para entrar, después de él, a la cabaña.

Tomo la chaqueta verde albahaca que cuelga sobre un pequeño clavo en la pared de la entrada y me la pongo, cubriendo mi desnudez. Y me siento sobre la banca de madera que Mirio tiene en la sala.

-Oye, Bakugo ¿tienes hambre?- escucho preguntar a Mirio desde la cocina.

-No, no tengo. Descuida.- mentí, al verlo asomarse por la puerta que daba a la cocina.

Y, al cabo de unos segundos, Mirio se sentó a mi lado, ofreciéndome un plato con carne asada que me hizo salivar de lo delicioso que se veía. Lo tomé, agradeciéndole y escuchando un "qué mal mentiroso eres" por parte de Mirio.

-¿Y bien?¿Cómo era?- me preguntó, curioso.

-¿El qué?- le di un mordisco a la carne, saboreando el suculento sabor que tenía. ¡Si es que el imbécil sabía cocinar de maravilla! O quizás solo tenía hambre.

-El humano con el que chapoteabas en el lago.-

Casi me ahogo con el trozo de carne que masticaba, por lo que Mirio comenzó a darme golpecitos en la espalda para ayudarme a pasar el mal trago.

-¡¿Qué diablos...?!-

-Apestas a humano.- respondió Mirio con simpleza, encogiéndose de hombros. -Es obvio que estabas con uno. Y siento curiosidad. ¿Era guapo?-

-¿Estás escuchando las tonterías que dices?- cuestioné, viendo como Mirio hacia un mohín.

-¡Vamos! Sé que estabas con alguien en el lago, ¡tienes su aroma!¡No lo niegues, pillín!- siguió insistiendo, tomándome por los hombros para zarandearme.

-¡Sí, carajo, estaba con alguien en el lago!- admití, haciendo que me dejara en paz, esperando que continuara hablando. -Era pelirrojo, alto y...- me callé.

-Y era guapísimo.- completó Mirio, sonriendo con diversión. Rodé los ojos.

-Pareces una maldita colegiala.-

Me acabé la comida de un bocado y me levanté, saliendo de la cabaña. Aunque me detuve en la entrada al escuchar la voz de Mirio.

-¿Y cómo se llamaba?- preguntó.

-No lo sé.-

Seguí mi camino y me dirigí a mi hogar, una cabaña algo descuidada. A diferencia de Mirio, solo tengo una cama dentro; ya que normalmente cazo mi comida en el bosque y solo vengo a casa a dormir... a veces. No soy fan de vivir encerrado.

Apenas entrar, me tiro sobre la cama, tratando de dormir; pero el rostro de aquel pelirrojo del lago me hace gruñir inquieto. Ese rostro... ¡lo odio! Y por más que trato de apartarlo de mi mente, no dejo de verlo, una y otra vez, mirándome con terror. Siempre es así, los licántropos no somos bien recibidos por los humanos.

Un olor agridulce llega a mi olfato, haciendo que me incorpore de un salto sobre la cama, olisqueando el lugar. ¡Esta cerca! Y, sin dudas lo reconozco...

-¡No me jodas!- gruñí, saliendo de la cabaña y tomando mi forma de lobo, comenzando a correr hacia el bosque...

... dónde el olor agridulce de aquel chico pelirrojo se mezcla con el de la sangre.

Good BoyWhere stories live. Discover now