33.- Al fin algo de paz

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33.- Al fin algo de paz

|Kirishima POV|

 
  

¡Dios! Los últimos días habían sido una completa locura. Shoto y yo habíamos sido ingresados al hospital general debido a las heridas que sufrimos tras el encuentro con Dabi. Según nos contaron los doctores al despertar, nos trajo una chica morena de cabello blanco, pero no saben su nombre ya que, en cuanto se dieron la vuelta para ingresarnos, ella había desaparecido.

Los primeros días habíamos sido interrogados por algunos agentes de policía tras nuestro ataque "por parte de una pandilla local". Obviamente tuve que mentirles, lo cual no fue nada varonil de mi parte. Pero, ¡hey!, no iban a creerme aunque les dijera la verdad. Aunque me angustiaba un poco no saber qué había dicho Shoto sobre el tema.

Él había tardado mucho más en despertar, ya que había perdido mucha sangre y sus heridas eran más profundas. Y aunque había corrido a verlo nada más enterarme de su despertar, los enfermeros no me dejaban entrar por órdenes de Enji-san. Si antes Enji Todoroki me odiaba, ¡ahora más!

Suspiré, saliendo de mis pensamientos cuando el doctor entró en la habitación y me examinó el brazo, como era rutina. Pero no me atreví a mirar la herida.

-Bueno, Kirishima-kun, todo parece ir sanando bien. Puedo firmar tu salida hoy.– me indicó el hombre, sonriendo. –Aunque debes guardar reposo de igual manera. Nada de sobreesfuerzos.–

-¡Claro!– lo que sea por irme ya.

Cuando me dieron el alta, ya me había cambiado, sonriendo con una inmensa satisfacción al poder llevar el trasero cubierto al fin. Miré a mi madre, que había ido a buscarme, y salí con ella; deteniéndome un segundo frente a la puerta de la habitación de Shoto.

Mi mano tembló al acercarme al picaporte con la intención de abrirla.

-¿A dónde crees que vas, mocoso?–

Ni siquiera me hace falta voltear para saber que es Enji-san quien me habla. Su sombra incluso cubre la mía en la puerta.

-Yo… solo quería pasar a ver a Shoto.– susurré.

-No creo que le alegre el recibir una visita de la persona que casi hace que lo maten.– escupió. –Ni siquiera pudiste protegerlo.–

Me doy la espalda y camino hacia mi madre, sintiendo que sus palabras resuenan en mi cabeza, haciendo que me sienta culpable. Ya sabía que el estado de Shoto era mi culpa, ¡fui yo quien lo metió en ésta locura! Pero por más que me disculpara con él, no sería suficiente. No tenía perdón por lo que hice, lo sé.

-Ei, hijo…– me limpio disimuladamente las lágrimas que caían por mis ojos para girarme hacia mi madre que conducía.

-¿Si?– me duelen las mejillas al forzar una sonrisa.

-Prepararé katsudon para cenar ¿te parece bien?–

-¡Claro! Tu comida es deliciosa.–

Mi madre me sonríe, acariciando mi cabello que está caído al no tener ningún rastro de gel. Sé que trata de animarme, pero dudo que algo pueda hacerlo realmente.

Cuando llegamos a casa, me encerré en mi habitación mientras mi madre preparaba la cena. La verdad, tenía un aspecto lamentable con las raíces negras de mi cabello expuestas. Debía volver a teñirmelo. Suspiré.

Me recuesto boca arriba sobre la cama, mirando a algún punto inexacto en el techo. Aún puedo ver los ojos de Dabi, tan salvajes y sangrientos, mientras caminaba hacia mí para matarme. Si no hubiera disparado…. ahora no estaría  aquí. No habría podido salvar a nadie ¿verdad?

  
 

|Bakugo POV|
  

-¡Bakugo, por favor, no hagas sobreesfuerzos!¡Te vas a abrir las heridas!

Ignoro los gritos de Tamaki, continuando mi carrera con él detrás, luchando por seguir el ritmo. Mirko sonríe ante mi osadía, acelerando el paso al verme tan cerca suyo; por lo que yo también aumento mi velocidad. Tamaki se queda bastante lejos, con Mirio que –aunque le gustaría seguirnos el paso– prefiere estar junto a su Omega.

Sorteo los árboles con agilidad, rebasando a Mirko en un momento. ¡Amo ésta sensación! El viento golpeando contra mi pelaje, y mis patas dejando surcos en el suelo.

-¡¡¡!!!– ahogo un aullido de dolor al sentir una intensa punzada en mi pecho, haciéndome parar de golpe, apoyándome contra un árbol.

-¡Bakugo ¿estas bien?!– Mirko no tarda en llegar, preocupada, pasando su hocico por mi cuerpo para examinarme.

-…. E-Estoy bien, solo… quedé sin aire por la carrera.– miento. Y ella parece notarlo. –Volvamos mejor.– digo, zanjando el tema.

Mirko acaba siguiéndome de vuelta, en un silencio bastante inusual en ella. Incluso Mirio y Tamaki parecen notar la incomoda tensión en el ambiente, aunque no dicen nada. Lo cual agradezco

A veces –como ahora– tengo intensos dolores que me dejan paralizado. Pero no he querido hablarlo con nadie, salvo con el inútil de Tamaki que, durante mi recuperación, ha estado jodidamente pegado a mí. Según él, esto se debe al vínculo con Kirishima; si él se siente mal, yo igual, y viceversa.

Joder… parece que ese idiota pelos de mierda la está pasando fatal.

-Hey, Bakugo…– me llama Mirio, chocando su hombro con el mío para hacerme reaccionar. –¿Estás bien?– me pregunta.

-No lo sé.– confieso, rodando los ojos con molestia. –Yo estoy bien, pero… este estúpido vínculo…– suspiro, frustrado.

-Sí, lo sé.– dice, riendo con diversión. –Pero, te diré algo: un Alfa siempre debe permanecer junto a su Omega.– agrega.

-Mirio tiene razón. Quizás solo necesitas ver a tu Omega pelirrojo.– concluyó Mirko, con una sonrisa pícara.

-¡Déjenme en paz, extras!– gruñí, alejándome de ellos para entrar directamente a la cabaña de Aizawa donde, por órdenes suyas, me estaba quedando.

Por suerte, lo escuché durmiendo en el dormitorio. Me tendí sobre el viejo sofá de la sala, colocando mis brazos a modo de almohada, contemplando el vacío ante mí. Hasta que…

… una lágrima solitaria bajó por mi mejilla, haciéndome gruñir. ¡Joder! Este maldito vínculo va a acabar conmigo a este paso. Quizás deba hablar con Kirishima… después de todo, aún no le agradezco por haberme ayudado con Dabi.

Good BoyWhere stories live. Discover now