15.- Nada es lo que parece

155 17 1
                                    

15.- Nada es lo que parece

|Keigo POV|

   

Dos de mis subordinados habían sido despedazados por un animal mientras patrullaban y Enji-san apenas me había dejado respirar con todo el papeleo que debía firmar para retirar los cuerpos para sus familias. ¡Estaba exhausto! Y cuando finalmente pude irme a mi departamento, lo que hice fue lanzarme sobre la cama sin siquiera quitarme la ropa que llevaba.

Cerré los ojos, dispuesto a dormir cuando el tedioso sonido de mi teléfono me hizo gruñir. Me remuevo en la cama, buscando el teléfono sin abrir los ojos. En cuanto lo tengo en las manos, atiendo la dichosa llamada y me pego el teléfono a la oreja.

-¿Quién llama a esta hora, joder?– me quejo con la voz ronca por el cansancio.

-Perdón por molestar, es que… Todoroki-kun bebió demasiado y…–

-No voy a buscarlo otra vez, ¡que resuelva! La última vez le dije a Natsu que no iría a buscarlo si se embriagaba.–

-¡No, es Shoto!– ¿qué? Me incorporo de un brinco sobre la cama al escuchar ese nombre.

-¿Dónde está?– pregunté, preocupado.

-Frente a la mansión Todoroki. Pero no hay nadie.–

-Dame 5 minutos y estoy allá.– cuelgo la llamada y corro al baño, lavándome la cara para espabilar y me pongo lo primero que encuentro.

Salgo de mi departamento, y me subo a la moto sin siquiera ponerme el casco por la prisa. ¡Me extraña que Shoto estuviese ebrio! De todos los Todoroki, el más tranquilo siempre ha sido él, aunque la perdida de su novio hace unas semanas lo ha devastado. Y lo entiendo. Cuando perdí a mi prometido, Touya, hace unos años, quería morirme, y… si él no me hubiera ayudado, quizás no estaría aquí.

Shoto se volvió como un hermanito pequeño para mí, al igual que Fuyumi y Natsuo. Y cuidar de ellos es lo único que puedo hacer para agradecerles lo que hicieron por mí en ese momento de dolor.

Estaciono mi moto frente a la mansión, viendo a un chico de rebelde cabello verdoso parado frente a la entrada junto a un Shoto que lo mantenía abrazado por la cintura, tratando de besarlo. ¡Vaya!

-Tu debes ser quién llamó.– digo, sacando la copia de la llave que siempre llevo.

-¡Ah! Sí, soy Midoriya Izuku, ¡un gusto!– sonrío divertido al ver la exageradamente rígida reverencia que hace el peli-verde.

-Takami Keigo. O "Hawks" para los amigos.– digo, abriendo la puerta. –¿Te ayudo?– pregunté al ver como Midoriya luchaba por apartar las manos de Shoto de su pecho.

-S-Sí, por favor.–

Tomo a Shoto de la cintura y me lo cargo al hombro, escuchándolo quejarse. Subir a este mocoso por las escaleras fue un suplicio, porque no dejaba de removerse para que lo soltara y, de no ser por Midoriya que nos atrapó, ambos habíamos besado el puto suelo cuando me dió una nalgada, haciéndome perder el equilibrio.

Abro la puerta de la habitación de Shoto y lo arrojo sobre la cama, viendo como se remueve, tratando de levantarse, pero se marea y vuelve a acostarse sobre el colchón, cubriéndose el rostro con el brazo.

-Me siento del asco…– susurra desganado.

-Pues no bebas como loco la próxima.– le regaño. ¡Si Enji-san lo ve así, seguro se enfada!

-Yo… creo que es hora de retirarme.– se apresuró a decir Midoriya. Por suerte lo sujeté antes de que escapara.

-¿Por qué la prisa, brócolito? Ayúdame a cuidarlo un rato.– le pido.

-Es que yo…–

-Vamos, será solo unas horitas. Fuyu-chan no tardará en llegar del trabajo.– con aquello, Midoriya parece aceptar. –Te prometo llevarte a tu casa luego.– sonrío, revolviendo su cabello.

Le hago un ademán con la cabeza para que se quede con Shoto mientras yo bajo a la primera planta, rumbo a la cocina para prepararle algo. Cuando abro la nevera, siento algo rozarse contra mis piernas y, al agachar la mirada, me encuentro con un pequeño gato naranja. Según recuerdo, fue un regalo del novio de Shoto.

-Hola, Riot.– lo cargo, escuchándolo ronronear a gusto entre mis brazos. –¿Tienes hambre?– el felino maulla, supongo que en afirmación, porque su plato se encuentra vacío.

Busco la comida del gato tras dejarlo en el suelo y le hecho algunas croquetas antes de poner su plato sobre el suelo, a lo cual Riot solo lo olisquea y vuelve a mirarme para maullar. Vale, o no tenía hambre o no le gusta comer esto.

Escucho la puerta principal abrirse y, en cuanto me asomo a ver, la sonriente carita de Fuyumi se hace presente. Le sonrío, apoyándome en el marco de la entrada a la cocina.

-¡Ah, Hawks, tiempo sin verte!– me saluda, abrazándome. –¿Qué te trae por aquí?– preguntó, amable.

-Tu hermano.– suspiré.

-¿Natsu?– niego con la cabeza. –¡¿Shoto…?!– sus gafas casi se caen por la impresión.

-Está llevando muy mal eso de la perdida.– le digo, mirando hacia las escaleras. –Parece que se pasó de tragos y uno de sus amigos necesitó algo de ayuda para traerlo a casa.–

-Yo… hablaré con él.– susurra Fuyumi con tristeza.

Le sonrío, revolviendo su largo cabello blanco. El gato a mis pies vuelve a maullar, comenzando a subir las escaleras y lo sigo. Y cuando entro en la habitación de Shoto, sonrío con complicidad al ver al Todoroki menor durmiendo sobre la cama, abrazando a un sonrojado Midoriya.

-N-N-No es lo que parece…– tartamudea nervioso al verme. –Todoroki-kun no quería dormirse y yo…–

-Tranquilo, yo no necesito explicaciones. E igual sé que no hicieron nada o los habría escuchado desde la cocina.– le comento con diversión, viendo como sus mejillas enrojecen aún más.

El pequeño gato pasa a mi lado, maullando, cargando en su boca un teléfono algo abollado. ¿No es el del novio de Shoto? Lo tomó y lo guardo en mi chaqueta por instinto cuando veo que Midoriya consigue librarse del abrazo de Shoto sin despertarlo.

Así que ambos bajamos y nos despedimos de Fuyumi. Y, tal y como prometí, acabo llevando a Midoriya a su casa en mi moto, escuchándolo chillar de miedo en cada curva y sintiendo su firme agarre en mis hombros. En cuanto se baja, tratando de recuperar el color natural de su rostro, le sonrío.

-Muchas gracias por traerme, Keigo-san.– dice, haciendo una reverencia algo exagerada.

-No fue nada. Además, me ayudaste con Shoto, era lo mínimo que podía hacer.– me encogí de hombros, restándole importancia al asunto.

Me despido de él, volviendo a mi departamento. Dejo la moto en el estacionamiento y me voy a mi habitación, casi arrastrando los pies. ¡Ahora sí estoy reventado! Me lanzo sobre la cama, rebotando un par de veces hasta quedar acostado bocabajo sobre el colchón… pero algo se clava en mi riñón. ¡Ah, el teléfono del pelirrojo!

Lo saco de mi bolsillo y mantengo presionado el botón de power, solo por hacerlo, pero para mi sorpresa, acaba encendiendo. ¡Vaya, 05% de batería! Ni siquiera tiene contraseña. Comienzo a curiosear el teléfono, hasta que doy con un vídeo del día que "desapareció".

Y en cuanto comienza a reproducirse, siento como un nudo se forma en mi garganta por lo que estoy viendo. ¡Es imposible…! Pero aún así, ahí está, grabado en vídeo, esos intensos ojos azules que deslumbran aún más por el flash de la cámara. Sin duda, es él

Good BoyWhere stories live. Discover now