20.- Ojos en la presa

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20.- Ojos en la presa

|Dabi POV|

Bostecé con pereza, estirándome sobre la cama en la que me encontraba, la cual cruje bajo el peso de mi cuerpo. Ese par de locos no mentían al decir que tendría dónde dormir, pero la cama parecía querer romperse de un momento a otro ante cualquier movimiento que hago. Y decir que esta casa era perfecta para filmar una película de terror sería generoso. Daba escalofríos.

Me levanté, tronándome los huesos de la espalda para caminar por el pasillo que conecta a la sala.

Ahí encuentro a Twice, en su forma de lobo, acostado sobre el desgastado sofá, roncando. Este tipo no cambiaba a forma humana ni para dormir... Seguí de largo, entrando a la cocina para abrir la nevera y tomar una lata de cerveza, abriéndola y dándole un sorbo.

-Uff... como antojas, papi.-

Gruñí, apretando la lata en mis manos, haciendo un reguero sobre el suelo con el contenido. Y, con una mirada asesina, me giré para encarar a la jodida rubia psicópata que me abrazaba por la espalda. Arrugué la nariz con asco al percatarme del intenso olor dulzón que desprendía.

-Si valoras tu vida, suéltame... ahora.- advertí. Ella solo sonrió divertida, pasando sus manos por mi pecho desnudo.

-Vamos, no te hagas el difícil. Solo haces que me moje ma....-

Con un movimiento veloz, tomé a Himiko por el cuello y la estrelle contra la nevera, haciéndola gemir de dolor. Ahg, como odiaba ese maldito estado de excitación. Apreté su cuello hasta que ella dejó de forcejear y la dejé caer al suelo, verificando que seguía viva.

Tomé una gabardina vieja que había colgado en el salón y salí de la casa. Con un licántropo en celo, era mejor estar lejos. Comencé a caminar por el bosque, hasta llegar a un precioso lago de agua cristalina. Era solitario y silencioso, lo cual me agradaba. Me senté sobre una piedra y me perdí en mis pensamientos, observando el agua correr.

No había tenido una gran infancia. Fui el primogénito en una familia disfuncional, con un padre adicto al trabajo y una madre ausente. Desde temprana edad mi padre me enseñó a usar armas de fuego y, cuando cumplí 8 años, me llevaba con él a cazar. Sobra decir que fue un desastre porque no logré darle a ningún animal y, al volver a casa, mi padre me golpeó furioso hasta dejarme casi inconsciente.

Después de eso, comenzaron mis escapadas a escondidas al bosque para practicar. Quería ser el mejor. Hasta que un día, en una de mis fugas, encontré lo que parecía un lobo gigantesco, ¡era hermoso! Con un brillante pelaje blanco y ojos tan azules como los míos y, al verlo, solo pude pensar en lo orgulloso que estaría mi padre si lograba cazarlo.

Pero en cuanto tuve lista mi arma, el lobo había desaparecido y, cuando me percate de su presencia ya era muy tarde, él estaba sobre mí, mordiéndome con fuerza el brazo para arrancármelo. O eso pensé. Porque cuando desperté tras el ataque, seguía en el bosque, con la ropa destruida, pero sin ningún otro signo de haber sido atacado. Fue extraño... igual que en lo que me había convertido ese día.

-Ya no soy ese crío.- gruñí, saliendo de mis pensamientos.

Tomé una piedra y la arrojé al agua, viendo cómo mi reflejo se distorcionaba por las olas que se creaban. Una fuerte ráfaga de viento sopló, agitando mi rebelde cabello y, trayendo consigo un hedor dulzón que me hizo fruncir el ceño. ¿Acaso esa loca me había seguido...?

No. Era un aroma distinto. Era dulce, pero desprendía una frescura agradable; como la de las naranjas. ¿Acaso todos los licántropos entraron en celo justamente hoy?

Seguí olisqueando el aire hasta que una sonrisa torcida se dibujó en mis labios al reconocer este aroma. Y comencé a andar por el camino que, semanas atrás, me prohibieron no volver a pisar.

Mis pasos se detuvieron frente a una cabaña algo destruida, de la que provenía ese tentador aroma mezclado muy vagamente con el aroma a café de Aizawa, ¡ugh! Me acerqué hasta entrar en la casa, soltando un silbido de asombro al verla destrozada, con vidrios rotos y algunas tablas del suelo rasgadas a zarpazos.

Curiosamente, Aizawa no estaba por ningún lado. Solo estaba Bakugo, durmiendo en su forma de lobo sobre la cama destrozada. Vaya que se habían divertido estos dos. Me acerqué hasta él, escuchando sus débiles gimoneos en sueños y, por instinto, llevé mi mano a su cabeza, acariciándola.

-Es la primera vez que te veo sufrir y no me gusta.- le confesé en un susurro. Él se removió en sueño, volviendo a su forma humana.

-Kiri... shima....- ¿quién?

Maldije en voz baja cuando Bakugo comenzó a aumentar su feromonas, llamando a quienquiera que fuera ese Kirishima. Me sentía mareado y, a la vez, excitado. Y mi lobo comenzó a rugir, tan fuerte y con tanta intensidad que fue imposible ignorarlo.

Me subí sobre el cuerpo de Bakugo, lamiendo su pecho con lujuria, subiendo hasta su cuello para dejarle algunos mordiscos que lo hacían gemir. Oh, así me gusta. Subí hasta sus labios, entreabiertos, y colé mi lengua en un beso pasional, devorando su boca a mi antojo, ¡incluso estaba correspondiendo!

Apreté mi abultada erección contra la suya, haciéndolo gemir y abrir los ojos. Oh, dios, esos preciosos ojos rojos me vuelven loco.

-¿Dabi...?- la sorpresa adorna su rostro al verme sobre él. -¡¿Q-Qué demonios crees que haces?!- gruñó con su usual tono de chico rudo, tratando de apartarme de él.

-Te doy lo que él no hizo.- respondí.

-¿Y qué sería eso?- me preguntó con una sonrisa torcida y triste.

-Una buena noche de sexo.-

-¡Ja! Como no. ¡Lo único que quieres es usarme!-

-Es cierto.- admití. -Pero, al menos yo te lo dejo claro desde el principio.-

Bakugo me gruñe con tanta rabia que incluso parece un animal salvaje y apenas tengo tiempo para quitarme de encima suyo antes de que su puño me dé en la cara. Uff, estuvo cerca.

-Piénsalo, Bakugo. Una noche de sexo en la que, lo más que te dolerá será el culo... o una vida entera con el corazón hecho mierda por amar a alguien que ya está con otro.- dije, antes de levantar e irme.

Ya la carnada estaba echada...

... solo faltaba que la presa picara.

Good BoyWhere stories live. Discover now