24.- Mientras unos se hunden

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24.- Mientras unos se hunden

|Tamaki POV|

    
 

Siento las lágrimas caer sobre mis mejillas, mientras mis manos se mantienen sobre mi boca, acallando todos mis sollozos para no ser descubierto. Estoy fuera de la cabaña de Aizawa, donde él y varios miembros de la manada están reunidos, hablando sobre usar a Bakugo de doble agente para dar con Dabi.

-Está decidido entonces. El resto depende de ti, Bakugo.– escucho a Aizawa.

Me levanto como puedo, huyendo a mi hogar para encerrarme en mi habitación, llorando amargamente. ¿Cómo Aizawa puede tratar tan fríamente a alguien que es como su hijo?, ¿y como puede Bakugo aceptar sin más una misión tan peligrosa como esa?

Lloré y lloré hasta quedarme dormido. Pero unos golpes en la puerta me hicieron despertar, con la cara llena de baba por haber dormido con la boca abierta. Qué asco

-Tamaki… abre, soy yo.– ¡¿Mirio?!

Me levanto tan rápido como puedo, abriéndole la puerta y viendo cómo sonríe tan dulce como de costumbre.

-¿Q-Qué haces aquí? Si mis padres te ven…–

-Ellos me dejaron entrar.– dice Mirio, dejándome boquiabierto. ¿Mis padres qué…? –Te escucharon llorando y se preocuparon cuando no abriste la puerta, así que me llamaron.– explicó.

Siento los brazos de Mirio cerrarse a mi alrededor en un cálido abrazo que me hace sentir protegido. Llevo mis manos hacia su pecho, acariciando la cicatriz que le había quedado del encuentro que tuvo hace unos días cuando perseguía a un intruso, según escuché. Y pese a que la herida sanó el mismo día, extrañamente dejó cicatriz.

-¿Y bien?, ¿me dirás por qué llorabas?– preguntó Mirio con suavidad, acariciando mi cabello.

-Yo…– no podía decirle que estaba espiando. –… pensaba en Kirishima-san.– mentí.

Mirio ladeó la cabeza, en ese gesto tan tierno que tenía cuando no entendía algo.

-… Bakugo… lo marcó ¿no?– hablé. –Debe ser difícil para ellos estar separados.– murmuré con tristeza. –O quizás no les afecte del mismo modo, a fin de cuenta, Kirishima-san es humano.– divagué.

-Bakugo… la está pasando bastante mal, aunque trata de aparentar que no le afecta.– suspiró Mirio. –Incluso me comentó algo sobre romper el vínculo.–

Abrí los ojos, horrorizado ante aquello. Si bien existía una forma de quebrar el vínculo entre un Alfa y su Omega, existía también el riesgo de que alguno –o ambos en el peor de los casos– murieran en el proceso. ¿Tan mal se sentía Bakugo sin Kirishima-san a su lado?

-¡P-Pero quizás si Kirishima-san vuelve, él…!–

-No va a cambiar, Tamaki.– aseguró él, serio. –Kirishima ya tiene a alguien en su vida. Bakugo lo sabía cuándo lo marcó y aún así decidió hacerlo.–

Retrocedí, sintiendo que mis piernas fallaban. Pero no alcancé a tocar el suelo cuando Mirio me tomó en brazos y me llevó hasta mi cama, recostándome con cuidado. Lo miré en silencio, sintiendo un nudo en el pecho al pensar lo doloroso que sería perderlo para siempre.

-No voy a dejarte nunca, tontito. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida.– sonrió él, leyendo mis pensamientos, mientras me daba un beso en la frente. –Por eso te pido que no hagas nada que te ponga en riesgo, por favor.– susurró.

-Tú tampoco lo hagas… yo no soportaría perderte…– aseguré.

-Ejem… Tamaki, hijo…– ambos nos giramos a la puerta abierta de mi habitación donde estaba mi padre. –¿Podemos hablar un momento, a solas?– pidió.

Miré a Mirio, apretando mis manos sobre las suyas, temeroso de soltarlo. Sabía lo que me dirían y no quería oírlo.

-Está bien, pequeño.– susurró Mirio, sonriéndome.

Se levantó y salió de mi vista, dejándome al borde del llanto. Mi padre se acercó hasta mí, sentándose en el borde de la cama, justo donde hace unos segundos estaba Mirio. Agaché la cabeza, resignado a lo que mi padre diría.

-Hijo… ¿Llorabas por nuestra culpa?– la pregunta de mi padre me hace alzar la cabeza para mirarlo.

Sus ojos, tan grises como los míos, lucen cristalino por las lágrimas que se acumulan en ellos. ¿Su culpa?

-N-No, padre. Yo no…–

-No me gusta verte sufrir, pequeño.– comentó, acariciando mi rostro. –Yo… movería el cielo y la tierra para verte sonreír, Tamaki. Lo sabes ¿verdad?–

Asentí, despacio.

-Nunca voy a aprobar tu relación con ese Beta…–

Agaché la mirada, sintiendo que el corazón se me partía en mil pedazos. Dolía. Mi padre posó su mano sobre mi mentón, obligándome a alzar la mirada y, aún entre lágrimas, vi su sonrisa dulce.

-… Nunca la aceptaré. Pero si él te hace feliz, no me interpondré en eso.– dijo.

-¿E-Eso quiere decir que…?–

-Que eres libre de estar con Mirio-san siempre y cuando no os sobrepaseis.–

Abrazo a mi padre, llorando de felicidad, mientras veo a mi madre parada en el marco de la puerta, sonriendo con ternura antes de acercarse a nosotros y abrazarnos también, dejando un beso sobre mi cabello.

-Pero si ese Beta me llama "suegro", le rompo los dientes.– bromeó mi padre, haciéndonos reír a mi madre y a mí.

-Los amo, ¡muchísimo!–

Le doy un beso a mi padre y a mi madre, corriendo fuera de casa. Y busco por todo el lugar hasta dar con Mirio hablando con su hermana mayor, Mirko, que parece tratar de subirle el ánimo. Ni siquiera me lo pienso cuando salto a la fuerte espalda de mi rubio, abrazándolo con fuerza, sorprendiéndolo.

-¡¿T-Tamaki…?!– me llama, dándose la vuelta. –¿No estabas en casa? N-No me digas que…–

-Uuuuuh… Parece que alguien se escapó.– sonrió Mirko, divertida.

-¡¿Qué?!¡¿Escapaste?!–

Sin responder, tomo el rostro de Mirio y junto nuestros labios en un beso, lento, pero lleno de cariño. Escucho los gritos de emoción de Mirko, y no puedo evitar reír, separándome de Mirio.

-Wow… yo…– Mirio sonrió atontado. –… no sé si debo regañarte por huir o volver a besarte.– rió.

-Podrías disimular un poco. Si sus padres te ven comiéndole la boca a su hijo, te darán un putiza colosal, hermanito.– razonó Mirko.

-¡E-Es cierto! Tamaki, debemos…– volví a besarlo.

-Mis padres entendieron que solo seré feliz contigo a mi lado.– sonreí.

Mirko me despegó de su hermano con un solo brazo, dándome un golpecito en la cabeza con la otro por "abusar" de mi libertad. Pero yo solo podía reír, deseando que esto no sea un sueño.

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