29.- Odioso destino

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29.- Odioso destino

|Bakugo POV|

  

Me escapé de Aizawa en cuanto lo vi hablando con ese rubio gritón amigo suyo y conseguí escabullirme de la manada para ir al lago, ocultando en mi abrigo el pequeño ramo de flores que había recogido. Por suerte no me encontré a Mirio de cotilla por ahí.

Y cuando llegué al lago, ella ya estaba ahí, observando la luna llena. Tragué saliva, nervioso, mientras me acercaba despacio para no sacarla de su ensoñación. Su cabello negro permanecía atado con una coleta alta y, sus ojos grises, brillaban con la luz azul que se reflejaba en el agua.

-Lamento hacerte esperar, Momo.– susurré, avergonzado. Ella se giró a verme, sonriendo.

-No pasa nada, Kacchan. Recién llego.– dijo.

Me senté a su lado, sacando el ramo de mi abrigo para dárselo. Sus ojos parecieron brillar aún más al ver la variedad de flores que tenía y, con una sonrisa, me abrazó.

-¡Muchas gracias, Kacchan!¡Son preciosas!– exclamó Momo, ilusionada.

Sonreí con malicia y me arrojé al agua. Cuando salí a flote, Momo me miraba con preocupación y solo atiné a reírme, nadando hacia ella.

-¡No es divertido, Kacchan!¡Casi me das un infart….!– la tomé del brazo y la jalé hacia mí, haciéndola caer también.

Su cabello negro acabó soltándose en la caída, cubriendo su rostro por completo. Ella se apartó un mechón, mirándome con el ceño fruncido, por lo que la besé despacio, dejándola inmóvil.

-Eres preciosa, Momo. Quiero que seas mi novia.– le confesé en un susurro.

Abrí los ojos, adolorido, tratando de llevarme las manos a la cabeza; pero mis muñeca estaban esposadas sobre el cabecero de una vieja cama.

-¿Dónde…?– escaneé el lugar con la mirada, pero no lo reconocí y solo pude removerme, tratando de liberarme de las esposas. Pero luego de varios intentos sin resultado, me rendí.

Suspiré aliviado al ver que, al menos, iba vestido. Y la herida en mi costado estaba sanada por completo, aunque había dejado una cicatriz bastante marcada en mi piel. Ahg, por eso no soportamos la plata.

Me quedé mirando al techo, pensando en aquel recuerdo que tuve. El recuerdo de Momo.… Ese fue mi último momento de felicidad junto a ella. Luego de eso, ella me tendió una trampa y trató de matarme, perdí el control de mi lobo interior y, cuando recobré el conocimiento, había matado a la chica que amaba y ella se había llevado a mis padres consigo.

-Al fin despiertas.– me tensé al ver al jodido lobo negro que confundí con Aizawa entrando a dónde estaba. –¡Duermes mucho!– se quejó.

-¡Ustedes me drogaron para dormirme, cabrón!– escupo con rabia, azotando las dichosas esposas.

-¿Te duele?– me preguntó de pronto, mirando las esposas fijamente.

-Oh, no… se sienten de maravilla cuando me rompen las muñecas.– respondí con sarcasmo.

Él agachó las orejas y se sentó al lado de la cama en la que estaba, apoyando su cabeza en el borde, gimoteando en voz baja. ¿Qué mierdas le pasaba a este tipo…? Ahora que lo veía bien, tenía una cicatriz bastante notoria en su frente pese a su pelaje negro, como si algo hubiera intentado atravesarle el cráneo.

-Tsk… ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?– cuestioné, desviando la mirada.

-Horas.– ambos nos giramos a la puerta, viendo a Dabi entrar a la habitación con una bandeja en las manos.

El lobo se levantó y salió de la habitación, gruñendo agresivo al pasar al lado del azabache. Dabi dejó la bandeja sobre la cama, justo frente a mí, haciéndome arrugar la nariz con desagrado. ¿Pretendía que saltase de gusto solo por un par de filetes quemados y un pan duro? ¡Ja!

-Corres rápido. Si no hubiera sido por Twice, habrías escapado.– así que el lobo negro se llamaba Twice. –¿Qué pasó?¿No querías unirte a mi manada?– cuestionó con una sonrisa torcida.

-¡Vete a la mierda!– gruñí.

Dabi dejó de sonreír y me tomó por las mejillas con tanta fuerza que sentía sus garras clavarse sin piedad en mi piel, haciendo que me retorciera, buscando librarme de él.

-Sé agradecido, mocoso insolente. Pude haberte marcado mientras estuviste durmiendo.– escupió con rabia.

-E-Entonces hazlo…– dije, sonriendo pese a su agarre. –Ya estoy despierto ¿no? Márcame como dijiste.– lo reté.

Vi sus colmillos asomarse fuera de su boca mientras se acercaba a mi cuerpo y me tensé, ¡no se suponía que lo hiciera! Comencé a forcejear, gritando y mordiéndolo como podía, ¡pero ni así me soltaba! Cuando su boca estuvo lo bastante cerca de mi nuca, cerré los ojos con fuerza, esperando ser marcado.

-No lo vales.– susurró, haciéndome estremecer al sentir su aliento cálido chocar contra mi piel.

Solté el aire que, ni siquiera sé cuándo comencé a retener. Y lo miré, desafiante, queriendo arrancarle esa jodida sonrisita que tenía en los labios. Había herido mi orgullo Alfa y lo sabía.

-Pero… tu cuerpo…– me estremecí cuando se relamió los labios, tomando el borde de mi pantalón. –… sí quiero marcarlo.– dijo.

Good BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora