05.- Sin conexión

304 32 4
                                    

05.- Sin conexión

|Kirishima POV|

  

Abrí los ojos por la intensa luz que entraba en la habitación, dándome de lleno. Y, cuando estiré la mano para cerrar las persianas, pero al hacerlo recordé un detalle importante: no estaba en el campamento. Y de un brinco, me incorporé sobre el mullido colchón en el que me encontraba, viendo la vacía habitación a mi alrededor.

¡Dabi! Bajé la mirada a mi pierna, viendo el elaborado vendaje que lucía ahora. Y, con un suspiro, traté de levantarme.

-Eh, eh, eh… ¿A dónde crees que vas, cabello de menstruación?–

Mis ojos se cruzaron con los de Bakugo, en su forma humana, que recién entraba a la cabaña, cargando un jabalí a su espalda. Agradecí que, al menos por esta ocasión, iba vestido con unos pantalones negros y un sobretodo verde; aunque su pecho iba al descubierto al menos no andaba enseñando su tremendo pen……

-Mirio me dijo que no debías moverte.– comentó Bakugo, a modo de regaño, interrumpiendo mis pensamientos.

-Quería ir al baño.– y no era mentira, ¡necesitaba ir!

Bakugo suspiró, dejando el jabalí sobre el suelo antes de acercarse a mí, tomándome por los hombros para ayudarme a levantar.

-Apóyate en mí ¿vale? Te llevaré.–

Asentí, mientras él me llevaba fuera de la cabaña y me acercaba al inicio del bosque, dejándome frente a un árbol. Miré a Bakugo que seguía sosteniéndome por los hombros.

-No vas a dejarme ¿verdad?– pregunté.

-No. Pero tranquilo, no voy a verte.– respondió, cerrando los ojos para darme "privacidad".

Mandé al diablo mi vergüenza, haciendo mis necesidades lo más rápido que podía, ¡y se sintió tan bien descargarme luego de un largo día sin ir al baño! Me subí la bragueta y miré unos segundos a Bakugo, con los ojos cerrados, tan sereno.

-Oye, Bakugo…– lo llamé.

-¿Ya acabaste?–

-Sí… emm, yo…– dudé al verlo abrir los ojos. –… quería agradecerte por, ya sabes… salvarme de ser devorado anoche.– dije.

-No me agradezcas. Solo cumplía mi deber.– dijo, llevándome de nuevo al interior de la cabaña. –¿Tienes hambre?– me preguntó al sentarme en la cama.

-Un poco, sí.– admití.

-Pues sírvete con confianza.– sonrió, acercándome el gigantesco jabalí que había cazado. Lo miré con dudas, sonriéndole incómodo. –¿No te gusta?–

-Nunca lo he probado.– admití.

-¿Y qué esperas entonces?–

-Es que yo… no tengo colmillos.–

-¡Ahg, casi lo olvido! Eres humano.– suspiró, sentándose sobre el suelo, pensativo.

Y así se quedó por un par de minutos, mirando el jabalí y luego volviendo a mirar al suelo, hasta que giró a verme.

-¿Debo cocinarlo?– me preguntó y me limité a asentir. Él se puso de pie y tomó el jabalí, cargándolo en su hombro sin problema. –Vuelvo en un segundo ¿vale? No te muevas.– dijo antes de salir a quién sabe dónde.

-Sin dudas los chicos no me creerán esto…– susurré, sonriendo. –¡Oh, mierda!¡Los chicos!– grité, buscando mi teléfono entre los bolsillos de mi pantalón. Pero, tal y como imaginaba, no estaba.

Anoche cuando Dabi me atacó debí perderlo y Bakugo, al no saber qué era, debió dejarlo en medio del bosque. No me puedo mover por la herida de mi pierna y no tengo forma de comunicarme con mis amigos para informarles que estoy bien.

Suspiré derrotado.

-Seguro Shoto está preocupado…– susurré, mirando el techo.

-¿Quién es Shoto?

-¡¡¡WAAAAAHHHHGG……!!!– doy un brinco hacia atrás en cuanto noto la cabeza de un lobo dorado asomada en una de las ventanas del lugar.

-Uy, perdona. No quería asustarte, solo pasaba a ver cómo habías amanecido.– sonrió y, por la forma tan enérgica de hablar y sus ojos azules, supuse que era Mirio-san. ¡¿Él también era un lobo?!

-E-Estoy bastante bien. Gracias a usted, Mirio-san.– admití, sonriendo.

-¡Eh, Mirio ¿qué haces con la maldita cabeza metida en mi casa?!–

Reí en voz baja al escuchar los reproches de Bakugo desde fuera. Aunque sus gritos hacia Mirio no duraron mucho cuando un olor a quemado comenzó a impregnar el lugar, y las constantes maldiciones de Bakugo se incrementaron.

La cabeza de Mirio desapareció de la ventana, a la vez que un sonrojado Bakugo entraba en la cabaña para ayudarme a ponerme de pie y llevarme fuera, murmurando maldiciones por lo bajo.

Y, al ver a Mirio en su forma humana, tratando de salvar el jabalí que se asaba en una pequeña fogata, comprendí de dónde provenía el olor a quemado… y el tierno sonrojo de vergüenza en las mejillas de Bakugo.

-Así que no sabes cocinar.– comenté, divertido.

-Cierra la boca.– gruñó Bakugo en respuesta.

-Es normal que no sepa si pasa más tiempo como lobo que como humano.– sonrió Mirio, ganándose una mirada asesina por parte del cenizo. –¿Qué? Es verdad ¿o no?–

Bakugo gruñó, sentándome en un banco de madera que, honestamente, no recuerdo haber visto ahí antes. Mientras, él se sentó en el suelo, cruzado de brazos.

Mirio me entregó un trozo del jabalí que, por un lado estaba quemado hasta lucir como un trozo de carbón y, del otro, la carne tenía un jugoso color dorado. Le di un bocado a la carne, sintiendo la intensa mirada rubí de Bakugo sobre mí, a la espera de algún comentario negativo sobre sus dotes culinarios. Pero preferí callarme y seguir comiendo, desviando la mirada hacia él ocasionalmente.

Supongo que sería el hambre, pero incluso la parte quemada me supo deliciosa.

-Vaya… menudo apetito tienes, eh.– sonrió Mirio, haciéndome reír por su exagerada expresión de asombro.

-Sí, Shoto también me lo dice.– digo, mirando mi plato vacío.

-¿Y quién es Shoto?– curioseó.

-Ah, es mi novio.–

La sonrisa de Mirio pareció esfumarse en un segundo y, el gruñido que salió de Bakugo no resultó nada agradable; y tampoco lo fue verlo ponerse de pie, arrojando su plato de carne al suelo y transformándose en lobo. Sus ojos rojos parecían fuego líquido adentrándose en lo más profundo de mi alma.

-Oye, Bakug……–

Bakugo gruñó, corriendo hacia el bosque, perdiéndose entre los árboles. Mirio quiso seguirlo, pero luego me miró, dudando sobre si hacerlo o no.

-¿Bakugo está bien?– pregunté, preocupado.

-Sí, solo…– suspiró. –…es joven. Ya volverá.–

Miré el camino por el que Bakugo se había ido y sentí que se me encogía el estómago. ¡Tenía un mal presentimiento! Y todo el apetito que tenía se había esfumado de golpe.

Good BoyWhere stories live. Discover now