07.- Quedarse

257 35 4
                                    

07.- Quedarse

|Bakugo POV|

   

¡Kirishima tenía novio! Y ese pensamiento me estaba quebrando la cabeza por lo que, de manera brusca, me levanté y salí corriendo en mi forma de lobo. La verdad, ni siquiera sé por qué lo hice, pero antes de ser consciente ya estaba en medio del bosque, olfateando para dar con la esencia del tal "Choto" o como sea que se llame.

Sentí el olor de Kirishima mezclado con otro un poco más seco. ¡Debía ser él!

Comencé a correr de prisa, esquivando a los animales que me topa en el camino y huían al verme. Y en cuanto mis patas llegaron a la zona de los humanos, reduje el paso, ahora caminando hacia las cabañas de madera.

Pero noté a un par de chicos abrazados sobre el suelo, uno llorando mientras el otro lo consolaba, ¡y el primero tenía un ligero aroma a Kirishima!

Me acerqué, despacio, observando como el rubio consolaba al otro, hablando sobre lo que debía hacer ahora tras la…… ¡¿muerte de Kirishima?!

Lancé un gruñido por la rabia. Y al segundo me arrepentí al ver la pistola del rubio apuntándome directamente. ¡Joder!

Salgo huyendo en cuanto escucho el disparo. Y, realmente no sé si ese chico falló a propósito o no pudo darme por los nervios, pero no iba a quedarme para averiguarlo. Aullo, avisándole a Mirio y a los demás que debemos desviar a los humanos.

-¿Te están siguiendo, Bakugo?– la voz de Aizawa resuena en mi mente, serio.

-Creo que no. Solo me dispararon.– respondo.

-¡¿Qué?!¡¿E-Estás bien?!– chilla Tamaki, preocupado.

-¡No grites, joder!¡Estoy bien! El imbécil no me dió, solo quería ahuyentarme.

-Bakugo vuelve a casa y no te muevas hasta que lleguemos.– ordenó Aizawa, imponente, haciendo que gruña por no poder negarme a la orden de un Alfa.

Sigo corriendo, dejando huellas por doquier en caso de que quieran seguirme. Y al acabar, llego a mi hogar, donde Mirio me espera, cruzado de brazos, junto a un sonriente Kirishima sentado a su lado. El rubio se acerca a mí y, sin aviso, se abraza a mi cuello.

-No sé qué voy a hacer contigo, Bakugo.– susurró, aliviado.

-Darme las gracias sería bueno.– sonrió, soltándome para caminar hacia Kirishima y acostarme a su lado. –Tu amado cachorrito viene para acá con Aizawa.– digo.

-¡¿Qué…?!– la cara de Mirio no tiene precio y sus balbuceos nerviosos solo consiguen sacarme una carcajada…

… hasta que siento unas tibias manos sobre mi cabeza y miro a Kirishima, quién parece estar examinando mi cuerpo con la mirada. Agacho mis orejas y apoyo mi cabeza en su regazo, teniendo cuidado de no lastimar su pierna herida.

-¿No estás herido?– me preguntó. –Hace rato escuchamos un disparo y… pues…–

-Estoy bien. Solo me topé con unos cazadores buscando un ciervo.– mentí.

-¡Ah! Por eso te fuiste así.–

-¿Así?– repetí, confundido.

-Te levantaste de pronto y saliste corriendo sin decir nada y… al principio creí que era por algo que dije.– admitió, cabizbajo. –Pero ahora entiendo que solo tenías hambre.–

Sentí mis mejillas arder al verlo sonreírme, mostrando sus perfectos dientes similares a los de un tiburón. ¡Dios, este chico era hermoso! Era tan inocente que me hacía querer besarlo y no parar.

Y, para colmo, mi cola comenzó a moverse, empeorando mi sonrojo.

Me levanto con cuidado, rozando mi mejilla con la de Kirishima, haciéndolo reír.

Camino despacio y entro a mi hogar, tomando mi forma humana. Siento mi corazón palpitar con fuerza contra mi pecho y, por instinto, me llevo la mano para tratar de calmarlo. ¡Joder, cálmate!¡Solo es un humano, Bakugo, no dejes que te altere!

Tomo mis pantalones y me los pongo, maldiciendo por lo bajo, para luego ponerme mi sobretodo verde encima. Y en cuanto salgo, veo a Kirishima acariciando a un pequeño lobo de pelaje oscuro con tonos morados.

-¿Qué…?– aprieto los dientes, caminando con la intención de apartarlos.

-Bakugo ¿podemos hablar un momento?– la voz de Aizawa me frena en seco, haciéndome girar para verlo en su forma humana, vistiendo unos pantalones negros.

-Tsk… vale.– gruño con enfado, siguiéndolo hasta detrás de la cabaña donde nadie nos ve.

-¿Por qué hay un humano aquí?– me preguntó Aizawa sin rodeos.

-El cabrón de Dabi lo atacó anoche y lo traje para sanarlo.– respondí. –Y antes de que preguntes, sí, expulsé a ese imbécil de la manada.–

Aizawa se cruzó de brazos, frunciendo el ceño.

-¿Lo sabe?– me preguntó.

-Sí. Y ya sé que la cagué. Pero él no dirá nada que nos ponga en peligro.–

-Aun así no puede quedarse. Los humanos lo buscarán y…–

-No lo harán.– interrumpí, seguro, recordando lo que había escuchado momentos atrás. –Y si lo hacen, te prometo dejarlo ir.– prometí.

Con un suspiro, Aizawa acabó aceptando, caminando hasta el frente del lugar donde Kirishima todavía acariciaba a Tamaki ante la triste mirada de Mirio. Le di un golpecito en la cabeza al pelirrojo, haciendo que soltara al lobo en sus manos que, por costumbre, corrió a ocultarse tras el cuerpo de mi amigo.

-¡Oe, pelos de mierda, no puedes ir por ahí acariciando a todos los licántropos que veas como si fueran tus mascotas!– lo regañé. –¡Y tú!– señalé a Tamaki. –¡Si no quieres algo, dilo! Este idiota no lee mentes.– gruñí.

-L-Lo siento, es que… creí que era una especie de saludo. N-No quería ser grosero.– se excusó Tamaki, tan temeroso como es usual, agachando sus orejas en señal de sumisión.

-¡E-Espera!¡¿Él también…?!– las mejillas de Kirishima estaban tan rojas como su cabello.

Miré de reojo a Aizawa y sonreí. Al menos no lo había acariciado a él.

-Vámonos, Tamaki. Aún tenemos que vigilar.– habló Aizawa, serio. –Pero eres bienvenido a quedarte hasta que te recuperes, chico.–

Y sin más, tomó su forma de lobo, destrozando el pantalón que llevaba puesto. Era visiblemente más grande que Tamaki, con un pelaje gris oscuro. En cuanto desapareció en el bosque junto a Tamaki, Mirio también acabó yéndose a quién sabe dónde.

-Todos aquí son…–

-¿Licántropos? Sí.– respondí, sonriendo con arrogancia. –¿Te molesta?–

-¡No!– se apresuró a decir. –Aún cuando todo esto se siente como un sueño, ¡es increíble!–

Joder… de nuevo esa sonrisa.

-Y…– dudó. –¿No voy a volverme un hombre lobo o si?– preguntó, señalando su pierna vendada.

Comencé a reírme a carcajadas mientras Kirishima se quejaba, pidiéndome parar de reírme. No sé qué mierdas me pasaba con este chico, pero me hacía sentir tranquilo…

… y eso me preocupaba. No quería volver a repetir la historia.

Good BoyWhere stories live. Discover now