38. La ducha.

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Taylor.

Me remuevo sobre la cama girando hacia el lado donde está Brad. Abro los ojos captando la imagen del chico frente a mis ojos.

Paso mis nudillos con suavidad por su rostro y el se mueve bajo mi tacto. Me he dado cuenta de que Brad tiene el sueño muy ligero.

—Buenos días vagabunda —el sonido de su voz cuando recién se levanta es la perdición, sin duda.

Brad estira su brazo y tira de mí hasta quedar acostada encima suya.

—Espero que hayas dormido bien, porque yo he dormido mejor que nunca —murmura y acto seguido deja un beso sobre mis labios.

Aún tiene los ojos entrecerrados y no parece estar muy despierto pero lo primero que ha hecho es besarme y eso hace que en mi estómago se instale esa ridícula manada de elefantes que arrasan con todo.

—¿Qué quieres hacer hoy? —pregunta, apartando de mi rostro unos mechones de cabello que se entrometen entre los dos. Me encojo de hombro ante su pregunta —. Hay un pueblito cerca de aquí,  a una hora y media. Podemos ir si gustas.

Asiento. Con el podría ir a el lugar más aburrido de la tierra incluso, él siempre hace las cosas divertidas.

—Bien, pues será mejor que nos levantemos ya —murmura y me besa la punta de la nariz—. Venga, arriba.

A duras penas me levanto de encima, quedando de pie a un lado de la cama. Observó como Brad estira sus brazos y piernas sobre la cama, quizás tratando de deshacerse de la pereza.

Él palmea uno de mis muslos antes de impulsarse hacia arriba para sentarse sobre el colchón.

—Iré preparando el desayuno —avisa y se pone de pie revolviendo su cabello con una de sus manos .

Va sin camisa y mis ojos no pueden evitar perderse en su torso. Mis mejillas se encienden cuando mi mente evoca los recuerdos de lo que sucedió ayer encima de esta cama. Sus besos sobre mi piel, sus gemidos, mis jadeos. Agito la cabeza, alejando los pensamientos. Debo mantener la cordura.

Me giro para buscar en la pequeña maleta que hice antes de venir algo bonito para ponerme y cuando encuentro algo que a mi me parece perfecto entro al baño para asearme.

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—¿Quieres ir a por un helado? —cuestiona Brad apuntando la pequeña heladería a unos pasos de nosotros.

Asiento con la cabeza, nunca le diría que no a un helado.

—¿De chocolate, verdad? —vuelvo a asentir —. Espérame aquí, enseguida vuelvo.

Brad me deja sentada en una de las bancas del pequeño parque del centro mientras va a la heladería a por nuestros helados y yo aprovecho para detallar el ambiente de mi alrededor.

El pueblo al que me ha traído Brad es bastante tranquilo y pequeño, perfecto para pasear por allí con tu pareja o amigos.

El parque donde estamos a pesar de ser simple y pequeño se ve muy lleno de vida gracias al montón de niños que corretean de un lado a otro por todas las áreas. Hay una fuente en el medio con un delfín, pero está vacia, solo rodeada de pequeños pajaritos en busca de agua para saciar su sed.

Hay árboles altos que tapan a muchos del fuerte sol que hace y bancos dispersos por todas partes , no son muchas ya que no hay más de diez, aún así, parecen la cantidad perfecta ya que la mayoría de las personas que hay aquí justo en este momento son padres que juegan con sus hijos en el pequeño espacio del parque que parece habitado para niños ya que tiene dos columpios, uno junto al otro, hay un tobogán, una sube y baja y un avioncito, nada más.

Tus palabras de cristalWhere stories live. Discover now