Capítulo 4

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Hanna

Me giro a ver las siluetas que se posan al costado y me sorprende lo buenos que están a primera vista.

—Hola —saluda el de la izquierda con seguridad—, eres nueva por aquí ¿verdad?

—¿Se nota mucho? —ladeo la cabeza obligándome a sonreír de lado evitando demostrarles que estoy por mearme.

—Bastante —responde el rubio del medio—, no olvidaría tu belleza tan fácilmente si te hubiese visto antes.

Una sonrisa real se escapa ante su comentario.

—Eso debes decirles a todas —empiezo a entrar en ambiente procurando relajarme.

Parecen simpáticos.

—¿Acabas de llegar? —asiento y el chico calvo de la derecha se estira y me alcanza un vaso de plástico rojo—ten, para que te pongas al corriente.

Lo huelo e identifico el aroma del alcohol, pero para no pasar ninguna pena preguntando que licor será, opto por beberlo de un tirón quemando mi garganta sin cuestionar nada.

—Gracias —le devuelvo el desechable.

—Me agrada —le dice el de la izquierda al rubio—, ven y siéntate con nosotros, chica nueva.

—Hanna —aclaro.

El calvo me toma de la mano y me arrastran a la esquina de donde provenía el humo de hace unos instantes y este llena mis pulmones con ese olor extraño. Varias chicas sobre las piernas de otros fuman lo que supongo son sustancias que no me apetece probar.

Los tres toman asiento con el grupo y el rubio se da una palmadita en su muslo invitándome a sentar, cosa que no rechazo.

—Chicos, ella es Hanna. Es nueva, hagan que se sienta como en casa. —aclara señalándome el rubio.

Las tres chicas rodeadas de humo me analizan sonriéndome.

—Eres linda —dice una castaña a la de inmediato le envidio las curvas que revela su ropa corta.

—Te lo agradezco... —me detengo cuando ladea la mano interrumpiéndome.

—Pero no es suficiente, si realmente quieres conseguir algo de aquí debes empezar por quitarte esas ataduras y mojigatería —al ver que no entiendo a lo que se refiere, sus ojos pasan a mis muslos—, eso ¿Qué es eso? ¿eres monja o algo así? —provoca las risas de los demás.

—Juzgas rápido —ya no me parece tan agradable—, pero tengo mis trucos —respondo en cierta medida ofendida y tomándolo como un reto.

Sin dudarlo, jalo de ambos cordones laterales de mi vestido y lo subo hasta el límite de mis glúteos mostrando así mis piernas, que no considero tengan algo que envidiarle a las demás. El calor llega a mis mejillas por el arranque audaz del momento y agradezco que la iluminación no revele mi nerviosismo interno al tomar este pequeño riesgo.

Una bulla entre mi grupo llama la atención de otros.

—¡De eso hablo! Nos llevaremos bien, hermosa —responde la castaña dando una calada y besando a su pareja quien la sostiene sobre sus piernas y parece algo...ido.

Minutos después me percato de que en realidad esto no es nada incomodo, tal vez esta soy yo en verdad y hasta hoy lo descubro por no tener dos policías de la moral respirándome la nuca ¡que divertido resulta ser libre!

En las siguientes horas conozco un poco más a los chicos que me abordaron y me intercambio entre sus piernas para no "discriminar" como dicen ellos.

—Pero ya, en serio —rio luego de los chistes tontos que hacen—¿Qué edad tienen? —pregunto tomando de la tercera ronda de lo que ahora reconozco como el ron.

A través del abismoWhere stories live. Discover now