Capítulo 7

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Hanna

—No es necesario esto, ma —insisto mientras ella maneja concentrada.

—Claro que lo es, ¡serán tus quince años! Antes estabas muy emocionada por esto, mi niña.

Porque antes estaba mi abuelita... eso le ponía mucha ilusión al evento que ella tanto me animó a realizar.

—Mis hermanos también cumplen lo mismo el mismo día y no veo que hagas tanto alboroto por esto.

—Ay Hanna... si en verdad no quieres esto, solo dime y respetaré tu...

—No, no es que no lo quiera —la interrumpo—, es solo que... me duele ¿sabes?

Mamá estaciona y me mira con tristeza.

—¿La abuela?

Asiento y veo como traga saliva.

—Sabes que a ella no le molestaría si decides no hacer fiesta.

—Pero ella era la que más soñaba con verme disfrutar de esa celebración —se me corta la voz.

—Hagamos algo, sigamos con el plan ¿de acuerdo? Hoy miraremos vestidos —acaricia mi rostro con dulzura—y después de eso decides si continuamos con la planeación o no ¿te parece?

Sonrío débil y mamá me abraza antes de que le abran la puerta del auto. Cuando me poso a su lado, está encargando la seguridad al jefe de escoltas que siempre la acompaña a ella y a papá.

—Por favor cuidado, Mack. Te encargo precaución como siempre.

—Por supuesto, Erika —que confiancitas...

Entramos al centro comercial y ella me lleva de la mano como si fuese una niña pequeña mientras somos escoltados por seis hombres de negro a nuestros costados.

Genial, nada mejor que la privacidad.

—Mamá, ¿podrías soltarme? estoy grande para esto.

—Sigues siendo mi niña, no importa si cumples ochenta. Déjate querer, hermosa —bromea y besa mi cabeza antes de seguir avanzando —. Afortunadamente no está muy lleno el sitio.

Subimos hasta el tercer piso.

—Ahí es, una de las tres tiendas que conseguí —me señala donde hay un anaquel con cuatro vestidos preciosos expuestos—. Vi ese brillo en tus ojos ¡entremos! —me conoce bien.

Ingresamos a la primera tienda y reviso todo el almacén, mamá es reconocida de inmediato por una señora que también lleva a su hija por el mismo motivo y le piden una foto. Intento ignorar esa acción que tanto me molesta y me concentro en elegir vestido, veo uno azul rey y llamo la atención de mamá.

—Disculpa, queremos probarnos también este—le dice a la vendedora que sin demora lo baja y me ayuda a llevarlo al probador.

Una asistente me ayuda a vestirlo tras una cortina como los otros cuatro que ya me probé. Escucho la conversación tras la cortina.

—Señora Harrison, es usted un ángel. Lo que necesite permítame ayudarle, incluso puedo darle un descuento.

—¡No! No se preocupe, pagaremos lo que es justo ¿Cómo voy a invalidar su trabajo de esa forma?

—Señora, perdón la pregunta, pero ¿Cuándo hará la próxima donación a los orfanatos pobres?

—No tiene que disculparse. Contestando a su pregunta, la próxima será diciembre ¿Por qué? tiene alguna propuesta para la donación?

—La verdad sí, es usted muy amable si me escucha y... —sigue hablando como diarrea verbal.

Termino de acomodar el vestido deseando amarrarle la lengua a la señora ¿es necesaria tanta alabanza? La señora Harrison ya tiene suficiente con la prensa que le recuerda lo maravillosa y perfecta que es cada dos minutos.

A través del abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora