Capítulo 33

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Hanna

Me entretengo recostada mirando el techo, cuento las rayas en la madera sucia y cuento los segundos para que Jackson llegue con mi nueva ropa.

Giro la cabeza y aprecio el dibujo que hice ayer, es lindo, pero me provoca una inmensa tristeza. Una casa, una enorme casa, un patio por delante y por detrás, un enorme lago y un hermoso árbol que lo decora, sin mencionar las cuatro personas distorsionadas frente al lago... ¿Quiénes son? Mi cabeza grita por recordarlo, pero no lo consigo, parecía algo importante.

—¿Estás despierta? —golpean y me incorporo con emoción al escuchar abrir.

Me abre los brazos y al levantarme un mareo me golpea con fuerza, ¿Por qué me siento tan mal? la mayoría del tiempo me es más cómodo gatear, pero no pensé que pararme sería tan incomodo.

Me sujeta al notar el malestar.

—Ya, todo está bien, solo respira profundo —inhalo y exhalo varia veces para estabilizarme —. Eso es.

Acaricia mi espalda en lo que me mejoro.

—Mira lo que te traje. —hace sonar la bolsa de papel.

Me la entrega para abrirla y saco con cuidado las prendas que hay dentro.

Un vestido oscuro largo y suelto, sin mencionar lo gastado que se ve y un saco negro.

—¿Te gusta? Perdón, sé que no es de tu estilo, pero no pude conseguir nada más que te abrigara.

—Es perfecto, seguro servirá mejor contra el frio que esto. —señalo divertida la ropa que traigo.

Asiente aliviado y me ayuda a cambiar permitiéndome que me apoye sobre él.

—Con cuidado. —baja la tela acomodando el largo.

—Estoy gorda. —susurro con un puchero.

—Es vida.

—¿Hm?

—Es porque tu bebé ha crecido.

Sus palabras carecen de sentido.

—Olvídalo, vamos. Ponte el saco y te ayudaré a bajar. —lo hago y me ofrece la mano cuando nos asomamos al a puerta abierta.

Un miedo se me instala, nunca había llegado tan lejos.

—¿Qué ocurre?

—¿Es...seguro? —que estúpida pregunta, es obvio que si me está llevando por aquí es seguro.

—No te dejaré caer, confía en mí, nena. —esas palabras suenan como un bong en mi cabeza, siento que las he escuchado antes.

Con temor asiento y decido sujetarme y confiar al bajar de a poco la escalera vertical. Cuando pongo un pie en el suelo, la luz del bombillo cálido me hace pensar que he entrado a un nuevo mundo.

—Ven, recuerda que hay más escalera.

Sin soltarme, me guía por el pasillo y evito mirar a mis alrededores, como si temiese encontrar algo que no quiero. Al llegar al primer piso, noto las ventanas tapadas, un detalle insignificante pero que de nuevo es como un bong golpeando mi cerebro, como si esto significase algo.

Cuando llegamos a la puerta principal, me entrega unos lentes de sol negros.

—¿Para qué?

—Tal vez lo necesites.

—Lo dudo, tómalos. Son tuyos.

—Consérvalos y decides si los usas o no al salir.

—Está bien, como quieras. —digo levantando los hombros y manteniendo en mi mano libre el objeto.

A través del abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora