Capítulo 28

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Hanna

El tiempo no pasa, no corre, me mantengo quieta en el suelo por horas o minutos. Lo cierto es que no me importa, solo me mantengo inmóvil en el suelo hasta que no se desvanece el ultimo rayo de luz proveniente de afuera. No me quedan lágrimas ni fuerzas, solo respiro porque es automático, no porque yo lo quiera.

La noche es oscura, seguro hay luna nueva. Que preciso, una noche terriblemente sombría y fría para terminar un día asqueroso, una noche perfecta para envolverme en lo negro y poder sentirme mal entre las sombras sin que nadie me vea, sentirme a salvo entre la oscuridad y soledad quienes son las únicas que parecen compadecerse de mi luego de lo que acaban de hacer conmigo.

Cuando el frio es demasiado para seguir aguantando sin ropa, hago el primer esfuerzo luego de este largo rato e insto a mis extremidades para que se muevan pese al miedo que sienten aún.

Me levanto y las punzadas se hacen presentes en cada parte de mi cuerpo, el ardor en mi intimidad es terrible y es imposible que gemidos de dolor no se escapen de mi boca. Muerdo con fuerza mi labio inferior y con lo poco que me queda de voluntad, me impulso para arrastrarme hacia una de las paredes para apoyarme y con empeño logro ponerme en pie.

El tambaleo es insoportable, la inestabilidad de las piernas es humillante cuando en medio de lo sombrío tengo que buscar la ropa que me arrebataron. Tomo las pocas prendas y siento al inclinarme, las gotas que nuevamente bajan por mi rostro.

Respiro hondo para no desplomarme de nuevo y con delicadeza me pongo la falda y la parte de arriba sintiendo cada roce de la tela lastimar por la sensibilidad de la piel herida. Una vez que el frio no azota tan salvajemente mi cuerpo cubierto, me dejo resbalar con cuidado sobre la esquina para hacerme rollito en esta, buscando mi mano en automático el collar en mi cuello.

—Esto es demasiado —hipeo empuñando el dije —... no pensé que algo así —cierro fuerte los ojos abrazándome a mi misma —fuese a ocurrirme a mí.

No comprendo, solo lo sufro sin entender porque me hicieron esto, sin procesar que el hombre que dice amarme y que dice querer mantenerme a salvo, fue el mismo que presenció todo esto y que por más que lo llamé mil veces en ese asqueroso instante eterno, él no hizo nada para detenerlo.

Como anhelo bañarme, deseo tanto tener agua limpia, asearme. Quitarme de encima los dedos y suciedad que sin mi permiso usurparon lo que me quedaba, me arrebataron todo como el peor de los castigos y ni siquiera sé que culpa estoy pagando para que me hagan esto.

—No es justo, no es justo... —mi otra mano se cierra con fuerza y la rabia es lo que me calienta ahora, la ira por no poder defenderme —¡no es justo! ¡no es justo! —golpeo el suelo de madera, doy puños con fuerza a pesar del agotamiento de cada musculo, es mayor la frustración interna.

No me duele el cuerpo tanto como me duele el pecho por la decepción, por las dudas e injusticias que Jackson permitió. Lo peor de esto, es que a pesar de ser uno de mis verdugos según parece, no implica que eso mate en automático lo que siento por él.

La realidad es que incluso luego de todo, es el único al que anhelo ver para que me envuelva en sus brazos ahora, es la única persona que me gustaría que me limpiara y me dijese que todo eso fue solo un mal sueño y que todo estará bien.

El pensamiento de anhelarlo y detestarlo al tiempo solo incrementa el dolor de cabeza.

—¿Por qué me pasan estas cosas mí? —susurro.

Intento acomodarme de alguna forma para dormir, descansar y escapar al menos de esta manera, pero el dolor en cada sitio es letal y se convierte en el peor de los retos el encontrar un modo de recostarme.

A través del abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora