Capítulo 37

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Hanna

Aún sigo débil, el agotamiento de haber caminado y corrido por casi siete horas no se desvanecerá de un momento a otro, pero en verdad la comida hace milagros en el cuerpo.

Mis padres me ayudan a subir las escaleras hasta su habitación en el segundo piso, me apoyo en ellos en todo sentido. Entramos al baño privado, la llave se abre llenando la tina y cuando intento desvestirme, mamá insiste en ayudarme.

Papá se gira para darme algo de privacidad, sin embargo, he pasado por tanto que siento el que ambos me vean de la forma más inocente y segura posible, de formas realmente oscuras me han visto antes.

Una vez desnuda, ingreso a la tina y el agua caliente me relaja de inmediato, mis músculos agradecen el alivio y me relajo abrazando mis rodillas dentro del agua. Le aviso y papá se acerca y junto a mamá me limpian en sin decir nada, pero puedo ver tras ese silencio la tristeza en las miradas que intercambian al recorrer cada punto magullado en mis extremidades.

Tal vez en otro momento esto sería invasivo en exceso, pero me ahora mismo me siento como un bebé bajo sus cuidados. Débil y vulnerable, dependiendo de lo que ellos elijan hacer conmigo.

Enjuagan mi rostro con delicadeza y dulzura, se encargan de mi cabello y cuando levanto la cabeza para verlos, sus ojos son charcos de agua.

Cuando terminan de enjuagarme, noto dos lagrimas rebeldes escaparse por las mejillas de papá, las limpia con rapidez, pero lo pude ver, me siento mal por cada gota que los hago derramar y no imagino cuantas fueron antes de volver.

—Mi amor...

—¿Sí? —le responde como si no pasara nada.

—Ayúdala a levantarse y yo la seco—asiente y así hace.

Me toma cual muñequita y me envuelven en una bata de baño luego de que mamá me ayuda a secar. De vuelta en el cuarto, me sientan a la orilla de la cama y papá se posa junto a mi viendo a mamá buscar algo en su armario.

—No tengo nada de tu talla, cariño, pero esto te servirá por ahora.—saca a relucir un overol

—Si... lo que sea estará bien—si supiera como vestí por meses, entendería porque cualquier ropa mínimamente decente me es un regalo del cielo.

Papá se gira mientras me visto con la ropa interior y el overol, es bastante cómodo.

—¿Y tus cosas? —pregunta al volver a mi lado una vez vestida—¿Dónde quedó todo lo que te llevaste?

Ay... que buena pregunta.

—Jack lo desechó, decía que no necesitaba nada que viniera de ustedes y él mismo me compró nueva ropa y teléfono. —una verdad.

—¿Por eso no contestabas? —asiento.

—Ahora comprendo que era para que no me rastrearan, solo que antes estaba demasiado enceguecida como para aceptarlo. —ciega si estaba, pues lo supe desde el inicio.

Jackson en ese sentido fue honesto conmigo, la estúpida que lo aceptó es la única culpable.

—Cada que abres la boca siento que me estas contando una historia de terror, parece más un secuestro. —dice tenso.

—En un punto creo que en eso se convirtió, no tenía permitido negarme o contradecir nada y desde que el padre de Jackson comenzó a frecuentar su casa solo empeoraron las cosas.

Al inicio casi no lo veía, presiento que también era obra de Jackson ese favor para no encontrarme con aquella aberración que llama padre.

—¿Qué tenía que ver ese hombre en cómo el otro te trataba? —cuestiona mamá que comienza a desenredar mi cabello húmedo como cuando era pequeña.

A través del abismoWhere stories live. Discover now