Capítulo 25

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Hanna

Limpio el sudor de la frente con el dorso de mi brazo y me quito los guantes de látex arrojándolos al suelo cansada.

—¡Mierda! —exclamo harta—, no puede ser que siga la misma maldita rutina. —mascullo sentándome en el suelo del baño.

Aprovecho que tengo la puerta cerrada y descanso un poco recostando la espalda contra la pared junto al inodoro que recién termino de limpiar. Cierro mis ojos y mi puño envuelve el dije sobre mi cuello.

—Abuela, dame energía para soportar este maldito ritmo.

No es que mis padres no me enseñaran o que nunca aseara cuando vivía en su casa, muy por el contrario, pese a tener el dinero para pagar cuanta servidumbre quisieran, mi padre en específico es fanático de la limpieza hecha por él mismo y mamá nunca se quedaba atrás, pero esto... esto es otro nivel de explotación. Dos malditas semanas y todos los días es lo mismo o peor que el anterior y lo peor es que siempre hago todo sola, porque tal y como me avisó Jack, él ahora trabaja a tiempo completo con su padre y solo lo veo en las noches, lo más cercano que veo de él en el día es la cara de su amargada madre.

Me mantengo en mi posición respirando profundo y contengo de nuevo ese pensamiento que desde hace cinco días me lastima. Esa inquietud sobre como estará mi vieja gatita Hope, pensar en que ella piense que la abandoné y que yo todavía estoy asumiendo que nunca más la podré ver ni abrazar o verla cuando parta de este mundo, eso me rompe por momentos.

La manija suena cuando la mueven desde afuera.

—¿¡Por qué tiene candado la puerta!? —tres golpes duros en madera rompen mi silencio —sabes que está prohibido encerrarse.

—Vieja fastidiosa... —me levanto inhalando y exhalando para llenarme de paciencia.

<<Es temporal, es temporal...>>

Abro y la mujer rubia entra con las manos sobre la cadera verificando todo en el lugar.

—¿Qué hacías, niña?

—Limpiar, ¿no es lo que siempre ordena? —respondo con el mismo desdén que ella usa en cada oración.

La etapa de ser cortés se terminó demasiado pronto con esta tipa.

—Y ni siquiera dedicándote de lleno a eso te sale bien, ¿llamas a esto limpio? —pasa un dedo por el borde del retrete.

—Si, lo está. Ahora, hágase a un lado. —pido cuando me bloquea el paso para salir.

—Bueno ¿Qué te estás creyendo? Esa no es la forma en que debes dirigirte a mí, estúpida. Pensé quince días serían suficiente para que lo entendieras.

—No estoy dispuesta a aguantar más por hoy, he terminado de limpiar lo que pidió aquí así que, a un lado.

—Creo que no —y sin verlo venir, patea el balde con agua sucia derramándola sobre el suelo recién lavado del baño —. Ups —dice disfrutando el desastre—, sigue sucio. Ni modo, sigue limpiando, niña respondona e igualada. —escupe a un lado.

Aprieto la mandíbula y analizo mis opciones luego de tanto cansancio.

—No. —aprieto los puños a mis costados decidida.

—¿No?

—¿Es sorda?

—Te atreves a desobedecerme, ¿es eso? —pregunta sin creerse lo que acabo de responder.

—Así es, usted provocó este desastre, límpielo y déjeme en paz por un día al menos. —y es ahí cuando siento el ardor que deja la bofetada que me propina.

A través del abismoWhere stories live. Discover now