Capítulo 24

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Jackson

Organizo la bolsas con la mercancía y marco todo el inventario en la libreta. En Maddison el negocio es bueno y puedo moverme con tranquilidad junto con papá logrando distribuir desde aquí con éxito la droga y conseguir armas con facilidad. La policía está en silencio con cada movida que realiza la banda gracias al trato que logró mi padre hace años, desde que los Harrison iniciaron la persecución hacia los "buitres" sin dar abasto. Por eso, hasta el sol de hoy, el ir a la capital para todos, sin contarme a mí, es misión suicida si no se tiene la experiencia suficiente para sondear la zona y si conocen tu cara entre los más buscados; esa es la ventaja con la que cuento, no estoy identificado.

—Jackson —llama desde la otra esquina de la bodega.

—Señor —llego hasta donde él pasando por entre los demás hombres que recogen lo que les corresponde.

—Terminamos aquí y vamos directo a las apuestas, hoy habrá una gran aglomeración y te necesito atento para evitar desordenes. —dice contando un fajo de dinero recién entregado.

—Si, papá.

Se le ve muy animado desde que recibió la noticia de que Hanna Harrison está en su casa, bajo su techo y que ha renunciado a todo voluntariamente.

—Espero terminar no muy tarde para poderla ver bien, ver cómo queda con el trato que Danna le estará brindando desde hoy. —ríe sin dejar de mirar los verdes que tiene en sus manos.

—¿Te refieres a Hanna? —me hago el desentendido, en lo posible no puedo despertar sospechas y debo mantener cada una de mis acciones bajo el pretexto de actuación y conveniencia para sus planes, aunque aún no esté muy seguro de cuales sean.

Solo sé que quiere hacer sufrir a los padres a través del sufrimiento de la hija y aquello es lo que no me permite descansar tranquilo por las noches.

—Lógicamente, hijo —levanta la vista con una sonrisa tétrica, sin poder imaginarme lo que pasa ahora por sus pensamientos.

—Iré a terminar pronto lo que falta —respondo sin mostrar expresión o sentimiento subiendo a la segunda planta de la bodega.

Pasadas casi unas dos horas, emprendemos rumbo a la zona abierta cercano a un restaurante de paso por donde se hará las carreras y las apuestas. Tal y como me dijo papá, debo ayudar en la organización cuando el tumulto de gente llega desde pueblos vecinos para apostar y me mantengo cercano a mi padre una vez tengo todo cubierto y a sus hombres en movimiento teniendo todo en orden.

Nos posicionamos en un par de sillas sobre el balcón del restaurante para tener la vista perfecta del evento, mientras la puesta de sol quiere comenzar a ponerse. Mi pierna derecha se mueve con un tic ansioso por no dejar de pensar en lo que estará haciendo Hanna y como estará llevando la situación que no tiene idea que está atravesando.

Prácticamente está incomunicada, encerrada y con la peor compañía que podría desear. No puedo enfocarme en los autos que corren por la carretera y es el sonido de mi teléfono el que intenta despertarme de mis pensamientos.

—¡Contesta esa cosa! O cállala. —dice mi padre seguido de un manotazo en mi hombro.

Lo saco de mala gana del bolsillo de mi chaqueta de cuero café y contesto sin mirar.

—¿Hola?

—¿Me quieres explicar de que se trata eso de que la chica no pueda salir a donde yo le día ni exponerse por órdenes tuyas?

—Mamá...

—¿Se te olvida que no es una visita? ¡es un rehén ignorante! No debes intentar protegerla o evitarle males, debes dejarnos a tu padre y a mi encargarnos de lo que se merece. —un frio se impregna sobre la espalda.

A través del abismoWhere stories live. Discover now