Capítulo 31

16 6 1
                                    

Hanna

—¡Ah! —los cólicos aumentan con el paso de las últimas horas y ya no me preocupo por morderme la lengua y no llamar la atención. Las uñas amenazan con hacer sangrar mis palmas por la fuerza que ejerzo —¡maldita sea! —me retuerzo en medio de la madrugada empujando la espalda contra la pared.

El sudor me empapa la frente y las punzadas en la espalda baja me recorren junto al escalofrío que no deja de pasarme de arriba abajo.

Procuro respirar profundo cuando el mareo me desestabiliza la vista y el repentino deseo de que mi madre me abrace y arrulle susurrando que todo estará bien, me invade como un golpe en el estómago empeorando en consecuencia toda la mierda.

—¡Por favor, mamá! Nada te cuesta. —las voces se van acercando.

—¿Por qué tendría que hacerlo?

—¡Por mí! Por la pizca de humanidad que sé que aún te queda.

No prestó demasiada atención a la charla con la neblina de dolor a mi alrededor.

Un silencio se prolonga hasta que la puerta se abre con cuidado y entreabriendo los ojos observo a Jackson acomodado a mi costado sirviendo de apoyo. Enfrente, la mujer que ha sido partidaria en mis peores momentos se acomoda sin decir nada, solo me sube la falda y observa el panorama allá abajo.

—Estoy aquí, respira... ya pasará. —susurra pegado a mi oído.

La mala mirada que le lanza su madre no pasa desapercibida.

—Hay sangrado, pero tal vez tarde unas cuantas horas más.

—¿No hay nada que pueda hacer para que sufra menos?

Se pone de pie, pone ambas manos en la cadera y bufa con desaprobación.

—Jackson, ya fue suficiente con revisar que no se estuviese desangrando.

—Mamá... —no puedo ver su cara, pero el tono de súplica es evidente.

Cosas como esta solo me confunden más, me ama a su modo y me es imposible no quererlo a mi lado, sin importar las veces que me ha dañado con o sin intención. Se preocupa por mí, más que nadie.

—Es la única vez, hijo. Esto no se repetirá. —señala intercalando miradas.

—Gracias.

Me muerdo las mejillas para no quejarme en voz alta, no deseo que me vean sufrir, ya ha sido suficiente hasta hoy.

La mujer baja dejando la puerta abierta y cuando se retira prometiendo volver en breve, los brazos me envuelven con más calor desde atrás.

—Estarás bien, nena. No estás sola. —susurra.

No me animo a contestar, no quiero discutir ni cuestionar. Por lo menos ahora, en un momento tan oscuro, deseo pensar que nos amamos tan profundamente que está aquí para mi pese a todo.

No soporto y muerdo por dentro las mejillas, aprieto los ojos y araño mis piernas desnudas. Él pasa su mano por mi pecho y suspira.

—No te lo guardes, saca el dolor. Libérate un rato, mi amor. —la tristeza tiñe las palabras.

Como un permiso para el alma, el labio tembloroso da paso a una oleada de quejidos y desgarros almacenados en mi pecho y me permito romperme en ese suelo frio, entre los brazos de lo que conocí como el hombre de mi vida, una vida arruinada de la que no estoy segura de poder darle una continuidad luego de esto, pues he muerto en vida y las consecuencias no demorarán en notarse.

El llanto desgarrador no le incomoda al hombre presente y parece ser ignorado por su madre, quien pone compresas tibias en mi abdomen siendo un pequeño alivio, también me trae agua fresca que Jack me brinda de a sorbos.

A través del abismoWhere stories live. Discover now