Capítulo 30

16 5 3
                                    

Jackson

Tamborileo contra la mesa mientras mamá sirve la comida, la cabeza me quiere estallar luego de tantas palabras que giran en mi sobre pensar de semanas.

—No estes ignorándome.

—Estoy escuchando, no he ido a ninguna parte, papá.

—Parece que tienes la cabeza en otro planeta, pero ¿Cómo culparte? —mira a mamá —¿no lo crees, Danna? —le dice luego de darle una nalgada junto antes de tomar asiento en el comedor junto a nosotros —Yo tampoco podría estar en paz sabiendo que tengo que tocar a una zorra fingiendo que sigue valiendo lo mismo como mujer.

Aprieto ambos puños bajo la mesa.

—Es una realidad hijo, sabías que esto podia pasar, pero ahí seguiste, empeñado con una Harrison. —añade mamá con asco cortando su pequeña carne en el plato.

De improvisto, varios golpes suenan desde arriba. Uno tras otro de forma desesperada resuena siendo ignorados en un inicio por mis padres, pero que no son desapercibidos para mí. Procuro concentrarme en el plato que tengo en frente, sin embargo, los gritos que hace ya tiempo no se repetían con mi nombre pidiendo auxilio son difíciles de ignorar.

Trago saliva y un golpe con el puño a la mesa se hace presente cinco minutos después provocando un brinco en mi madre.

—¿Hay alguien con ella arriba? —cuestiono sin comprender porque está tan alterada.

—Para nada, no comprendo la razón de su maldito escándalo. Que mejor ahorre fuerzas para la tarde, ahí si va a tener razones para gritar. —responde mamá tapando sus oídos con molestia.

Papá mantiene su mirada pensativa en el techo y sus cejas se fruncen para luego volver a mí.

—Tengo un mal presentimiento... —acaricia el mentón —sube.

Asiento sin preguntar el porqué de su generosidad y en segundos llego a la planta del ático donde escucho el sonido de lo que parecen arcadas violentas justo antes de abrir la puerta superior.

—¿Qué te sucede? —indago con preocupación arrodillándome de inmediato a su lado en el suelo frio cuando vislumbro como lucha en su esquina tomando su cuello para regurgitar algo de su garganta sin éxito.

No obtengo respuesta más que otra arcada con la que solo expulsa liquido sin contenido.

—¿Qué te pasó? ¿qué es lo que tienes? —la giro para revisarla una vez que parecen darle un respiro las molestas arcadas y la noto pálida, mucho más de lo normal y con unas ojeras de miedo.

Intento recordar si estaba así la semana pasada la última vez que subí y también hago el recuento de las veces que verifiqué que le trajesen su comida y todo parece en orden, ¿porque está tan mal? Siento su escalofrío mientras la mantengo sobre mí.

Me retiro la chaqueta para ponérsela y veo como respira profundo varías veces antes de abrir con suavidad esos hermosos ojos verdes que hace mucho no brillan y centrase en mi presencia.

—Si viniste... —tose y la acurruco aún más.

—¿Como no hacerlo? Preocupaste a toda la casa con ese escándalo. —fuerzo una sonrisa retirando un mechón sudado de su frente.

Le hablo con esa dulzura que he procurado extinguir por mi propio bien y que a veces se pelea con otras cuestiones y pensamientos en mi cabeza.

Me sonríe con debilidad.

—No es a lo que estoy acostumbrada, perdí la cuenta de cuantas veces grité tu nombre y nunca llegaste por mí. —una daga se clava en mi pecho al escuchar sus palabras, porque no hay forma de contradecirlas.

A través del abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora