Capítulo 32

19 6 17
                                    

Jackson

Dos meses después...

—Ya van seis meses ¿Cuánto más estaremos encartados con ella, Paul? —pregunta mamá sentada en el comedor.

—El plan inicial es tenerla el año completo, la angustia de los Harrison no ha pasado desapercibida pese a que han intentado que el asunto no se esparza.

—¿Y luego? Parece muerta en vida, no hemos logrado que coma más allá de unas dos veces a la semana, no reacciona en general a lo que se le dice. —me quejo preocupado.

—Ocúpate de que llegue viva hasta cumplir el año, lo demás no debe importarte.

Bebe del vaso con jugo, pero nos hace parar de un brinco cuando lo arroja al suelo con todo y líquido y este revienta ensuciando todo.

—¿¡Qué es esa porquería, Danna!?

—Es limonada... Paul. —se vuelve pequeña.

—¡Sabe asqueroso! Apúrate a limpiar eso y hazme algo decente, mujer.

—Discúlpame... —mira a su alrededor para ver con que limpiar.

—¡Apúrate! —se levanta y el mismo toma un trapo que le arroja a la cara.

Se arrodilla sin importar que ensucie su vestido y limpia con la cabeza gacha.

—Y tú, sube a ver si ya comió y oblígala a beber agua. Mantenla viva.

—¿No necesitas que vaya a ver cómo van las ventas? Escuché que el negoció ha estado tambaleando con tus faltas y la distribución de droga no ha...

—¿Estás cuestionándome?

—No señor, solo digo que...

—¡Cállate y haz lo que te digo! De mi negocio me encargo yo.

Asiento y subo, no quiero pelear. Me desvío para ir al baño, me refresco el rostro con agua fría y me preparo para ver de nuevo a la chica en el ático.

Recorro el pasillo y al ingresar, como se ha vuelto costumbre, no hay ni un solo ruido. Me acerco y encuentro a la joven esquelética que día con día se me va entre los dedos, en silencio, sin vida ni luz en ese rostro que me cautivó por la alegría y vida que emanaba.

—Nena... —me acuclillo y toco su espalda con suavidad —estoy aquí.

No hay respuesta, busco su mirada y esta tampoco revela nada, solo encuentro vacío en ella. Sus pómulos marcados y la palidez son como limón en una herida abierta.

—Debes comer, ¿bebiste el agua que te traje temprano?

Abraza con fuerza sus rodillas sin demostrar emoción en su semblante.

—¿Quién es el que sigue?

—¿Qué?

—Que pasen todos de una vez y me dejen tranquila. —dice sin dejar de mirar a un punto fijo, ida.

—No, no nena. Solo son dos a la semana ahora, ¿recuerdas? No tienes que sufrir tan seguido. —le recuerdo como si le hablara a una niña pequeña.

—Entonces, déjame sola.

No soporto esto, prefiero mil veces que se desespere y grite a que esté así, tan vacía y sin emociones. Hace no mucho estuvimos juntos y pensé que eso era buena señal, que eso la traería devuelta y que de apoco mejoraría, pero solo fue momentáneo por lo que veo. Solo empeora.

—Vamos a ver, a este paso no llegará al año.—no noto en qué momento ingresa mi madre y se posa a nuestro lado.

No se inmuta cuando la toca para chequearla.

A través del abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora