Capítulo 35

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Lauren's POV

Las fotos de casas en Portland se sucedían por la pantalla a medida que deslizaba el cursor el portátil que le regalé a Camila las navidades pasadas. Las ventanas de la cocina de la que aún era su casa estaban abiertas, y el olor a verano, a aquellos aparatos de antimosquitos, al mar que parecía evaporarse se colaba en cada casa. Habíamos vuelto de vacaciones después de bastante tiempo, y las tres estábamos más morenas que nunca. Pero la que más era Maia. Su piel era absolutamente tostada, sobre todo por la zona de las mejillas, y su pelo estaba aún más rubio que antes. Aquél moreno contrastaba con el azul intenso de sus ojos y además realzaba su color.

En la cocina, Camila ponía al fuego algo que no podía distinguir qué era. Me gustaban esos momentos, esos en los que parecíamos una familia de verdad.

—Tampoco hace falta que busques algo muy grande, ¿vale? —Me decía Camila de espaldas, mientras yo, con las cejas gachas, miraba las casas en la pantalla.

—¿A qué te refieres con grande? —Pregunté sin apartar la mirada del portátil, deslizando el dedo por el ratón demasiado concentrada.

—A que podamos pagar entre tú y yo. —Escuchaba a Camila de fondo, y negué levemente.

—Huh... No. No es viable. —Respondí tecleando algo más explícito en el buscador, porque ninguna de aquellas casas de la página web eran de mi agrado.

—¿Cómo que no es viable? ¿Qué es para ti viable entonces?

—Una casa con jardín, piscina climatizada, una sala de juegos para Maia, una terraza en la azotea para estos meses de verano, con vistas a la bahía, y eso no es viable para ti, ¿verdad?

—No. —Observé que se dio la vuelta para mirarme.

—¿Ves? Pues me da igual. Vamos a tener una casa enorme y preciosa.

—No es sobre lo grande que sea, es que... Me parece despilfarrar mucho dinero sólo por una casa. —Rodé los ojos hasta posarlos de nuevo en el ordenador, negando.

—Si compro esa casa, daré de comer a bastantes personas, ¿no crees? —Dije parándome en una de las casas, clickando en el enlace. —A mí no me parece despilfarrar, me parece mover la economía. Si yo no compro, otro no come. —Camila se quedó en silencio y se giró sobre sus talones para volver a la cena.

A mi derecha escuche los pasos y los saltos de Maia que entraba con nosotras. Llevaba un pijama de pantalón corto de color amarillo, y comenzó a saltar a mi lado mientras yo no dejaba de mirar la pantalla. Se metió entre mis piernas y me tapó la boca, pero no hice nada porque estaba mirando aquella casa. Luego, me puso las manos en las mejillas.

—Mami, ¿qué estás haciendo? —Puse una mano en su espalda sin mover la cabeza.

—Estoy buscando una casa. —Respondí, y ella intentó subirse encima de mí, y como no pudo, miró la pantalla, aunque tampoco llegaba a verla.

—¿Una casa para quién? —La cogí de los lados y la senté en mi regazo, tecleando algo más rápido con una sola mano.

—Una casa para nosotras. Para mamá, para ti y para mí. —Cogí el bolígrafo y apunté el número de teléfono de aquella casa mientras Maia me miraba a mí tirándome de las mejillas.

—¿Y para el perrito también? —Sonreí un poco girando la cabeza para darle un besito en la mano.

—Y para el perrito también. —Cerré el portátil y me levanté cogiéndola en brazos, dándole un beso en la mejilla. —¿Te has duchado?

a coat in the winter; camrenWhere stories live. Discover now