2. Empezar de nuevo.

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Paris Peyton en multimedia.


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-¿En serio? –me preguntó Scorpius, mordiendo la cabeza de su rana de chocolate-. Besar tan sólo cinco chicas en sólo un año no es ser mujeriego.

Rose alzó una ceja tras su libro y lo miró fijamente.

-Digo... emmm... eso es ser muy mujeriego –se corrigió temeroso, aliviándose cuando Rose volvió sus ojos azules al libro.

Ahora, quien la alzó una ceja, fui yo. Pero claro que no le importó.

Le había contado de la discusión que habíamos tenido con Paris ayer, porque hace tan solo unos instantes, las amigas de Theresa Flint habían entrado al compartimiento a asaltarme con preguntas. Así, de un tema surgió otro, y ahora estaba esperando una respuesta sincera de mi mejor amigo ante la actitud de la francesa.

Pero, al parecer, Scorpius no diría nada verdadero respecto a eso mientras Rose permaneciera con nosotros.

-No me parece bien que te hayas besado cinco chicas sólo por despecho –opinó mi prima, dando vuelta una página-, pero eso no te convierte en un mujeriego oficialmente. No está bien, pero tampoco es que te estés comparando con James o Lorcan Scamander. Pienso que Paris exageró un poquito en la discusión... pero tiene mucha razón en que si quieres volver con Alice, debes abandonar un poco lo que sea que estés haciendo con todas esas chicas.

La mata de cabello pelirrojo de Rose se alzaba como una carpa alrededor de su cabeza. ¿No tenía calor? Porque yo me estaba muriendo con la túnica. Un poco más y sentía que me iba a asfixiar.

En frente de mí, Scorpius seguía engullendo una golosina tras otra y deduje que esa podría ser la única cosa que llevara en común con mi tío Ron. Ambos podrían juntarse a comer mientras ven un partido de Quidditch y critican a los guardianes del futuro, cuando mi querido tío se enterara de que el heredero Malfoy era su yerno.

Uh, ju, ju. Eso sí que iba a ser entretenido.

Claro, siempre y cuando Ronald Weasley no se enterara de que yo lo había sabido todo este tiempo, manteniéndolo en secreto.

-Deberías preguntarle a Paris que es lo que le pasa. La noto rara –musitó Scorpius, luego de tragar ruidosamente el chocolate, dejándome ver como este recorría toda su garganta.

Rose hizo una mueca de asco bastante parecida a la mía.

-No es la misma desde... ya sabes.

Agaché mi mirada al piso, encontrándome con las preciadas Converse de Scorpius removiéndose incomodas. A mí no me gustaba hablar de ese tema: nunca. Tan inquieto e incómodo como ellos, me levanté de mi asiento y caminé hasta abrir la puerta corrediza del compartimiento.

Los fríos ojos grises de mi mejor amigo me siguieron con la mirada, y frunció sus cejas rubias en signo de pregunta.

-Iré a dar una vuelta, no me siento bien.

Era algo que me pasaba todos los años. Yo no era muy fanático de los viajes, y los trenes tenían demasiado movimiento y balanceo que no lograban mantenerme tranquilo. Me solían dar náuseas o faltar el aire, por lo que necesitaba despejar un poco mi cabeza del sonido de las ruedas del Expreso de Hogwarts sobre la campiña.

Comencé a dar un par de pasos, con las manos en los bolsillos como era típico en mí. Un par de personas me saludaban al pasar y debo admitir que me sentí mal por no saber quiénes eran... había muchas personas en Hogwarts que me conocían y yo no podía recordar el nombre de todos y cada uno... no es como si fuera muy bueno con los nombres tampoco.

Albus Potter y la maldición de los Potter || #PNovelWhere stories live. Discover now