Epílogo.

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Dos meses después...

—Ya te lo he dicho, Albus. Eres un idiota.

—Déjà vu.

Albus no podía explicarlo con otras palabras. Estaban sentados en el mismo local de comida que habían visitado a principios del año, comiendo las mismas hamburguesas y papas fritas. Solo que, esta vez, Lily no venía con ellos y a ninguno de los dos le estaba importando que la gente los viera como pareja.

Además de eso, Albus sabía que cuando saliera y chocara con una pelirroja de ojos azules no tendría nada de qué preocuparse, ya que Psique Davis estaba fuertemente comprometida con Colin Creevey, al grado tal que ambos ya estaban pensando en mudarse juntos... bueno, era algo hipocrita de su parte pensarlo de esa manera: Albus pasaba el día entero en el nuevo departamento de Paris.

Por otro lado, tampoco habría ningún Troy Spiegelman que se acercara a presentarse: el que ambos conocían había prácticamente huido y desaparecido del universo para no volver a toparse con los Weasley; aunque los rumores (sí, Gaia) decían que había conocido a una simpática muggle. Y ni hablar de que en este momento, lo último que pasaba por su cabeza era llegar a su casa y enviar una carta a una tal Alice Longbottom: eso sonaba casi ilógico.

Una vez más, Albus sacudió su cabello azabache y untó una de la papas fritas en kétchup. Hizo un puchero para que la pelirroja abriera la boca y le diera permiso, pero la aludida se limitó a darle un manotazo.

—¡Que no, idiota! ¡¿Qué te piensas que soy?! ¡¿UN BEBÉ?!

Bueno, Paris no era exactamente romántica, pero él la quería así.

—Vamos —suplicó—. Rose y Scorpius lo hacen todo el tiempo.

—¿Y? Me niego a ser tan tremendamente empalagosa. ¿Es necesario darse de comer a la boca? ¿Es que no existen parejas independientes?

—¿Estás insinuando que somos una pareja? —movió sus cejas sugestivamente.

Como toda respuesta, Paris extrajo la lechuga de su hamburguesa y se la lanzó a Albus a la cara.

No es como si él ya no se hubiera acostumbrado. Habían pasado dos meses de la extraña boda Jamelie y seguían saliendo; aunque evidentemente su relación había avanzando muchísimo y Albus había hecho más que darle un par de manifestaciones afectuosas. Para empezar, le decía "te amo" cada segundo en que tuviera oportunidad, le regalaba dulces por docena, se encargaba de que su nevera estuviera bien condicionada de Coca-Cola y de ayudarle en todo lo que pudiera ahora que su enamorada tenía un nuevo departamente. Prácticamente, apenas estaba en su propia casa. Además, había pasado a ser su proveedor principal de café.

Sin embargo, las acciones que a Paris más inspiraban eran aquellos detalles que Albus realizaba inconscientemente: cuando se molestaba en ir a su departamento y esperarla con la comida siempre que saliera tarde de su trabajo; como, sin importar la hora, se aparecía en su habitación y se recostaba a dormir con ella cuando había tormentas. Y eso sin mencionar aquellas pequeñas miradas y roces casi imperceptibles, que erizaban toda su piel.

Paris no podía más que pensar que era la persona más afortunada del universo.

Desde otro panorama, Albus, en frente a ella, se sentía eufórico: hacía no menos de una semama que habían avanzado de nivel. ¿Cómo podía Paris seguir poniéndolo en prueba cuando ambos sabían que tarde o temprano serían novios y ya nada podría detenerlos?

—Oh, por cierto, Ethan y Gaia quieren que tengamos una cita doble.

—¡Eso es genial! —exclamó Albus, entusiasmado.

Albus Potter y la maldición de los Potter || #PNovelWhere stories live. Discover now