23. Dulce, virgen e inocente.

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-Te veo abajo -fue lo último que me dijo Scorpius mientras yo estudiaba arduamente para mi clase de Pociones.

Me estaba preparando. Quería responder todas las estúpidas preguntas que el estúpido de Flint me hacía únicamente para hacerme ver ridículo. Por esa razón, había pasado todo el día de ayer leyendo uno de los libros grandes y gordos de Pociones avanzadas.

Había tenido que abandonar los libros de Percy Jackson en el mejor momento, cuando finalmente parecía que iba a salir del laberinto. Por no mencionar que este libro era extremadamente aburrido por más que me encantaba Pociones.

Las tripas me rugieron. Todo lo que había pasado en ayuno estudiando estaba empezando a pasarme factura, por lo que no tuve más remedio que cerrar los libros y ponerme el uniforme para el almuerzo. Nunca había estudiado para algo que no fuera un examen, por lo que estaba terriblemente enojado con Marcus Flint. Tenía ganas de asesinarlo con una poción de las que había aprendido.

Bajé hacia la Sala Común e ignoré las llamadas de Samantha Goyle al pasar a su lado. La noche anterior había intentado colarse en mi habitación como desesperada, por suerte uno de mis compañeros de habitación me había advertido a tiempo y logré escapar antes que rociara las cuatro paredes con un peculiar humo rosa cuyo olor no pude sentir gracias a que alcancé a tapar mi nariz con mi túnica. Luego, tuvimos que esperar una hora para volver a entrar a la pieza ya que no éramos tan mal compañeros para ir a acusar... además de que Flint fingiría no creernos con tal de verme sufrir.

Cuando estuve a un pasillo de llegar al Gran Comedor, vi a Silena McLaggen corriendo hacia mi dirección. No venía con intenciones de hablar, sino más bien, parecía huir. Tenía los ojos cubiertos con sus manos y sus movimientos eran torpes y desorientados.

-¿Silena? ¿Qué ocurre? -pregunté, de pura cortesía. No es como si fuéramos muy amigos, pero ella siempre había apostado por mi relación con Alice.

Me miró con sus ojos castaños llorosos y parte de sus cabellos negros pegados a sus mejillas a causa de las gruesas lágrimas. Un sentimiento de lástima me invadió por más que ella me caía mal y entendí que algo realmente malo había pasado para que estuviera en tal estado.

-Dile a tu hermana y Paris que ganaron. Diles que las felicito.

Así sin más se limpió las lágrimas bruscamente con la manga de su túnica y siguió avanzando con la barbilla en alto, dejándome con la duda.

¿Qué carajo habían hecho esas dos ahora?

Seguí caminando, esta vez más rápido, esperando encontrármelas en el Gran Comedor dispuestas a explicarme todo lo que merecía saber. Pero aún así, en cuanto crucé las puertas, me encontré con algo que definitivamente no esperaba.

Ahí estaba Charlotte McLaggen besando desesperadamente la boca de Gabe Thompson, el novio de Silena. Había un corro alrededor de ellos observándolos en silencio sin poder creerlo. Charlotte tenía un papel arrugado en la mano con la que sostenía a Gabe.

La gran incógnita era: ¿Que había pasado para que las dos primas más inseparables y crueles de Hogwarts estuvieran engañándose? Silena debía ser la única persona en el mundo que Charlotte valoraba, y viceversa.

Entonces procesé las palabras de Silena, recordé el día en que Paris tenía fiebre y los muffins de Amortentia... y vi a mi mejor amiga sonriendo cínicamente junto a Troy Spiegelman mientras observaba la escena.

Habían ido lejos. Muy, muy lejos esta vez.

Los ojos de Paris se conectaron con los míos pero los alejé rápidamente con gesto decepcionado. Yo no era amigo de las McLaggen, ni siquiera me caían bien, pero aunque valorara a Lily y Paris más que nadie no podía fingir que estaba bien con lo que habían hecho. Era cruel y desalmado.

Albus Potter y la maldición de los Potter || #PNovelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora