41. Cesita.

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Capítulo dedicado a chicledementaa que recuerdo sus comentarios desde Amelie ❤

EL RETO SIGUE EN PIE.

Les aviso que quedan solo tres (o dos) capítulos para el cap final (dividido en dos partes) sin contar el epílogo. Así que a no perder las esperanzas.

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―Basta ―me dije a mí mismo, golpeando mis dedos entre sí.

Le hice caso. Ya llevaba aproximadamente una semana cumpliendo lo que me había pedido, escribiendo, borrando y reescribiendo carta tras carta, que luego tenía que esconder bajo llave en mi mesilla de luz para resistirme a no enviarlas.

Sin embargo, mi pluma no dejaba de revolotear sobre el papel, como si sintiera la incesante necesidad de plasmar en algún lugar los sentimientos que me acechaban. Las palabras hablaban por sí solas y a veces me iba tan por las ramas que la carta pasaba a transformarse en una narración en tercera persona y el nombre de Paris se convertía en Phoenix mientras que yo también me transformaba en alguien más: un protagonista, con los mismos errores, pero con la capacidad y valentía para resolverlos.

Tenía, aproximadamente, veinte finales bajo llave. Todos tenían alguna gota de lágrima en alguna de sus páginas.

Estaba destrozado.

Ay, cállate. Hasta me das lástima.

Tres golpes en la puerta interrumpieron la retahíla de letras que garabateaba mi pluma.

―Oye, Albus ―era Amelie―. ¿Quieres bajar un rato? A comer... ya sabes, todos juntos.

Ya había venido de la misma manera, con la misma dulce voz, catorce veces anteriormente. Si bien a veces abandonaba mi habitación y charlaba un poco con mi familia, hasta el momento me había negado a almorzar o cenar con ellos. Eso no hacía más que acentuar el recuerdo permanente de la silla sin ocupar a mi lado.

Sin embargo, ya estaba cansado de ser tan patético. Tenía que enfrentarlo al menos una vez para ver que se sentía.

―Ya bajo ―murmuré, lo suficientemente alto para que escuchara.

Sentí su presencia tras la puerta unos minutos más, posiblemente sorprendida de mi respuesta. Finalmente, se marchó y, con todo el tiempo del mundo, me dispuse a vestirme.

Aun así, cuando bajé, todos estaban sentados en la mesa pero ninguno había tocado sus vajillas a pesar del tiempo que me había demorado. Estaban tan desesperados por sacarme de las tinieblas de mi cuarto que hasta estaban dispuestos a almorzar comida fría.

―Buenos días, hijo ―me saludó mamá.

No contesté. Nadie más volvió a decir nada.

Me sentía como una mierda, pero no quería ser un hipócrita con mi madre y responderle de la misma manera. Ya hacía casi un mes que no tenía buenos días.

Albus Potter y la maldición de los Potter || #PNovelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora