22. Día global del malhumor femenino.

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-¿Y Albus? Cuéntame, ¿hace cuánto estás con Alice? -inquirió Hagrid, sosteniendo la tapa de la tetera mientras servía en mi taza.

-Casi un mes... creo. No recuerdo muy bien la fecha.

El semi-gigante me miró inquisitivo, tal vez preguntándose porque estaba tan poco interesado en mi relación con Alice cuando toda mi vida había deseado esto. Yo tampoco me entendía así que no podía culparlo.

Además, el olor de Fang, su dogo, tampoco me permitía airear los pensamientos de mi cabeza con libertad. Al parecer había estado revolcándose en el invernadero y si no me equivocaba, el olor que llevaba impregnado en su pelaje era de nada más y nada menos que una mimbulus mimbletonia. Nada agradable.

Claro que no. Hasta siendo tu conciencia puedo sentir la pestilencia.

Pero a Hagrid no parecía importarle. Limpiaba sus vajillas (que se parecían a los juguetes de una barbie comparadas con su tamaño) con total tranquilidad, como si ya estuviese acostumbrado a los diversos olores que podía arrastrar su perro a su cabaña. Además de eso, cada vez que lo visitaba, debía acostumbrarme a esquivar el asqueroso moco esparcido por la entrada de los gusarajos que estaba domesticado últimamente.

En fin, aún así, me gustaba pasar por su cabaña. Era acogedora, su chimenea siempre me mantenía caliente y me hacía recordar a casa, no sé si era porque siempre había algo de papá dando vueltas a causa de sus concurridas visitas o porque la espesa barba y los negros y pequeños ojos de Hagrid me daban seguridad y confianza.

-A las mujeres les gusta que los hombres recuerden fechas, Albus. Son importantes.

Me encogí de hombros restándole importancia. Alice me lo perdonaría... digo, siempre y cuando no lo hiciera podría fingir ser una víctima a la que engañaron en un pasado y que ni un olvido podría reparar ese daño: lo que podría ser cierto si es que yo mismo no supiera que había engañado a Alice más veces de las que se necesitan para llegar a un trato justo.

Engañarla ya no se trataba de venganza.

Creo que eso me ha quedado claro desde el principio.

-¿Y Paris? -inquirió mi inmenso amigo, como si me hubiera leído la mente.

Había invitado a Paris a visitar a Hagrid, pero cuando fui a esperarla a la entrada de su Sala Común, Gaia, acompañada de Ethan, me informó con el ceño fruncido que ella ya había salido. Entonces confíe en que ya estaba aquí con Hagrid, pero no.

¿A dónde había ido? Tampoco podía ser con Lily, ya que ella se había perdonado con Hagrid de no poder venir porque tenía clases de Astronomía, sus favoritas.

-No lo sé, me dijo ayer que vendría así que probablemente se está tardando en salir de la clase o simplemente capaz que esté ocupada.

De todas formas, sabía que ella iba a venir. Sino, me hubiera avisado.

También sabía que su razón de estar tardando seguramente se debía a algo importante. No una razón sin más.

-Ah, sí, pues yo la veo bastante ocupada -respondió Hagrid con una sonrisa hacia su ventana.

Cuando me asomé, no lo podía creer. Paris venía hablando con un chico de ojos grises y cabello revuelto... Troy Spiegelman. ¿Qué hacía con él? Alice me había contado que su amigo tenía un pequeño crush con Paris desde hace mucho, cosa que no me había sorprendido porque había escuchado esa misma historia en muchos otros chicos.

Además, no había llamado mi atención porque Paris nunca en su vida había tenido una charla con Troy. Creo que la única vez que los había visto intercambiar una palabra fue cuando nos cruzamos los tres en aquel restaurante de comida rápida muggle a principios del año.

Albus Potter y la maldición de los Potter || #PNovelWhere stories live. Discover now