15. Crónicas no pronosticadas de una soltería inexistente.

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Sacudí mi cabello en un intento por despertarme, sintiendo un remolino de pelo en la punta de mi cabeza, más revuelto que lo normal. Apenas podía abrir mis ojos y uno de mis hombros chocó contra el umbral de la puerta del comedor. Paris se rió de mi desde adentro, revolviendo su mísero té, al que le hizo una mueca de asco por no ser café.

Mi mejor amiga parecía despierta desde hace horas... ni siquiera su pijama estaba arrugado. Papá, por otro lado, me empujó para que avanzara y, finalmente, me desparramé en la silla junto a Paris, deseando volver a mi cama.

Mamá se quejaba desde la cocina a diestro y siniestro, porque había vuelto a romper una taza.

-¡Cálmate, querida! Ya compraremos otra -le chilló papá, ocupado en su papeleo, sin tener cuidado en la taza que llevaba en la mano derecha...

De la cual, cayó una gota. Café. Paris lo olió como un sabueso a su liebre.

Siguiendo con los típicos despertares matutinos en mi familia, mi mamá ordenó a gritos a papá que le ayudara a cargar con los platos de comida. Tenía suerte de que no escuchara que ya me había despertado.

En cuanto papá salió del comedor, Paris cambió su taza con la suya, suspirando de felicidad en cuanto dio un sorbo de café. Negué con la cabeza desaprobatoriamente: las cosas que podía llegar a hacer Paris por un poco de cafeína.

Por la puerta de la cocina, mamá se asomó, cargando su taza y papá le siguió con un plato de medialunas que depositó en el centro de la mesa.

Observé atentamente y en silencio como mi papá seguía pendiente del papeleo y llevaba distraídamente la taza a sus labios. Su ceño se frunció.

-Estaba seguro de que me había servido café.

Desorientado y extrañado, miró hacia la infusión dentro de la taza.

-El trabajo te trae mal, Harry -indicó Paris, con una sonrisa, mientras tomaba una medialuna del centro de la mesa y partía sus extremos-. Deberías considerar descansar un poco, estas sufriendo alucinaciones.

Mi papá asintió negativamente con la cabeza, evaluando su papeleo... para luego deslizarlo hacia la punta del mesa, bien lejos de su sentido común.

Esta chica es realmente manipuladora y escalofriante.

¡Como si yo no lo supiera!

-Buenos días, Albus -saludó mamá-. ¿Quieres que te prepare un té?

-No, ma. Despreocupate, yo lo hago.

Tenía atado un moño desprolijo y un lápiz enganchado en su oreja. Era mejor que se preocupara por escribir la noticia acerca del triunfo de los Chuddley Cannons antes que comenzara a sufrir verdaderas alucinaciones.

Mis padres ni siquiera podían descansar del trabajo en vacaciones.

Sin embargo, mientras yo me levantaba de mi silla para ir hacia la cocina, un grito desde la planta alta irrumpió en la sorprendente tranquilidad que se había formado durante el desayuno.

-¡TÚ ERES EL CULPABLE! ¡YO NO SOY QUIEN DEBIÓ USAR PROTECCIÓN!

Papá se paralizó y sus hombros se tensaron. La taza que sostenía mamá cayó al suelo.

Vaya, ahora deberían comprar dos tazas.

Permanecí en silencio, evaluando sus facciones: patidifusas y poco creíbles. Esta no era la mejor forma para que se enteraran de que el tiempo ya los había sobrepasado y que pasarían a ser unos viejitos desdentados con muchas golosinas para sus nietos.

Albus Potter y la maldición de los Potter || #PNovelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora