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CAPITULO 10


MELISSA


— ¿Qué haremos? —susurre después de estar sentados en pleno silencio.


—Estoy considerando ver si mudarme—se recostó con elegancia en el sofá—. Tengo mi casa en Dubái, pero estos últimos meses lo estaba pasando en Madrid. Mi madre me ofreció su hogar, pero hace años me independice de vivir con mis padres—asentí.


—Pues deberías elegir donde estés mas cómodo, Christian estará a disposición de cualquier día que quieras visitarlo.


—Creo que no has entendido bien, Melissa—me sonrió—. Donde yo vaya a partir de hoy, estará mi hijo.


Parpadee varias veces intentando no ceder al pequeño tic que acababa de atacar mi ojo derecho. Jodidamente el no acababa de decir eso, ¿Alejar a mi hijo de mí? ¡¿Y justamente por el?! JA.


—Entonces será mejor que te mudes cariño—le sonreí—. Porque de ninguna maldita manera dejare que lleves a Christian lejos de mí.


—Sabes perfectamente que si quisiera podría quitártelo y nunca lo volverías a ver.


— ¿Me estas amenazando, Alexander? —fruncí mi ceño.


—Te estoy explicando en que situación te encuentras—una de sus manos rasco su mejilla—. Para que no haya confusiones.


—Eres tú el que esta malditamente confundido si piensas que dejare que te lleves a mi hijo.


—Y eres tú la tonta que cree que podrá evitarlo—soltó—. Ahora dejémonos de juegos: quiero a mi hijo, conmigo—aclaro—. Quiero que viva bajo mi mismo techo, quiero que su apellido sea el mío y que crezca como cualquier Anderson lo ha hecho.


—Christian no se ira contigo, eres un desconocido para el—sonreí.


—Arreglare eso—miro su muñeca conde descansaba un reloj de oro—. Tú me ayudaras—se levantó.


— ¿Yo? —quise reír.


—No sé si te acuerda que ahora soy dueño de toda esta ciudad, controlo a tu familia—me puse de pie—. Por lo que si yo lo deseo, podría hundirlos sin ningún problema—mordí mi labio—. Y además no creo que quieras hacer sufrir a Christian—fruncí mi ceño con desconcierto—. Porque me lo podría llevar y el simplemente se tendría que acostumbrar por las malas—desabrocho su saco antes de meter sus manos en sus bolcillos inferiores—. Y tú solo quedarías con el pensamiento de saber que le pudiste hacer a Chris las cosas más sencillas.


Trague en seco escuchando cada una de sus palabras, no me moví cuando se dirigió a la habitación de Christian, escuche como se despidió antes de que volviera a aparecer y caminara a la puerta, no sin antes darme una mirada. De esas que claramente dan ganas de llorar.

Una Madre En La MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora