16. Un día con Thomas

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Adelaide

Terminé de cambiarme el traje de buzo por unos jeans y una playera holgada color azul. Me dirigí de nuevo a la playa, esperando que mis hermanos tuvieran tanta hambre como yo para que dejaran el surf y fuéramos a comer. Pero no fue así.

Cuando llegué hasta la orilla del mar vi que aun seguían divertidos, estaban tratando de ahogar a Bash en el mar, Fred se abalanzó sobre él y después Henry hasta que al final solo se veían las burbujas en el mar y las manos de Bash agitándose encima de la superficie. No pude evitar reírme.

—Es la segunda vez que lo hacen—habló Thomas, ni cuenta me di de que estaba a un lado mío—. No me extrañaría que en la noche regurgitara un pescado.

Solté una risa y Thomas una sonrisa.

—¿A él no le vas a dar asistencia médica?—me preguntó.

—No. Él puede arreglárselas solo. Además él no es tú-¡estúpida!. Él sonrió apenado. ¡Lo dije!—. Bueno....lo que quiero decir es que....—traté de corregir nerviosa-. No creas que....

En eso Thomas colocó su dedo índice sobre mis labios para que guardara silencio. El sentir su tacto sobre la comisura de mis labios me llevó a creer que me estaba derritiendo. De nuevo su tacto frío calmaba mis dominios, los congelaba y purificaba con una ventisca blanca.

—Silencio—ordenó—. Te entiendo perfectamente—dijo haciendo pausas entre cada palabra, su forma de hablar te envolvía como una melodía de un instrumento de cuerdas, deseabas enredarte y tocar cada una de las notas de su voz.

Nos quedamos un momento ahí en medio del mar. Contemplando los ojos del otro.

—¡Thomas!. ¡Adelaide!—gritó Aris aproximándose hacia nosotros con saltos extraños.

Ambos volteamos en cuanto escuchamos nuestros nombres.

—¿Qué sucede?—pregunté mientras Aris se detenía enfrente de nosotros y trataba de recuperar el aire.

—¡Síganme!—exclamó Aris empezando a correr rumbo a los carros. Thomas me tomó de la mano y corrimos siguiendo a Aris.

Llegamos hasta el estacionamiento.

—¿Qué sucede?—seguía preguntando, no sé si era el asma o la preocupación de Aris que me empezaba a poner nerviosa.

—¡Thomas!. ¡Sígueme es urgente!.

Miré extrañada a Thomas esperando su respuesta.

—Debo ir. Ahora vengo. Tú sólo quédate aquí—me ordenó y de la nada me soltó de la mano y se perdió con Aris entre la vegetación.

No tenía idea de lo que sucedía. Me quedé esperando un sonido o una señal que indicara que estaba pasando. Mi mochila me empezaba a pesar y sentía cada vez que el calor se apoderaba de mi cabeza y que pronto ardería en llamas.
Revisé mi teléfono después de un rato esperando alguna llamada o mensaje de alguien, pero no hubo nada.

Después mi mirada se tornó negra y mis manos perdieron la movilidad.

Después mi mirada se tornó negra y mis manos perdieron la movilidad

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