46. Perdido

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Thomas

—Bien, debo irme—dijo ella.

Sonreí. Comenzaba a recuperar las fuerzas, aunque no las suficientes como para tomar su mano e impedir que se fuera.

Ella cerró la puerta y me volví a relajar, no logré consolidar el sueño pero si el relajarme.
Tiempo después de esperar el llegar del sueño, la puerta se abrió débilmente. Imaginé que debía de ser algún médico o enfermera, incluso tuve un destello de esperanza de que fuese ella regresando a mi.

Pero luego todo empeoró.

Rápidamente y sin avisar sentí un piquete en el cuello. Sentí como cada mililitro de aquella droga entraba en mi, llenándome de debilidad y silencio.

—¡¿Pero que tenemos aquí?!. ¡Al bello durmiente!.

Mis ojos se abrieron de golpe. Deseé levantarme pero no podía, el estado de mi cuerpo me impedía levantarme, en esos momentos hasta el peso de una moneda en mis dedos me era como cargar una tonelada de oro. La droga que me había inyectado ya estaba haciendo efecto. 

—¿Así me recibes?. ¿Sin siquiera una taza de té o mínimo un saludo?.

Incluso sentí como mi cuerpo temblaba al desear querer moverse, quería levantarme y golpearlo, aunque en ese momento, en el estado en el que me encontraba tan endeble lo único que deseaba era huir de ese loco al cual estaba a su merced.

—Se-se...—intenté pronunciar su nombre pero la droga me lo impedían.

—Ahora tampoco puedes hablar. Que bueno, ya que ambos queremos que no se escuchen tus gritos, ¿cierto?.

Bash colocó el cañón de la pistola a un costado de mi cabeza. Lo miré de reojo. Cerré los dientes cual fiera. Era mayor el dolor de la frustración que el de la operación.

—Pero descuida, no será aquí. ¡Lo que me recuerda!—Bash dejó de amenazarme con el arma y comenzó a elevar la cama de hospital para que quedara sentado—. Es hora de irnos.

Bash estaba vestido como doctor, cualquiera que lo viera pensaría sin dudas que era un doctor, incluso traía su gafete que antiguamente utilizaba. Ese hombre estaba loco.

—Bien ahora, su carroza príncipe.

Sebastián empujó hacia la cama una silla de ruedas. Sin avisarme me tomó de los hombros y de las piernas me levantó cómo pudo y me colocó en la silla, yo no podía hacer nada más que mirarlo incluso sentía el cerrar de mis ojos, quería gritar, varias veces abrí la boca con intenciones de hacerlo pero solo lograba susurrar.

—No gastes saliva mi hermano, de nada servirá gritar. Nadie te escuchará.

Yo iba como un cadaver que llevan a la morgue solo que en lugar de ser transportado en una camilla lo llevaban sentado en una silla de ruedas. Mis piernas incluso se doblaron, mis brazos se desplomaron débilmente, mis dedos se endurecieron, quedando como si tuviese alguna enfermedad de los huesos. Me asusté demasiado, jamás había experimentado el morir de mi sistema óseo y nervioso. Era como si estuviese viviendo la enfermedad de la neurona muerta. Por esas horas pensé y llegué asimilar que quedaría así, con las extremidades inmovibles, con las manos y dedos tiesos, con la mirada perdida, la boca abierta y condenado al estar en una silla de ruedas sin poder hablar.

💕𝑬𝒔𝒑𝒊𝒂𝒏𝒅𝒐 𝑨𝒍 𝑨𝒎𝒐𝒓 ✰︎ೃ °➫ 𝑪𝒐𝒎𝒑𝒍𝒆𝒕𝒂 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora