Capítulo 2

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Hoy ya era viernes, último día de la semana. Cuatro días habían pasado ya desde que vi aquellos ojos café, apenas cubiertos por los mechones de pelo rubio y lacio. No había vuelto a ver a ese joven en la escuela, lo que en parte me tranquilizaba y, por otra parte, aumentaba la sensación de vacío en mi vida.

Hoy había decidido faltar al colegio, pues no tenía ganas en absoluto de ir un viernes; aún así, había olvidado quitar la alarma del celular, la cual sonó como todos los días a las 06:45. Apagué de mala gana el despertador y cerré los ojos nuevamente, intentando en vano volver a dormir. Lamentablemente eso fue imposible; una vez que me despertaba, no volvía a dormir hasta el próximo día.

Me levanté de mi cama de mala gana, sintiendo cómo una ola de frío azotaba mi cuerpo. Mi habitación estaba helada, como si hubiese estado nevando aquí dentro. Giré mi cabeza hacia la ventana y vi que estaba abierta hasta la mitad, dándome una fuerte palmada contra mi frente al notar lo imbécil que había sido.

Cerré la ventana y volví a meterme en la cama, intentando recobrar el calor que había perdido pero, como supuse, era imposible. Volví a salir de mi cama y abrí la puerta de mi habitación, dirigiéndome directamente al baño; entré en la ducha y abrí el grifo, dejando que el agua caliente recorriera mi cuerpo y me devolviera ese calor que había perdido.

Hoy no podría seguir con mi rutina de todos los días, pues no había ido a la escuela y Elliot debía ir al club de fútbol en la tarde. Sólo me quedaba leer algún libro todo el día o jugar videojuegos, pero ninguna de esas dos ideas me atraía realmente.

Cerré el grifo del agua y envolví una toalla en mi cintura, abriendo la puerta del baño y corriendo hacia mi habitación. Odiaba que vean mi cuerpo, por eso solía usar mucha ropa holgada y jamás permitía que me vean, siquiera en verano.

Me vestí con unos jeans blancos y una camiseta negra, la cual tenía el logo de Linkin Park. Como siempre, no faltaban mis converse negras, las cuales no fallaban al usarlas con cualquier cosa que me ponga.

Bajé las escaleras y divisé a mi madre en la cocina, quien estaba preparando el desayuno.

—Hijo, ya casi termino el desayuno —me dijo sonriendo, dándole los últimos toques y dejándolo en la mesa.

Quería rechazar su gesto e irme a la plaza pero, en el fondo, realmente sentía lástima. Sonreí lo mejor que pude y me senté junto a la mesa, comiendo todas las tostadas que mi madre me había preparado. Me tomé toda la taza de café y sonreí nuevamente, sintiendo mi estómago lleno.

—Voy a salir —le avisé, saliendo de mi casa sin esperar su respuesta.

Me coloqué mis auriculares y escogí mi canción favorita de Linkin Park: Castle of Glass.

"Cause i'm only a crack in this castle of glass.
Hardly anything there for you to see.
For you to see..."

Me perdí tanto en la música que no noté que había alguien frente a mí y choqué con esa persona, cayendo sentado en el suelo.

—Lo siento mucho, ¿estás bien? —preguntó una voz grave, la cual sonaba muy dulce.

Levanté mi vista y me sorprendí con lo que tenía frente a mí: aquel chico de ojos café, quien me extendía su mano con un rostro que denotaba cierta preocupación. Parpadeé un par de veces hasta que noté que no estaba soñando y tomé la mano del rubio, quien me ayudó a levantarme mientras me dedicaba una sonrisa.

—No creí que volvería a verte, gracias por salvarme el otro día  —me dijo el rubio, quien aún no soltaba mi mano.

—No fue nada —respondí, soltando su mano al instante.
Como el chico frente a mí no dejaba de mirarme con esa sonrisa seductora, dejé escapar una pregunta que tal vez no debería haber salido de mis pensamientos.

Polos opuestosWhere stories live. Discover now