Capítulo 5

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Me encontraba cargando mi equipaje en el auto, pues en media hora saldríamos hacia una ciudad que quedaba a unas doce horas de aquí. Mis padres habían insistido con hacer un viaje en familia y esta vez no pude negarme.

Subí a mi habitación a buscar mis auriculares cuando mi celular comenzó a sonar, reflejando en la pantalla el nombre "Nick". Sonreí discretamente, aún sabiendo que él no podría verme. Ver la foto que el rubio había puesto en mi celular de él dándome un beso en la mejilla, me hacía reír y lograba hacerme sentir un extraño sentimiento de felicidad.

—Hola, rubio idiota —sonreí, sentándome sobre mi cama.

—Hey, ¿cómo estás? —me preguntó del otro lado de la línea, con aquella voz grave y a la vez dulce que le pertenecía.

—Estoy bien... Ya estoy por salir —respondí suspirando, pasando una mano por mi cabello.

Hubo un minuto de silencio y la llamada se cortó, dejándome algo desconcertado. Entonces, escuché tres golpes en mi puerta, levantándome inmediatamente para abrirla; al hacerlo, el chico que hacía unos segundos me había llamado se encontraba parado frente a mí.

—¿Me extrañaste? —preguntó irónico, haciéndome esbozar una sonrisa.

Asentí, rodeando su cuello con mis brazos. Entonces sentí su cuerpo tensarse, separándome un poco para ver su expresión; una sonrisa triste asomaba por su rostro, haciéndome creer que no quería que lo abrace. Alejé mis brazos de su cuello para terminar con el abrazo y, antes de que pudiera hacerlo, Nick me abrazó fuertemente por la cintura.

—Creí que no querías que te abrace —susurré en su oído, volviendo a rodear su cuello con mis brazos.

—¿Sabes? Cuando vuelvas tengo algo que decirte —dijo separándose de mí, mirándome seriamente. Lo miré extrañado y él sonrió, dando palmaditas en mi hombro.

~★~

Me encontraba observando la ruta por la ventana del auto, sumido completamente en mis pensamientos. Mi padre manejaba en silencio y mi madre iba leyendo un libro, mientras que mi hermana llevaba sus auriculares puestos.

No podía dejar de pensar en lo que Nick me había dicho; quería saber ya mismo qué lo tenía tan inquieto últimamente y cuáles eran esas palabras que tenía que decirme cuando nos volviésemos a encontrar.

Me fijé más en la ruta y vi que íbamos solos, con un camión frente a nosotros. Mi padre comenzó a pasar al camión aprovechando que no venía nadie y, entonces, todo se fue al carajo en cuestión de segundos.

El camión se vino contra nosotros y mi padre tuvo que esquivarlo; el auto se desequilibró y comenzó a moverse hacia todos lados en la ruta. Yo sólo podía observar todo con los ojos bien abiertos, esperando que un milagro ocurriese y no nos fuésemos hacia la banquina; pero los milagros no suelen ocurrir.

El auto se clavó contra la banquina y comenzamos a volcar de frente. Por instinto, puse mi brazo frente a mi hermana, intentando que ella no se golpeara o en caso de que su cinturón fallase; Samanta era la que menos pesaba, por lo que había más posibilidades de que saliera disparada del auto.

Y entonces, el auto dejó de volcar y caímos en seco. El silencio se hizo presente por unos dos segundos hasta que mi madre comenzó a llorar y mi padre sólo podía insultar al hombre del camión. Me tranquilicé enseguida al ver que todos estaban bien, pero no podía dejar de sentir un horrible dolor en mis pulmones, como si quisieran explotar en cualquier momento.

—Samanta, ¿estás bien? —le pregunté a mi hermana, quien se encontraba en shock. Ella sólo asintió y se quitó el cinturón, abrazándome al instante.

Mi madre no dejaba de llorar desconsolada, por lo que intentamos consolarla junto a Samanta. Para nuestra suerte, el camionero había bajado y se encontraba hablando  con mi padre, disculpándose con la histeria plantada en su rostro y afirmando que no nos había visto y que jamás haría algo así intencionalmente.

—Oye, mamá... No llores, ¿sí? —le susurré a mi madre en su oído, tomando una de sus manos— Estamos vivos y eso es lo que importa —la tranquilicé, aunque mi corazón seguía latiendo con tanta fuerza que creí que se saldría de mi pecho.

Mi madre sólo asentía con su cabeza, pero no dejaba de llorar desconsolada. Mi hermana se veía bastante tranquila, lo que me alegró un poco. Samanta y yo bajamos del auto, observando cómo la policía y la ambulancia se acercaban; un montón de autos paraban para ver si necesitábamos algo, pero nosotros sólo negábamos y se lo agradecíamos.

—¿Tienes un cigarrillo? —le pregunté al policía, quien enseguida me dio un cigarrillo y un encendedor.

Y entonces, inhalé el humo profundamente. El dolor iba disminuyendo conforme pasaban los minutos, tranquilizándome poco a poco.

~★~

Después de unas cuantas horas, finalmente pudimos volver a nuestra ciudad. Por suerte, si es que puedo decir eso, el accidente fue muy cerca de donde vivimos. La ambulancia nos llevó al hospital, donde nos revisaron para ver si teníamos heridas internas y externas; todos estábamos completamente bien, pese a tener alguno que otro rasguño.

Me encontraba sentado en la sala de espera, pues al parecer mi madre estaba con ataques de pánico y debíamos esperar un poco más para poder irnos.

—¡Derek! —escuché un grito proveniente del pasillo donde me encontraba.

Levanté mi vista y divisé a Nick a lo lejos, quien se acercaba corriendo hacia mí. Me paré y lo saludé con mi mano, observando la preocupación plasmada en su rostro.

—Derek, mi vida, ¿estás bien? —preguntó rápidamente, con su respiración agitada.

Nick tomó mi rostro con sus manos y suspiró aliviado, rodeando mi cintura con sus brazos. Su cuerpo temblaba horriblemente y, sobre su frente, caían gotas de sudor.

No podía sacarme de la cabeza las palabras "mi vida", pues él no era de decir apodos tiernos, Aún así, decidí preocuparme por lo más importante ahora, que era asegurarle de que estaba bien.

Rodeé su cuello con mis brazos y sonreí, ocultando mi rostro en su cuello. Nick estaba dejando de temblar, aunque su cuerpo seguía tensándose, al igual que cada vez que lo abrazaba.

—¿Cómo está tu familia? ¿Necesitan que los lleve? —preguntó una vez se calmó, tomándome por los hombros. Sonreí internamente y suspiré, pasando mi mano por mi cabello.

—Estamos todos bien —dije cansado—. ¿Puedo ir a tu casa?—pregunté sonriente, a lo que él asintió enseguida.

Le escribí un mensaje a Samanta avisándole que me iría con Nick y eso hice. Nick tomó mi mano y me guió hasta su auto, ambos entrando en él al llegar. Encendió el motor y comenzó a andar en dirección a su casa.

—¿Qué hubiese hecho si te pasaba algo? —susurró Nick.

Lo observé y pude notar sus ojos cristalizados, con aquellas lágrimas que se negaban a caer. Sentí una fuerte opresión en mi pecho; jamás lo había visto tan preocupado como ahora, y no quería volver a verlo así.
Tomé su mano, la cual estaba descansando a un lado, y cerré los ojos; quería sentir aquella calidez que sólo él me brindaba.

Polos opuestosWhere stories live. Discover now