Capítulo 9

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Me desperté justo antes de que suene mi alarma para ir a la escuela. Aún sentía esa opresión en mi pecho, pero sabía muy bien que no podía seguir faltando a clases. Me levanté de la cama y me dirigí hacia el baño, observando el pésimo estado en el que me encontraba; ojos rojos e hinchados y nudillos rasgados y rotos. No podía ir con ese aspecto a la escuela, pues no podría fingir que estaba bien si me veían así.

Entré en la ducha y dejé que el agua cayera sobre mi cuerpo, sintiendo cómo ardían mis nudillos al entrar en contacto con el agua caliente. Definitivamente no podía aparecerme así en la escuela. Al salir de la ducha me vestí como siempre lo hacía: camiseta negra de alguna banda de rock, jeans negros ajustados y unas zapatillas converse negras. El único detalle era que ahora mis manos se encontraban vendadas, para así poder ocultar mis heridas y evitar preguntas incómodas.

Al salir de mi habitación, me crucé con Samanta en el pasillo; ella bajó rápidamente las escaleras y yo fui tras ella, aunque más lento para no alcanzarla. Evité por completo el desayuno y me encaminé hacia la escuela, sin ganas siquiera de escuchar música; preferí observar a las personas que me rodeaban y prestar atención a sus vidas más que a la mía. ¿Estaría alguno pasando por lo mismo que yo, sintiendo miedo del qué dirán?

Al llegar a la escuela, me encontré con Elliot esperándome en la entrada de ésta. Se encontraba con sus auriculares puestos, pero al verme se los sacó enseguida y se dirigió rápido hacia mí.

—¿Por qué ayer no contestaste mis mensajes? —dijo tranquilo, aunque con el ceño fruncido.

Escondí mis manos dentro de los bolsillos de mis jeans y sonreí, intentando esquivar su cuerpo para entrar en el instituto. Aún así, fui detenido casi al instante. Me empujó suavemente hacia atrás y se paró frente a mí, acercando un poco su rostro al mío. Se notaba que estaba enojado, pero al mismo tiempo pude notar su preocupación al ver mi aspecto tan dejado.

—Lo siento, estuve ocupado —sonreí, tratando de hacerlo lo más creíble que podía.

Sabía que Elliot no era estúpido y se había dado cuenta de mi sonrisa forzada, pero aún así lo dejó pasar y entramos juntos a la escuela.

Las horas de clase se pasaban lentas y los recesos terminaban rápido. No pude concentrarme ni en una clase, pues en mi cabeza sólo veía la imagen de Nick sonriéndome; una sonrisa que al segundo se tornaba en una mueca de tristeza.

Al escuchar el timbre que anunciaba la hora de irse a casa, guardé rápidamente mis cosas y me marché. No quería tener que enfrentar a Elliot nuevamente; sólo quería volver a mi casa y que nadie me molestara.

Al salir, vi al rubio hablando con su primo Edward, quien se encontraba junto a mi hermana y su novia. Al pasar a su lado, todos me observaron de reojo, tratando de disimularlo sin conseguirlo. Aceleré mi paso, pero aún así alguien me alcanzó; al darme vuelta pude observar el rostro de Nick, quien me miraba algo preocupado.

—¿Podemos hablar? —preguntó con la cabeza en alto. Mis piernas temblaban de los nervios y sentía mis uñas clavándose en la palma de mi mano.

—Sí —susurré lo suficientemente fuerte como para que él pudiese oírme.

Nick comenzó a caminar y yo lo seguí, aunque con un paso más lento. Caminamos por unos minutos hasta llegar a un café, en donde entró y se sentó en una mesa apartada de las demás. Hizo un ademán para que me sentase frente a él y eso hice.

Una camarera llegó y él pidió dos café, mostrando una sonrisa que se notaba que era falsa desde miles de kilómetros. La chica se fue y Nick me miró fijamente, intimidándome un poco.

—Mira —comenzó a hablar—, sé que ayer las cosas no terminaron muy bien y no voy a disculparme por eso —dio un suspiro y prosiguió—. Estaba dolido y, aunque aún lo sigo estando, comprendo que actué de manera infantil y vine a disculparme por eso —puntualizó, observando cómo la chica llegaba con dos tazas de café y las dejaba frente a nosotros, retirándose enseguida.

Me quedé callado, pues no sabía qué decirle. No creía que él se haya comportado de manera infantil en lo absoluto, pero aún así no me sentía en la posición de contradecirlo en este momento.

—Lo siento... —susurré cabizbajo, apretando mis labios. No sabía qué más decir además de esas palabras; quería pedirle perdón por todos los errores que había cometido desde que nos conocimos.

El café dejó de estar caliente con el paso de los minutos, y aún así lo bebí aunque ya no me gustara. Levanté la mirada y mis ojos se encontraron con los suyos; mi corazón comenzó a latir con rapidez y mi rostro de repente empezó a arder. Enseguida bajé la mirada y comencé a jugar con mis dedos, preguntándome si él habría notado mis mejillas sonrojadas.

—Oye... —comenzó a decir, llamando mi atención. Levanté mi mirada y esta vez sí la mantuve alta—. Probablemente no dejes de gustarme, o al menos no ahora, pero creo que aún así quiero seguir viéndote... —confesó, sonriendo tristemente.

Me alegraba que Nick quisiera seguir viéndome, pero al mismo tiempo me entristecía el pensar que esto le haría más difícil superarme y fijarse en otra persona que no fuese yo; él merecía a alguien distinto.

Aún así, acepté sus palabras en un cálido silencio.

Polos opuestosWhere stories live. Discover now