Capítulo 11

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Era un lindo día de sábado en primavera. Me encontraba sentado sobre mi cama, pensando en qué ponerme hoy. Estaba súper nervioso porque hoy sería mi primera "cita" con Nick desde que me pidió una oportunidad.

Quería verme bien, pero mi sentido de la moda no era el mejor. Me levanté decidido, salí de mi habitación y me paré frente a la habitación de Samanta, tocando la puerta; la rubia abrió enseguida, asomándose para ver quién era.

—¿Derek? —preguntó extrañada, probablemente pensando en qué iría a pedirle—. ¿Necesitas algo? —me miró con desconfianza, frunciendo levemente su ceño.
Sabía muy bien que la última vez que habíamos hablado me había comportado como un idiota, por lo que comencé pidiéndole disculpas.

—Lamento lo que dije la última vez… soy un idiota —dije avergonzado.

Samanta me miró muy sorprendida y sonrió, aceptando mis disculpas casi al instante. Realmente tenía suerte de tener una hermana tan comprensiva como ella.

—Necesito que me ayudes a vestirme de una forma en que me vea... lindo —dije avergonzado, tirando de su brazo hasta llegar hacia mi habitación.

Samanta comenzó a revisar mis prendas de vestir, frunciendo cada vez más el ceño y muy indecisa al igual que yo. Después de 15 minutos de buscar y buscar, encontró algo apropiado: una camiseta amarilla con estampado, unos jeans blancos y unas zapatillas vans negras. Era simple, pero al menos no me veía tan emo como siempre.

—Muchas gracias —le agradecí, sonriendo sinceramente. Ella me devolvió la sonrisa y me deseó suerte, saliendo de mi habitación.

Me desvestí y entré a la ducha, sintiéndome completamente nervioso al pensar en mi cita con Nick. Sonreí mientras lavaba mi cabello, ansioso por ver al rubio y con qué planes me saldría. Salí de la ducha, sequé mi cuerpo y me vestí con la ropa que mi hermana había elegido para mí.

Estuve al menos media hora viéndome al espejo, peinándome y revisando mi rostro cada 1 minuto. La hora de salir llegó y me dirigí hacia la entrada de mi casa, viendo cómo el rubio llegaba en su auto con la ventanilla baja.

—Wow, que belleza —sonrió ampliamente, mirándome de arriba a abajo.

Subí al auto y sonreí nervioso, sintiendo sus labios apoyándose sobre mi mejilla dulcemente. El rubio arrancó el auto y se dirigió hacia el centro comercial, estacionando en frente de un shopping. Bajamos y cerró con llave, dirigiéndose hacia una heladería cercana a donde aparcamos el auto; allí compró un helado de frutilla y chocolate para él y otro de vainilla y durazno para mí.

Nos sentamos en una banca junto a una tienda, disfrutando de nuestro helado en silencio. Nick se veía bastante feliz, aunque no decía nada. Sonreí al pensar en que estaba feliz por el simple hecho de estar junto a mí.

—¿Qué tienes pensado hacer? —pregunté, observando cómo sus ojos se dirigían hacia mí.

—Contigo quisiera recorrer todo el mundo —sonrió tiernamente, haciendo que me avergonzara de su propuesta—, pero como estamos estancados en esta ciudad, diría que podemos ir a comprar ropa y ver alguna película en el cine —desvió su mirada hacia el helado y lo terminó, tirando lo que quedaba en el cesto junto a él.

Al terminar mi helado, imité su acción y ambos nos levantamos, comenzando a caminar hacia la calle principal. Al pasar sólo un minuto, Nick agarró mi mano sin poder ocultar su sonrisa de felicidad; también sonreí, aunque un poco más avergonzado al darme cuenta de que algunas personas nos miraban.

Miramos varias tiendas y ninguna llamaba nuestra atención, hasta que Nick se quedó mirando una camiseta que vestía un maniquí. Sonreí y tiré de él para entrar, pues se veía bastante linda la ropa del lugar.
Nick pidió la camiseta que vió en su talle y entró a probarla en un vestidor, dejándome solo entre las demás personas; no iba a quedarme esperando, así que tomé provecho y busqué algo para mí.

Enseguida que comencé a mirar la ropa, encontré algo que siempre quise usar y hasta ahora no lo había hecho por vergüenza: un overol. Automáticamente llamé a una de las chicas que trabajaba en el lugar para pedirle la prenda en mi talle; ella sonrió y enseguida llegó con lo que le pedí, por lo que me metí en el vestidor junto al de Nick.

Aunque no quería admitirlo, el overol me quedaba bastante bien; giré en todas las direcciones posibles para encontrarle algún defecto, pero realmente no existía. Sonreí en el espejo y salí con la prenda puesta, pidiéndole a la chica si podía llevarla puesta; asintió y colocó mi ropa en una bolsa con el logo del lugar. Pagué el overol y busqué a Nick entre los demás clientes; lo ví en la entrada del lugar, ya con su ropa nueva paga en una bolsa igual a la que me habían dado.

—Por fin, estuve esperando... —no terminó su frase, pues al darse vuelta y verme con mi nueva prenda, sonrió con un leve rubor en sus mejillas—. Dios santo, te ves tan precioso que quisiera comerte —soltó sin descaro, haciéndome reír.

Salimos de la tienda y fuimos al cine. La película que estábamos viendo era realmente mala, pero era lindo sentir cómo Nick tomaba mi mano y de vez en cuando la apretaba suavemente.

Al terminar la película, volvimos al auto y fuimos a su casa; como siempre, el dueño no se encontraba allí. Nos sentamos en el sofá y apoyé mi cabeza en el hombro de Nick, sintiendo cómo él me rodeaba con su brazo.

—¿Coincidimos en que la película era terrible? —preguntó riendo. Asentí y también reí, pensando en que gastamos dinero en eso—. ¿También coincidimos en que te ves precioso? —preguntó nuevamente, causando que me ría avergonzado.

Después de eso sólo estuvimos en silencio; Nick me miraba de a ratos y frotaba su nariz en mi mejilla, haciéndome cerrar los ojos y sonreír. ¿Realmente me había perdido de esto todo este tiempo por ser un idiota? Quería golpearme en serio.

Nick se acercó a mi rostro y depositó un beso sobre mis labios, el cual fue correspondido al instante; pegamos nuestras narices mientras sonreíamos, simplemente disfrutando de la compañía del otro, pues al fin y al cabo, el amor es eso

Polos opuestosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora