C U A T R O

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-Jason, no deberías...

-Cállate -siseó.

Estaba ido, lo veía en sus ojos escarlatas. Estos no habían transmitido ninguna emoción antes, pero en ese entonces estaban vacíos con una mirada perdida y enfermiza, decidido a tomarme. Él tenía sed y yo era su presa más cercana, sabía que mi sangre tenía un sabor vicioso, como una droga, puesto que Mark me lo había advertido antes. Sabía que estaba muerta.

-Jason, ella...

-Cierren el puto pico.

Estaba decidido, no había ni una pizca de cordura en él y dudaba que alguna vez la haya habido. Y es que no lo entendía. Parecía alguien inteligente, acabar conmigo era como quemar el único mapa del tesoro. Era lo que era, no iba a negarlo; no estaba ahí para negociar ni tener un cálido hospedaje, yo sólo era el boleto de pasaje y ellos harían lo que fuese para obtener lo que querían. El diario estaba en mis manos y cada uno de ellos lo sabía.

-Jason, no seas imbécil -le insultó el chico con cabello blanco, tenía una sonrisa ladeada, forzada, semejante a una mueca de disgusto. El nombrado se detuvo a escasos centímetros de mí y viró a su amigo con evidente enojo-. Si bebes de ella, la matarás. Si lo haces, ya no podremos llegar al diario, ¿entiendes?

Era lo que era; un mapa. Pero ese mapa estaba bajo llave, una llave inaccesible. Una que nadie tendría. Mi corazón se había estrujado y había dolido, sin embargo, no iba a dejar que me doblegaran tan fácil. Era lo que ellos querían y lo que yo nunca les daría: mi orgullo, mi dignidad y el diario.

Una luz pareció iluminar al dichoso Jason y la razón lo azotó tan fuerte que deseé que lo tumbara y le azotara la cabeza contra el suelo. Desde luego, eso no ocurrió. Sus ojos retomaron su color original, pero no sus emociones; eso nunca. La mirada deseosa y morbosa que no se despegaba de mi cuello me dio arcadas. Si hubiera vomitado, entonces quería que la sustancia asquerosa le cayera en el rostro.

Sus pies lo llevaron muy vagamente hasta la puerta, salió por ella y cerró la misma de un portazo que retumbó en las paredes, del techo cayó tierra y polvo sobre el sofá. Eso pudo ser una muestra de su enojo o de que nadie podía controlarlo.

Maldito psicópata.

Seis de los siete chicos estaban allí parados, solamente mirándome de una forma muy curiosa y ansiosa, como si estuvieran a punto de abalanzarse para beber mi sangre. Pero ninguno de ellos se comparaba con el animal indomable de Jason. Uno de ellos llamó mi atención con un sonido gutural. Estaba muy cerca de mí y tenía una pose chulesca y desinteresara, como si se llevara el mundo por delante. Ese era el chico de cabello blanco, misterioso pero rodeado de un aura agradable, dentro de lo que cabía. No se podía esperar mucho de ellos, en verdad. El nombrado tomó asiento en la mesa de madera oscura frente al sofá. Subí y crucé mis piernas para evitar tener cualquier contacto con él.

-No nos hemos presentado. -Me tendió una de sus manos-. Dann, mucho gusto.

Sabía que él probablemente me salvó de la muerte al alejar al mastodonte de mí. Me salvó dos veces y estaba agradecida por ello, pero eso no cambiaba los papeles en los que nos encontrábamos y tampoco quería decir que el fuera bueno. Un acto de bondad no lo cambiaba, y como no lo conocía, iba a intentar tener el menor contacto con él posible. Un apretón de manos estaba incluido, y no me importó dejarlo esperando y avergonzarlo por haberlo ignorado.

Su sonrisa desapareció lentamente y no insistió. Su expresión de enojo fue encubierta por una sonrisa forzada que me dio estragos. Había algo allí, su carácter dulzón no podía ser verdad y aquel gesto me lo había demostrado, O eso creía, no estaba muy segura.

Jason ©Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz