V E I N T E

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No podía describir esa felicidad mal escondida que presentaban todos y cada uno de ellos. Esa sonrisa asomada en sus rostros, una mirada agradecida cuando mis ojos los veían, como si estuvieran agradecidos de por vida por ello. Claro, excepto Dann. Sí, sonreía, pero no era para nada dulce, solamente una sonrisa ladina que podía aparentar picardía, como un niño mimado cuando cumplían uno de sus caprichos; una mirada desafiante que extrañamente transmitía arrogancia y felicidad a la vez.

—¿En qué piensas?

Anton se dirigió hacia mí con una taza de chocolate caliente en sus manos, la posó en la barra frente a mí y se volvió para seguir cocinando el almuerzo.

—¿Crees que hice bien? —Le pregunté, mientras revolvía lentamente el chocolate caliente con una cuchara para que se enfriara un poco.

—Créeme, hace décadas no sonríen así.

Podía impresionarme, verdaderamente lo estaba. Siempre pasaba por alto el que ellos hayan vivido por más de cien décadas y aún parecieran veinteañeros. Menos Jack y Thian, ellos parecían adolescentes, casi como yo.

—Pero... ¿y si se dejan consumir por el poder? No me sorprendería, tienen al mundo en sus manos.

Tomé un sorbo de chocolate, pero inmediatamente lo escupí dentro de la taza. Me quemé la lengua.

Anton soltó una risita, burlándose de mí antes de hablar.

—Son conscientes de lo que hacen, linda, en especial Alix. Alix no dudaría un segundo en ponerlos en su lugar si el poder llegara a subirse en sus cabezas.

Luego de soplar varias veces el chocolate, probé otro poco y pude degustarlo tranquilamente.

—¿Cómo puedes estar tan seguro de ello?

Podía describirme a mí misma como insegura de sí misma y de todo lo que lo rodeaba, mis actos eran inseguros si pensaba en ellos, era por esa razón que yo siempre actuaba antes de que siquiera pasara mi mente (como cuando saqué el diario de su lugar) y luego sufría las consecuencias, por más duras que fueran (después de devolver el diario, ahora mismo y siempre). A pesar de creer que Jason podía controlarse y cumplir su misión como debía, no podía confiar en que no se iba a dejar llevar por el poder, todos lo hicimos alguna vez sin pensar ni en un segundo en las futuras consecuencias.

—Alix es el mayor, ¿sabes? Tiene mucha más experiencia que los demás y sabe a qué se enfrenta. Incluso tiene novia; tiene alguien en quien pensar, en que preocuparse y asentar su cabeza para que el poder no se le suba —explicó orgulloso, parecía su padre.

Podía ver que los quería a cada uno de ellos, quién sabía cuánto tiempo él habrá estado junto a Los Siete sirviéndoles como si fueran buenos conocidos, casi como unos hijos. Y pensándolo de la forma en la que Anton me dijo, las posibilidades de que Alix se dejara llevar por el poder eran muy pocas. Su mente estaba concentrada en Itza, la única razón de su vida, porque se veía que la amaba mucho, tanto como para hacer todo por ella. Igual que la razón por la cual necesitaban el diario. Tal vez los demás tenían a alguna chica en mente o simplemente pensaban en sus años futuros y el temor de verse alejado de una vida normal por la reducción de sus años. Por eso se mantenían con la cabeza fría, con el único fin de poder cambiar la ley y poder permanecer al lado de su chica por un tiempo más.

—¿Sabes algo? —Dejé la taza vacía a un lado y emití un sonido con la garganta para que supiera que lo estaba escuchando—. Llevo un tiempo pensando en que tal vez Jason ya asentó su cabeza por alguien.

No fue para nada difícil captar su indirecta. Mientras cortaba unas verduras, concentrado en eso, pude ver una sonrisa ladeada asomándose en su rostro.

Jason ©Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt